Capítulo 6

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Los brazos de Izana rodearon el cuello de Takemichi y, por un momento, éste estuvo seguro de que todo había terminado para él. Izana estaba tan cerca de él que Takemichi podía oler la fragancia floral que irradiaba de él en oleadas, potente y embriagadora. Hacía que la cabeza de Takemichi se nublara y sus huesos se sintieran gelatinosos, y como una presa atrapada en medio de la trampa de un depredador de dulce aroma, estaba dispuesto a aceptar incluso la muerte a manos de Izana con tal de poder deleitarse con ese aroma para siempre.


Fue hasta que la frente de Izana casi chocó con la suya cuando Takemichi se dio cuenta de que Izana no lo estaba estrangulando. Le estaba abrazando.


Izana se sentía extrañamente frío al tacto. No tenía el calor confortable de otras personas, pero Takemichi no tuvo tiempo de preguntarse por qué. Izana se inclinó hacia delante y enterró su cara en el hombro de Takemichi, y éste se dio cuenta con una sacudida de que el chico en sus brazos estaba literalmente temblando.


―No digas nada―, levantó la cabeza Izana y ordenó antes de que Takemichi pudiera hablar, lanzándole una mirada ferozmente orgullosa. ―Si hablas, yo...―


Izana cortó sus propias palabras cuando se produjo otro trueno. Se estremeció y su rostro se llenó de tal horror que cualquiera que lo viera se asustaría de que él mismo hubiera sido alcanzado por el rayo, luego se acurrucó más cerca de Takemichi mientras ésta seguía inerte en el suelo, con confusión y aturdimiento.


El Izana que le había estado aterrorizando todo este tiempo había sido una figura imponente y terrible para él. Pero este Izana que ahora temblaba en sus brazos no era más que un niño asustado. Takemichi no podía conciliar las dos visiones de Izana en su cabeza, pero no tenía tiempo para pensar en ello cuando Izana seguía temblando encima de él como un animal salvaje asustado.


No sería muy difícil marcharse, se dio cuenta Takemichi. Izana se aferraba a él, pero su agarre no era lo suficientemente firme como para mantener a Takemichi allí, sobre todo cuando los propios dedos de Izana temblaban tanto que apenas tenía agarre sobre Takemichi.


Takemichi alargó la mano para agarrar el borde de una manta que colgaba de la cama y la lanzó rápidamente sobre la cabeza de Izana, sorprendiéndola por un momento. Antes de que Izana pudiera reaccionar o arremeter, Takemichi rodeó a Izana con sus brazos para acercarlo, y finalmente le devolvió el abrazo. Izana se quedó paralizada, mirando a Takemichi con ojos muy abiertos e incrédulos. Cuando Takemichi habló, se aseguró de que su tono fuera lo más suave posible.


―No tengas miedo―, dijo Takemichi. Todavía estaba asustado y nervioso al estar cerca de Izana, pero a pesar de su corta edad, sus instintos de omega se estaban apoderando de él y no podía resistirse a tratar de cuidar a un niño asustado. Takemichi acarició el pálido cabello de Izana y ahuecó la pequeña cara de ésta entre sus manos para que pudiera mirarle a los ojos y darse cuenta de que no había ninguna amenaza.


Izana pareció calmarse ante esto, parpadeando lentamente mientras miraba fijamente a Takemichi, como si estuviera en un trance asombrado. Por primera vez, Takemichi no se sintió tan asustado cerca de Izana, ni de la tormenta que había fuera. Era difícil tener miedo cuando estaba concentrado en el cuidado de otra persona.


Entonces, sin mediar palabra, Izana presionó su frente contra la propia sien de Takemichi en un gesto casi enternecedor mientras su duro agarre en el brazo de Takemichi se aflojaba lentamente. Pero cuando su mano bajó, reveló las gotas de sangre que habían brotado de los antebrazos de Takemichi, procedentes de los desgarros en la piel causados por las afiladas uñas de Izana.

Una rosa con otro nombre [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora