Capítulo 30

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Presente

~Narrador omnisciente~

Era una tarde extremadamente nublada, el cielo anunciaba con antelación una fuerte lluvia invernal que no sólo caería sobre Venecia. Caería también sobre el mundo de naturaleza marchita que la joven Ara portaba en lo más profundo de sus interiores. Se avecinaba un momento de su vida que ella jamás olvidaría, a pesar de lo mucho que trataría de hacerlo. Nunca se habría esperado que una banal acción que tantas veces antes había repetido en su vida tuviese un final como el que tendría aquel día.

Condujo con lentitud sobre el casi interminable puente que unía su ciudad natal con el resto del país y avanzó hasta llegar a enfrentarse a aquel edificio que tan bien conocía, que tan malas memorias coleccionaba y que tan desagradables sorpresas tenía aguardando por ella.

Salió del coche y caminó hasta el portal con la cabeza gacha y el cuerpo encogido por el miedo, un miedo que de alguna manera le transmitía el presentimiento de que algo malo ocurriría. Era más fuerte que el que había llegado a sentir en ocasiones anteriores. Cuando llegó a aquella entrada, no necesitó esperar a que nadie le abriese. No sabía si por fortuna o por desdicha ella poseía las llaves que abrían uno de sus infiernos.

Mientras tanto, Damiano escribía las últimas líneas de la letra de una nueva canción en el modesto estudio de Roma. Zitti e buoni sería el título bajo el que el mundo la conocería y la banda tenía grandes planes en los que invertir ese nuevo tema. Cargada de furia, de protesta y sarcasmo, podría ser su propuesta para el Festival de la Canción de San Remo 2021, al que había posibilidades de que se presentasen.

—¿Parla, la gente purtroppo parla? —cuestionó Victoria, leyendo en alto la hoja sobre la que el cantante escribía—. A ver, más razón no puede tener la frase, pero ¿tiene sentido todo esto?

—Lo tiene, Victoria, claro que lo tiene —respondió el chico con suma seriedad—. Quiero hacer una renovación en nuestra manera de quejarnos. Quiero que seamos más directos y sé que vosotros también queréis que lo seamos.

La bajista miró a su amigo con lástima. Sabía que tres años estaban siendo demasiado para él. El lanzamiento de un álbum, un gran reconocimiento a nivel nacional y una gira por Europa podían ser un sueño cumplido, pero jamás podrían sanar un corazón roto.

—Entonces, supongo que las demás letras que tienes son similares.

—Quiero cambios, sorella —dijo Damiano levantándose de su asiento para comenzar a caminar a pasos lentos y sin rumbo sobre el suelo de madera de la pequeña habitación—. Ya no soy el niño que escribió las letras de Il ballo della vita estando completamente destrozado.

—Pero lo sigues estando, cariño —musitó la chica con pesar.

—Cada día lo estoy más. El tiempo transcurre a toda velocidad y a la vez parece no avanzar nunca. Han pasado tres años. Sólo tres años y a la vez tres largos años. Me siento como si ya hubiese vivido demasiado.

—Pero tienes sólo veinte años.

Damiano miró a Victoria de aquella manera con la que le daba a entender a las personas que una frase que parecía simple podía formar parte del complejo mensaje de una canción. Quizá en un contexto totalmente distinguido, pero la utilizaría.

—Tengo veintidós años, sí. Es por eso que necesito cambios que me ayuden a no seguir adelantando mi juventud a pasos agigantados.

—¿Quieres tantos cambios? Se me ocurre uno: córtate el pelo —dijo con humor la bajista, tratando de disipar la tensión que comenzaba a surgir.

La noche que nevó en Roma [Damiano David]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora