CAPÍTULO 8

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Salí de mi habitación con el bañador puesto, llevaba también una camiseta sin mangas y mi toalla en el hombro. Bajé las escaleras lo más lento que pude, como si esperara tardar lo suficiente como para que al llegar a la alberca ya no hubiese nadie ahí. Pero lógicamente no fue así, apenas crucé la puerta trasera lo vi.
Zee estaba en el agua, nadando tranquilamente bajo los pocos rayos de sol que alcanzaban a llegar. Traía un bañador de color azul y no llevaba camiseta como los otros días. Su piel blanca relucía cuando los rayos del sol la alcanzaban.

Sacudí mi cabeza para alejar su imagen de mi mente y desvié mi mirada. Dejé mi toalla sobre la tumbona y me senté en la orilla de la alberca con los pies dentro del agua. En ese momento Zee dejó de nadar y se recargó en la pared de la piscina que estaba frente a mí, lo vi pasar sus manos por su cabello mojado, la respiración casi se me va cuando peinó su cabello hacia atrás y justo en ese momento se percató de mi presencia sonriendo como si estuviera feliz de verme.

—Hey, pensé que no vendrías.

—Estaba aburrido— respondí con algo de dificultad.

—Me alegro— sonrió nuevamente y luego me observó— lindos shorts—señaló mi bañador color naranja de orillas amarillas.

Por un momento sentí que se estaba burlando como la mayoría de las personas cuando lo miraban, no es que fuera feo, pero a muchos no les agradaba este color y decían que no era para nada favorecedor.

—Me gusta el color— continuó— se te ve muy bien.

—Gracias— dije bajito e inconscientemente sonreí, estaba sorprendido en verdad por sus palabras.

—Entonces... ¿vas a entrar?

—Eh sí, en un rato más.

Lo vi sonreír y entrar nuevamente al agua, nadó la poca distancia hacia donde yo estaba y cuando estuvo aquí, se apoyó con las manos en la orilla de la alberca a cada lado de mí y se impulsó hacia arriba haciéndonos quedar frente a frente.
No pude evitar la sangre caliente que subió por mis mejillas al tenerlo tan cerca, tampoco evité observar sus pestañas húmedas, sus ojos, su boca y tampoco pude evitar bajar la mirada hacia sus brazos que estaban tensos por la fuerza ejercida para estar en aquella posición, dejé de respirar.

No sabía si tenía que decir algo, tampoco si él iba a decir algo, pero cuando decidí que lo correcto era empujarlo de vuelta al agua, él se me adelantó. De un solo movimiento regresó a ella, llevándome con él.

El impacto al caer dentro me hizo cerrar los ojos y aferrarme a lo que tenía más cerca. Sentí como los brazos de Zee me rodeaban aún la cintura cuando desde el fondo se impulsó nadando hacia la superficie.

—¿Por qué hiciste eso?— reclamé cuando por fin pude respirar con regularidad.

—¿Qué? ¿no te querías mojar?— dijo riendo y yo fruncí el ceño— vamos, no seas gruñón.

Quise golpearlo y fue ahí cuando me di cuenta que mis manos aún seguían sobre él. Cuando caímos al agua mi primer instinto fue aferrarme a lo más cercano y eso era él, mis manos se habían enganchado de sus hombros como si fuera un salvavidas.
Rápidamente alejé mis manos de él y nade de vuelta a la orilla.

—¿Sabes? Eres muy divertido— dijo llegando a mi lado.

—No entiendo.

—Bueno, no hay que hacer mucho para pasarla bien contigo. Es fácil convivir y eres gracioso sin querer serlo. Eso es lindo.

—Gracias, supongo.

Sonrió de nuevo ¿su propósito en la vida era sonreír siempre o qué?

Después de eso nadamos un poco más, y más tarde él propuso una carrera de nado y yo no me negué. Gané en varias rondas y lo vi hacer pequeños pucheros de inconformidad mientras pataleaba en el agua, fue demasiado gracioso de ver.
La estaba pasando tan bien, que no sentí el tiempo correr y cuando nos dimos cuenta, Nat y Max estaban frente a nosotros mirando como nos lanzábamos agua en un intento de competencia para decidir qué película mirar después de la cena.

Tu casa ¡es mi casa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora