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¿De dónde habrá salido aquel hombre que atentó contra el fatui?

El asunto tenía desconcertado a Kaeya, se quedó durante más de una hora tratando de pensar en una posible explicación del suceso de anoche, pero no pudo llegar a nada. Esta demás mencionar que el hecho de que una persona muerda a otra es totalmente fuera de lo común, y es algo tan primitivo y tan salvaje que debería de tener un buen trasfondo para justificarse.

Luego algo hizo clic en su mente, al recordar que el fatui presentaba cicatrices similares a las que dejaría una bestia, eran arañazos y mordidas profundas, cosa que difícilmente haría un ser humano sólo por mera diversión. ¿Teniendo esto en cuenta, de qué fenómeno podría tratarse? Era más que evidente.

-¿Un vampiro? Por favor Kaeya, ambos sabemos que esas cosas no existen.

Aether se mantuvo escéptico ante el escenario que le propuso el de tez morena. Tomó al seco su juguito de manzana y se dispuso a seguir escuchando a su interlocutor.

-Si en este mundo pueden haber elfos, zombies, y animales que hablan, ¿por qué se te hace imposible de creer que sea un vampiro?

El chico rubio dió un brusco golpe a la mesa, en modo dramático.

-¡Porque nunca se ha visto uno! Yo te digo, en todos mis años de trayectoria jamás me he topado con un vampiro, ni siquiera se han mencionado alguna vez.

-Tienes razón... pero tal vez eso lo hace aún más verídico. Imagina que recién comiencen a aparecer los dichosos vampiros como una plaga, o como una epidemia, y que luego en todo Teyvat se contagiara de eso... -notó que el contrario ya no le estaba prestando atención y sacudió sus hombros- ¡Aether, escúchame! Lo que te digo es importante.

-Está bien, tampoco tenemos forma de averiguarlo al 100%, así que tu hipótesis puede que si sea verdad. Pero solo el tiempo lo dirá, ahora si me disculpas tengo una reunión en Inazuma, nos vemos.

Y con esto se dió finalizada la segunda reunión de Aether y Kaeya.


Más tarde de vuelta en la sede el día transcurrió con normalidad. Para disminuir un poco su ansiedad, Kaeya se digirió al obsequio del ángel como cada noche, encontrándose con el típico ambiente fiestero que suele surgir a esas horas. Sus amigos, Rosaria y Venti, lo esperaban con cerveza y vino de diente de león y su corazón se sintió pleno. Aquellos licores eran tan adictivos y majestuosos para su paladar que incluso los consideraría como el elixir de la vida.

Luego de una cómoda y ligera plática Kaeya quiso meterle conversa a Charles, el bartender suplente de Diluc en ese entonces.

-¿Qué tal van las cosas? ¿La vida te ha premiado con algo bueno?

Un suspiro salió de los labios del contrario.

-Para nada sr. Kaeya, todo parece ir en picada. Por mi parte la verdad no hay ninguna novedad, sin embargo... los temas con el viñedo siguen generando tensión.

-¿A qué te refieres?

-Verá, las empleadas me dijeron que anoche el sr. Diluc se escapó de la mansión, y no pudieron dar con su paradero hasta que él mismo volvió esta mañana.

-¿Escaparse? ¿Pero por qué?

- No estoy seguro, tampoco quise pedir más detalles porque se sentía muy pesado el ambiente, pero por lo que entendí nadie le había dirigido la palabra antes del suceso, él tampoco dijo nada, solo llegó y escapó rápidamente del viñedo.

- Cielos, eso está muy jodido... ¿Y como está él ahora?

- Realmente no podría decirle, porque Connor me contó todo esto hace poco rato.

Kaeya estaba sintiendo el efecto del alcohol sobre su cuerpo, pero el asunto con Diluc se volvió prioridad en su mente. Pensó en ir a visitarlo nuevamente, aunque ya era bastante tarde para eso. Su mirada permaneció clavada en el estante de madera frente suyo, mientras trataba de formular algo que hacer frente a lo que acababa de oír. Además, ¿por qué Diluc actuaría así, aún sabiendo que su cuerpo se encuentra extremadamente debilitado? Kaeya estaba muy confundido, necesitaba estar en un lugar más tranquilo donde pudiera pensar.

Terminó sentándose en las escaleras que llevan hacia la iglesia para, tal vez, sentirse más escuchado por el arconte anemo. Había llevado una botella de vino consigo para apaciguar su inquietud, ya que muchas preguntas estaban acechando su cabeza y pocas eran las respuestas para aquello.

-¡Kaeya! -llamó una suave voz detrás suyo.

- Hola Bárbara.

La mencionada se sintió espantada con lo devastado que lucía Alberich en su momento.

-¿Que pasó? ¿Por qué estás bebiendo al lado de la iglesia?

Al notar esto Kaeya de inmediato se levantó de las escaleras y escondió la botella de vino detrás suyo, en un desesperado intento de hacer que la chica olvidara lo visto.

- Perdóname, no fue mi intención... la verdad es que estoy algo preocupado, no es nada importante, solo-

- Ven conmigo, puedo hacerte un té para los nervios si quieres, y de paso me llevo esta botella para que no sigas bebiendo

-¡No! Ejem... No hace falta, Bárbara. Son solo asuntos que debo ver mañana con más calma, no te preocupes.

- Bien, pero prométeme que no seguirás bebiendo aquí afuera.

- Por supuesto, de hecho ya me iba a mi casa -soltó una risa- Muy bien, por favor ignora que me viste en este estado. Nos vemos.

Se fue con la mirada baja y con un leve sonrojo de vergüenza, el cual no duró mucho tiempo. Seguía bebiendo en el camino, y los sucesos de ese día se volvían a repetir en su cabeza para tratar de sacar algo de ello, tal vez un detalle que dejó pasar en el momento, o algo que podría investigar más tarde.

Y en eso, durante el trayecto algo se hizo presente, y es que recordó que durante su pequeña charla con el fatui, éste no había dejado de observar objetos rojos, y junto a eso la única pista que se tenía sobre el aspecto de su atacante eran los profundos ojos rojos que éste tenía. Extraño, pero más extraño era que lo ocurrido coincidiera con la fuga de Diluc, ¿Acaso tenía algo que ver?

Thirsty | KaeLuc [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora