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Ha pasado un mes desde que llegué, afortunadamente, nos pudimos adaptar perfectamente al ambiente tranquilo. Mamá y Mai se volvieron inseparables en poco tiempo, mientras que yo, apenas y tenía con quien hablar. Me acercaría a Goten para entablar una amistad, a pesar de la diferencia de edad, pero no puedo acercarme sin sentirme nervioso e incómodo a su lado; desde aquella conversación sólo hemos hablado lo justo y necesario, pues trabaja junto a mi madre, por lo que se la pasa casi todo el día en la casa.

Podía verse desde el espacio la relación de madre e hijo que ellos dos tenían, parecían tener sus manías y jugarretas mientras trabajaban. Me sentí un poco excluido, Mai estaba casi siempre fuera de casa o ayudando a mi madre, y aunque ésta última pasaba el rato conmigo cuando tenía algo de tiempo libre, no podía faltar a sus obligaciones. Goten básicamente estaba en lo suyo, a veces entablaba una pequeña conversación que terminaba cada vez que aparecía algún empleado para hacer alguna pregunta. Así que me dediqué a entrenar duramente, ya dominaba perfectamente la gravedad a trescientos, por lo que no vendría mal en pedir que le aumentaran un poco más la potencia.

—Trunks —la voz de mi madre se oía fuera de la máquina—. ¿Puedes salir un segundo?

Apagué rápidamente todo e hice lo que me pidió. Tomé una toalla para secarme el sudor mientras caminaba hacia ella.

—¿Qué sucede?

—¿Puedes ayudar a Goten a llevar unos pedidos? —Hizo ojos de cachorro ante el pedido. No sé por qué siempre los hace, si sabe perfectamente que nunca le diría que no.

—Claro, sólo deja me ducho y me cambio —sonreí y me fui rápidamente a mi habitación para asearme.

No tardé más de diez minutos en alistarme y bajar a la sala, para encontrarme con tres enormes bolsas, que tapaban casi por completo el cuerpo Goten. Sacamos los materiales al jardín, donde simplemente tomé las dos más grandes y comencé a volar, pero el pelinegro no me seguía, sólo me miraba boquiabierto, pero rápidamente salió de su asombro, para dar un gran salto y caer sobre una extraña nube amarilla. ¿Esa es la famosa nube voladora? ¿Acaso no sabe volar?

Íbamos a la par, aunque yo tenía que volar un poco más lento, pero aún así esa nube era realmente rápida, y al parecer, se ajustaba perfectamente a las necesidades de su dueño, pues se hizo un poco más grande para así poder transportar la enorme bolsa, que a comparación a las que había tomado, era pequeña. Goten iba sentado cómodamente, parecía acostumbrado a esto, estaba mirando una lista, lo que supongo que deben ser los datos del lugar a dónde nos dirigimos, el viento no parecía serle un obstáculo, así que deduzco que no es la primera vez que tiene que hacer éstas entregas.

—Es increíble que puedas cargar eso como si nada —habló lo suficientemente alto como para escucharlo.

—Realmente no pesan nada —me encogí de hombros. Lo miré unos segundos, pero al ver que me sonreía, rápidamente aparté la mirada.

No agregó nada más, siguió mirando y anotando algo, lo escuchaba murmurar, pero decidí no prestarle atención. Mi corazón ya se ha acelerado bastante, no quiero sufrir un infarto en medio del vuelo.

—Es aquí.

Bajamos y con cuidado depositamos las bolsas en el suelo, rápidamente fuimos recibidos amablemente por un hombre, quien parecía ansioso por nuestra llegada. Nos ofreció pasar a su casa a comer algo, pero antes de que pudiera decir algo, Goten se negó argumentando que tenía que volver a trabajar, así que nos tuvimos que despedir y emprender vuelo de regreso a casa.

Llegamos justo para la cena, así que rápidamente nos sentamos completamente hambrientos.

Ahora que lo pienso, tal vez se deba a la nube voladora el hecho de que nunca siento llegar a Goten. Su ki es bajo, sólo un poco más arriba que el de Mai, aunque supongo que eso se debe a que es mitad saiyajin. Ni siquiera sé si sabe lo que es el ki o como controlarlo, o siquiera sabe pelear, pues a juzgar la personalidad de la Señora Milk, dudo mucho que le haya enseñado artes marciales, lo más probable es que lo haya hecho estudiar y es por eso, que a pesar de ser tan joven, trabaja en el laboratorio de mi madre. Aunque sería bueno que él supiera volar y controlar su energía, le facilitaría el ir y venir desde su casa, que queda del otro lado del mundo y le ayudaría en caso de que surja algún peligro. También dejaría de viajar en esa nube y lo haría más rápido todo.

—Goten, ¿quieres que te enseñe a volar? —Mi boca se movió tan rápido como mis pensamientos.

Todos en la mesa se miraron entre sí ante la pregunta. No estoy entendiendo nada, pero ya comienzo a arrepentirme, no tengo madera de profesor como para andar ofreciendo lecciones gratuitas. ¡Ni siquiera a Mai le ofrecí eso!

Goten miró a mamá buscando alguna respuesta, pero ésta le sonrió y asintió.

—Está bien, supongo —se encogió de hombros. No parecía emocionado, pero tampoco disgustado—. Pero si es un entrenamiento espartano me largo.

También tengo un GotenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora