🥀 1: Nuestra infancia 🥀

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Años atrás...

T/N

Me había escapado de la aldea de donde venía; mi madre acababa de fallecer debido a la hipotermia o eso es lo que me habían dicho. Estaba devastada. Me encontraba sentada llorando en una colina de nieve.

De pronto, sentí como aquella colina comenzaba a tembar; eso solo significaba una cosa... Tan pronto como vi aquella bola de nieve ir hacia donde yo estaba. Comencé a correr por instinto, aunque todo era inútil, aquella avalancha, no tardaría en llegar a mí, y cuando ya no pude más, cerré mis ojos, solo esperando mi muerte.

Para mi sorpresa un niño, justo de mi edad, logró detener esa avalancha.

—¿Estás bien? —Inquirió él.

—Eh, si. —no pude ocultar mi asombro, en como un niño pudo detener esa avalancha. —¿Cómo hiciste eso?

—Tengo una fuerza sobrenatural. —dijo orgulloso.

—Bueno, te diría que no te creo, pero fuí testigo de ello. —¿cúal es tu nombre?

—Camus, ¿el tuyo?

—T/N.

Camus me ojea se acerca a mí.

—Tu cabello es como el color de las Rosas.

—¿Rosas?

—Son una flor que no crecen en Siberia, si no en un clima cálido.

—¿De verdad? Nunca he escuchado de ellas.

—¿Por qué andabas llorando?

—Yo no estaba llorando.

Él alza una ceja.

—Entonces porque tienes los ojos hinchados.

No iba a decir que estaba llorando, mucho menos enfrente de un extraño. Camus se quedó analizandome por unos segundos, mientras yo retrocedí. Fue en ello, que otro niño, de su mismo tamaño hizo acto de presencia

—¡Camus!

Gritaba un niño de cabello rojizo.

—Vaya allí estabas. —el me mira—¿quíen es ella?

—soy T/N.

—Oh, mucho gusto.  Soy Surt.

—igualmente mucho gusto.

Desde aquella avalancha, los veía más seguido, llegando al punto en que los tres éramos amigos. Por lo general, veía más a Camus, lo veía entrenar cada mañana con mucho empeño. Y también les llevaba comida.

Eh incluso jugábamos.

—¡Ah que no me alcanzas! —decía mientras corría a toda velocidad.

Camus de un movimiento me sostiene.

—¡Eso es trampa, tú tienes fuerza sobrenatural, yo no! —le reclame.

—Puedes tenerlo.

—Claro que no. —me volteo indignada. —tú tienes don.

—No te molestes. Y no es un don, es cosmos. —siempre trataba de calmarme cuando me molestaba.

Claro que lo que tenía no todos podíamos ser capaz. El entrenaba para ser un caballero de Athena, mientras yo era una humana común y corriente.

—Aunque, también yo tengo un don.

El se acerca a mi inocentemente.

—¿Cúal?

¡Ataca!

—¡No bajes la Guardia! —lo tiro y me pongo encima de el para hacerle cosquillas.

Él reía y suplicaba que parara.

—¡Cosquillas no! —decía entre risas.

—Muy bonito. —La voz de Surt hizo que me detuviera.

Ambos nos levantamos.

—¿Qué pasá?

—No es nada. —decía casí molesto. —Oye T/N.

—¿Si?

—¿Eres de Asgard?

—Mi padre, pero aveces voy.

—Que coincidencia yo también.

—¿Encerio?

—Claro. Seré uno de los dioses Guerreros cuando llegue el día y Camus será un caballero de Athena. Verdad Camus.

Él asiente.

—Ahora vengo—decía Camus.

—¿Dónde vas?

—A buscar algo.

Mire hacia Surt.

—¿Tú sabés algo?

Él alza los hombros.

Luego de un  par de horas Camus llega. Él traía una flor extraña, pero era muy bonita. Él se acerca a mi.

—Para tí. Recordé que ayer pasé por allí, pero se me olvidó llevarla.

—Gracias—sentía mis mejillas arder.

Él miraba la cara a otro lado con las mejillas de un color rojizo. Camus se acerca y me la pone en mi cabello.

—Combina con tu cabello.

—Cof, cof. —llama la atención Surt.

—¿Qué pasá?—pregunta Camus.

—No, nada.

Él procede a sentarse, manteniendo los brazos cruzados.

Los meses pasaron volando, todo era mucho más que un recuerdo lejano; había llegado la hora de que Camus partiera a Grecia con la armadura dorada de Acuario. Él estaba sosteniendo dicha caja Pandora mientras se despedía de mí.

Eran buenos momentos, todo lo que vivimos... Y ahora... Él se iba a ir. No pude evitar sentirme triste por ello; no quería que se fuera, sin embrago, ¿quién era para impedírselo?

—Camus... —Balbuceo —¿Te volveré a ver? —Inquirí, logrando llamar si atención.

A lo cual, él asiente.

—Por supuesto, no importa la distancia, siempre seremos amigos, ¿no?

Camus se acerca a mí, para poder abrazarme.

—Prometeme que te veré...

—Sí. Prometo volver.

—De acuerdo... Te estaré esperando.

Él se separa de mí y queda impresionado por las determinadas palabras que le había dicho.

—No importa lo que pase —las lágrimas comenzaban a salir por sí solas —... Nosotros seremos amigos... Nosotros... Nos volveremos a ver.

Él esboza una sonrisa, llena de melancolía.

—No llores, por favor. Quiero que mantengas esa sonrisa.

Seque mis lágrimas de inmediato.

—Nadie dijo que estoy llorando —dije secando aquellas lágrimas, que no dejaban salir.

Y sin más él se fue...

Me quedaba cada día pensando cuando volvería, lo extrañaba demasiado.

Me había enamorado de él.

Quería ver esos ojos azules, quería ver su cabello. Me quedaba todos los días en aquella colina, en donde me salvó la vida.

Esperandolo...

Camus, ¿cuándo volverás?

Mi bella rosa de hielo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora