Capítulo 3

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Entre juegos y risas, el día se había desvanecido ante los ojos de los chicos, que volvían a la casa sintiendo como la temperatura bajaba gracias a la llegada de la noche.

— ¡Ya los iba a llamar! - exclamó la madre de Thoma, viéndolos llegar con sus cosas de playa. - Vayan a darse un baño que dentro de poco comemos. La abuela dejó todo listo en el armario.

— Ok, gracias Ma. - respondió Thoma mientras seguía a Ayato hasta su habitación.

— ¿Te importa si voy primero? - preguntó el mayor, apoyando sus cosas en el blanquito del cuarto.

— Claro, como quieras. - respondió el rubio.

Thoma se sentó a esperar en el triste colchón, ya que lamentablemente había perdido el derecho a la cama. Esos momentos de soledad fueron perfectos para pensar un poco en lo que planeaba hacer esa noche. ¿Como podría sacar el tema sin incomodarlo? Tendría que buscar una forma de hablar de eso naturalmente, no quería poner incómodo a su amigo. Nunca pensó que se encontraría en esa situación. Ya sabía que le gustaban los chicos hace bastante, pero jamás pensó que caería por su mejor amigo, el chico más inteligente, lindo, elegante, ágil, alto, misterioso, atractivo y trabajador que conocía. Era algo absolutamente disparatado.

Thoma se arrojó en la cama con frustración. ¿Como era posible que con tan solo pensar en su existencia sus mejillas ya se calentaran? Tenía que dejar la frustración de lado y aclarar su mente, tal vez tener fé en el futuro le daría un empujoncito. Tapó sus ojos con sus palmas, intentando soltar todo para poder enfriar sus pensamientos.

— ¿Terminaste con tu mental breakdown silencioso, o te dejo más tiempo?

Thoma despertó de sus pensamientos de un salto, viendo como Ayato salía del baño con su elegante pijama azul. Parecía sacado directamente de una película de romance, el típico joven rico y atractivo que mágicamente se enamoraba de la protagonista más aburrida y básica del mundo.

— Siento asustarte, Thoma, pero deberías ir rápido. No queremos perdernos la cena, ¿no es así? - dijo Ayato, acompañando la frase con un guiño y un tono juguetón.

— Claro, voy enseguida. - Thoma buscó sus cosas y entró corriendo al baño, escondiendo su muy aparente sonrojo.

Ayato lo observó cerrar la puerta, un poco asustado de que el otro se diera cuenta del coqueteo que acababa de soltar. Aparentemente su amigo estaba con la cabeza muy llena como para prestar atención a sus alrededores

Thoma no tardó en alistarse y en cuestión de minutos estaban los dos sentados a la mesa, esperando con ansias la comida.

— Te duchaste en tiempo record, parece que también tienes hambre. - dijo Ayato, mirando a los ojos verdes del rubio.

— No hay nada como la comida de mi abuela, Waka. Más si se trata de comida de mar. - contestó el menor, mirando con gula a la comida que estaba terminando de ser preparada.

— En ese caso, estoy aún más ansioso.

Ayato paró por un segundo para pensar. Notaba a Thoma un poco extraño últimamente... ¿había pasado algo? Parecía nervioso y desorientado. ¿Estaría enfermo? Tal vez debería preguntárselo esa noche, por si el tema no era apropiado para tocarlo frente a su familia.

— Aquí tienen, coman despacio, no queremos accidentes. - soltó la madre del rubio mientras apoyaba la comida en la mesa.

Incluso Ayato, quien solía comer como un principe en una cena real, no pudo evitar aspirar la comida en un santiamén. Thoma se reía al ver el brillo en los ojos de su amigo, como si esa comida fuera el verdadero amor de su vida.

Entre la costa y el mar - Thomato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora