CAPITULO 6

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—¡Ni se os ocurra ponerles una garra encima! —gritó Tsunami.Se giró, llena de rabia, y golpeó a un Ala Marina mandándolo bien lejosde sus amigos mientras ella se acercaba a Cieno. Nocturno ya se habíaresguardado bajo las enormes alas del Ala Lodosa. Gloria estiró el cuellohacia atrás y mostró los colmillos.

—Soy la hija de la reina y os ordeno que dejéis en paz a estos dragonets—gritó Tsunami. 

Los guardias no paraban de mirarla a ella y luego a Tiburón, sin sabermuy bien qué hacer. Los ojos del comandante eran dos pozos pálidos cuyospensamientos resultaba imposible adivinar. Lentamente, levantó una zarpa ehizo una extraña señal en forma de círculo... La dragonet supuso que setrataría de algún signo en el idioma de los Alas Marinas. Fuera lo que fuese,funcionó. Para gran alivio de Tsunami, los guardias retrocedieron.

Pero cuando miró a Abisal, se dio cuenta de que él aún parecía bastantetenso y nada contento con la situación. «Quizá solo le tiene miedo aTiburón», pensó.—Muy bien —dijo, ignorando sus temores e intentando aparentar que eraella la que estaba al mando de la situación—. Ahora, llevadnos hasta mimadre.

—La reina está ocupada con algunos asuntos de vital importancia en elPalacio de las Profundidades —se limitó a decir Tiburón sin variar su tonode voz—. Os llevaremos hasta el Palacio de Verano, donde podréisesperarla —añadió, tras lo cual hizo otra señal con la garra y dos de losguardias se separaron del grupo, lanzándose al agua.  

«Van a llevarle un mensaje a mi madre», pensó Tsunami mientras laalegría invadía todos los rincones de su cuerpo. Por fin estaba cerca deconseguir todo lo que siempre había soñado. «Hoy conoceré a mis padres».Las islas se fueron sucediendo con rapidez bajo ellos, mientras volabanen dirección al palacio rodeados de una guardia real de Alas Marinas. 

Algunas islas eran pequeñas superficies de arena, apenas lo suficientementegrandes para que aterrizara un dragón en ellas, mientras que otras eranenormes torres de roca que sobresalían directamente del agua. Por delantede ellos, Tsunami vio una roca pálida que parecía un enorme esqueleto dedragón repleto de agujeros y recovecos.

La nariz de piedra del esqueleto señalaba hacia otra isla, esta rodeada derocas de aspecto amenazante, cuyos lados eran de hecho acantiladoscortados a pico. La parte de arriba era una selva salvaje, formada por unagran cantidad de lianas gruesas y verdes y de árboles tan juntos que nohabía ni un solo claro para poder aterrizar.

Tsunami se sorprendió cuando Tiburón giró de repente y planeó hasta labase del acantilado. Aterrizó entre dos grandes rocas afiladas en forma deespiral, que parecían los cuernos de un dragón, y desapareció en el aguacristalina. 

Pestañeó. ¿Adónde había ido? El agua era tan clara que podía ver a dosenormes y gordas tortugas negras que paseaban por la arena en el fondo. 

Entonces, uno a uno, la mitad de los guardias que los rodeaban siguierona su comandante y desaparecieron por el mismo sitio. Todo rastro de ellosse esfumó mucho antes de que desaparecieran las burbujas que habíaprovocado su amerizaje.

—Cieno, para —dijo, tirándole del ala—. 

¿Abisal?—Es la entrada al Palacio de Verano —le explicó el Ala Marina—. 

Nohay otra manera de entrar. Tendréis que nadar.Sol dejó escapar un pequeño gritito de disgusto. 

—¿Cuánto? —le preguntó.

—Solo tendréis que estar bajo el agua durante cortos periodos de tiempo—le explicó—. Ha sido rediseñado para que la reina Ampolla puedavisitarnos.

Wings of Fire: La princesa perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora