CAPITULO 10

70 3 1
                                    


«Se lo digo». 

«No se lo digo».

«Madre necesita saber quién es». 

«¿Pero y si cree que la hemos matado nosotros?».

Tsunami no sabía qué hacer. Aquello era demasiado extraño para ser unacoincidencia. ¿Que apareciera el cadáver de Rapaz no muy lejos del Palaciode Verano justo cuando aparecen los dragonets del destino? Si Tsunamiadmitía que la conocía, ¿el primer pensamiento de su madre no sería que losdragonets la habían matado?

Después de la forma en la que sus amigos habían estado mirándola todoeste tiempo... no quería ver la misma expresión de miedo y desconfianza enlos bellos rasgos de su madre. Esas miradas de «¿qué clase de dragóneres?» o «¿se puede confiar en ti?» y también la de «¿a quién más vas aatacar ahora?»... No podría soportarlo.

Estuvo preocupada dándole vueltas a lo mismo durante todo el camino deregreso al palacio. Por suerte regresaron volando, así que pudo descansarlos músculos. Pero entre la gran cantidad de dragones que los rodeaban ylos mensajeros yendo de un lado para otro, no tuvo ni un solo segundo parahablar a solas con la reina. 

De vuelta en el palacio, la reina Coral le pidió a Tsunami que la esperara,mientras se llevaba a la sala de guerra a varios de los dragones del Consejo.Tsunami se sentó en uno de los pilares del pabellón y observó a losdragones que entraban y salían de allí. 

«¿Quién querría matar a Rapaz? Sin contarnos a Gloria y a mí, claro».Echó un vistazo a la cueva donde retenían a sus amigos y a los guardiasque vigilaban la entrada. Pensó que debería ir a comprobar si los otrosdragonets estaban bien, pero... ¿qué pensarían cuando les contara lo que lehabía pasado a Rapaz?

¿Y si sus amigos decidían que no estaban seguros allí? Puede queNocturno consiguiera convencer a los demás de que el asesino de Rapazaún estaba allí cerca, esperando para matarlos a ellos también. Lesconvencería para largarse del Reino del Mar, y eso era algo para lo queTsunami aún no estaba preparada.

Ahora mismo estaban demasiado enfadados con ella como para pensarcon claridad. Además, seguramente, también estarían muy gruñones porhaberse pasado toda la tarde encerrados en una cueva, como si volvieran aser prisioneros.

Lo mejor era esperar a que se convencieran de lo maravilloso que eraaquel lugar antes de contarles nada. Le pediría a su madre que al díasiguiente los dejara salir para el banquete o algo parecido. Eso animaría, almenos, a dos de ellos. 

«Sí. Es un buen plan. Evítalos hasta mañana y entonces se lo podráscontar todo». 

Además, estaba tan cansada... Se había hecho de noche mientras volabande regreso al Palacio de Verano y ahora el lugar solo estaba iluminado poralgunas medusas luminiscentes bajo el agua. Aquello no representabaningún problema para los Alas Marinas, que eran capaces de ver en laoscuridad, pero seguramente no les haría ninguna gracia a sus amigos.

 Otra pelea que podría esperar hasta mañana.

El alivio la invadió cuando la reina bajó del piso del Consejo y la guio através del lago. Las habitaciones de la reina Coral en el Palacio de Veranoestaban preparadas en una cueva enorme bajo el agua, justo debajo de unade las cascadas, rodeada de un bosque de algas verdes y brillantesanémonas doradas. Había un par de delfines esculpidos en piedra en laentrada. Las paredes estaban cubiertas de esmeraldas y perlas y, parasatisfacción de Tsunami, las camas estaban hechas de suaves algas. 

Había una cama preparada para Tsunami junto a la de Anémona. Con unsuspiro, se dejó caer sobre ella. Dormir bajo el agua sobre un lecho de algasmarinas y no sobre la dura roca del exterior era mucho más maravilloso delo que nunca se hubiera imaginado. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 12, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Wings of Fire: La princesa perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora