Capítulo 49

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Presente

~Ara~

La noche era oscura y la temperatura, agradable. El cielo estaba repleto de estrellas y una dorada y resplandeciente luna llena reinaba en el manto nocturno. Un torrente de emociones hacía que mis pies corriesen con rapidez. Me sentía más feliz que nunca. Damiano corría a mi lado con nuestras manos entrelazadas. Nuestro júbilo podía escucharse en cualquier rincón de la región de Véneto aquella noche.

Reíamos, nos mirábamos y no dejábamos de avanzar con pasos veloces. La Plaza de San Marcos no tardó en ser pisada por nosotros, donde una iluminada basílica nos dio la bienvenida desde el frente. Nuestro destino se hallaba en uno de los laterales.

Corrimos bajo el larguísimo soportal del Palacio Ducal, dando vueltas sobre nuestros propios ejes con el eco de nuestra jovialidad. Dejándonos ver como dos siluetas danzantes a través de los arcos apuntados, siendo llevados por la buena locura que había dirigido nuestro vuelo cuatro años atrás. Desenterrándola de su profundo lecho de miedo y olvido.

Atravesamos la inmensa Porta della Carta sintiéndonos atraídos por el arte que la construía como un portal hacia el vestigio de miles de creaciones del ser humano. Miles de sentimientos que esculpían y pintaban el sentimiento de la humanidad.

—Mira, Damia —exclamé con la voz más baja que pude, mientras apuntaba con la mano al enorme relieve que había en lo alto de la puerta—. Es una de mis esculturas favoritas.

—Es preciosa, mi amor. Me cuenta mil historias si cierro los ojos frente a ella.

—Las que yo te enseñé a escuchar aquella primera noche que me llevaste a la Fontana di Trevi. Durante el prólogo de nuestra historia.

Nos miramos un instante antes de juntar nuestros labios en un beso cálido y fugaz, bajo la mirada de aquel caballero de piedra que se arrodillaba frente a un majestuoso león. Al igual que aquella noche nosotros nos arrodillábamos rindiendo respeto a nuestra libertad.

Nos adentramos bulliciosamente en aquellos artísticos interiores que tantos siglos llevaban en pie. Aquella noche era nuestra y la viviríamos a nuestra manera, olvidando cada una de nuestras preocupaciones y a cada uno de los acechadores de nuestro amor. Para ello, habíamos pagado un precio alto por las llaves del Palacio Ducal, además de prometer guardarlas bajo el sigilo del secreto. Nadie más viviría aquella clandestina experiencia. Probablemente, ni nosotros mismos volveríamos a experimentarla; pero tendríamos la oportunidad de verla en repetición en las cintas del recuerdo.

Éramos fugitivos que escapaban del mundo. Ascendimos sobre la Scala D'Oro como si al final de esta nos aguardasen las puertas del cielo, uno que pudiésemos recorrer para siempre con nuestras almas entrelazadas. Como dos amantes que huyen del deber y del destino para cumplir su capricho de tenerse el uno al otro. El palacio sería nuestro refugio aquella noche en la que podríamos amarnos hasta que la luz de un nuevo día nos obligase a cumplir con nuestros respectivos papeles.

Ambos resplandecíamos elegancia aquella noche. El sonido de mis tacones era seguido por el ondear de la gasa negra de mi vestido, largo y con unos estrechísimos tirantes que se engrosaban a la altura de mis pechos para cubrirlos. Mis hombros eran cubiertos por una finísima estola del mismo color, además de por mi melena suelta. Damiano vestía una camisa blanca abotonada únicamente hasta cubrir su abdomen, dejando su pecho al descubierto, y con la parte de abajo tapada por la tela negra de sus pantalones. La sombra de ojos oscura y el brillo plateado que la complementaba hacía que nuestras miradas fuesen a juego.

—Este lugar nunca había sido tan bonito para mis ojos —dije mientras mi mirada se perdía entre las pinturas del techo de una de las salas del palacio—. He estado aquí muchas veces, en momentos muy diferentes de mi vida. Buscando sentido a cosas que parecían no tenerlo, respirando aire de inspiración para mi lírica e incluso cuestionándole al arte dudas sin respuesta. Pero nunca había visto tanto sentimiento correr sobre las paredes.

La noche que nevó en Roma [Damiano David]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora