El viaje de vuelta a la casa fue tranquilo. Les fue difícil salir de la isla, ya que querían aprovechar ese momento a solas al máximo, pero sabían que volver de noche era muy peligroso. Cuando finalmente llegaron, la playa los recibió con un riquísimo aroma a comida, proveniente de la casa de Gloria.
— ¿Ya están preparando la cena? Pero recién se está poniendo el sol... - preguntó Ayato, un poco confundido.
— Eso huele a... - los ojos de Thoma se abrieron de par en par con felicidad al percatarse de lo que sus sentidos le decían - ¡¿Arroz de coco?!
— ¿Que tiene de tan especial?
— Es la mejor cosa que vas a probar en tu vida. - el rubio agarró la muñeca del mayor y comenzó a correr hacia la casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Apenas entraron el aroma se volvió mucho más fuerte y los familiares de Thoma se voltearon para saludarlos.
— Se tomaron su tiempito en la isla. - dijo la mamá de Thoma una vez que los vieron entrar, con las manos en su cintura.
— ¿Que estaban haciendo de interesante? ¿Contando los granitos de arena? - bromeó su padre acompañando la burla de su esposa.
Thoma soltó la muñeca de su amigo y río incómodo, intentando esconder el sonrojo que tenía en sus mejillas.
— Nos quedamos descansando ahí arriba, la remada nos cansó bastante. - salvó Ayato mientras el menor aún estaba congelado de la vergüenza. Claramente no era de esconderle mucho a sus padres.
— Ya veo, en ese caso deben de estar hambrientos ahora que llegaron. - mencionó Gloria desde la cocina. - Para su suerte estoy preparando un arroz de coco con camarones que, no es por presumir, pero me quedó increíble. Solo hay que esperar a que se cocine todo y comemos en una hora.
— ¡Gracias Abue! Es de mis comidas favoritas. - agradeció Thoma con una sonrisa de oreja a oreja.
— Ahora vayan a darse un baño que así de sucios no van a comer. - ordenó la anciana apuntando hacia el cuarto.
Los jóvenes salieron casi corriendo hacia la habitación para estar listos para la cena, no querían perderse eso que olía tan bien por nada del mundo.
— Tu cara cuando tu papá nos preguntó qué estábamos haciendo no tiene precio. - se burló Ayato entre risas una vez que cerraron la puerta.
— ¿Y que quieres que les diga? ¿Que me estaba besuqueando con mi supuesto mejor amigo? Obvio que me iba a sonrojar.
— No tienes remedio. Además, aún soy tu mejor amigo, podemos ser amigos y novios ¿no es así?
— Por tu suerte sí, si no no tendrías amigos.
— Hey, si logré hacerme amigo de Itto... luego de unos meses de convivir con él en clase de deporte.
— No fue por mucho esfuerzo de tu lado, solo soltaste una pequeña charla motivational y al toro ese le pareció la mejor filosofía de vida, de ahí en adelante él fue el que no te soltó.
— Sea mi hazaña o la de él, es mi amigo después de todo.
— Como diga señor. - rió Thoma, sacándose la camiseta llena de sal y aún un poco húmeda.
Ayato se quedó mirándolo atentamente, apoyado contra la pared. Lo miraba de arriba a abajo con una media sonrisa y un aire agrandado que ya era típico de él.
— Ya sé que estamos juntos ahora Waka, pero tampoco puedes perder cualquier tipo de vergüenza.
— No sé a lo que te refieres, solo te estoy esperando para darme un baño. - respondió el mayor con una cara falsa de angelito.
— No tienes remedio. - suspiró el rubio aguantando la risa y aún sonrojado.
El silencio reinaba mientras Thoma terminaba de prepararse para entrar al baño. La tensión era tan fuerte que podrían cortar el aire con una tijera. El mayor no despegó su mirada del rubio hasta que este cerró la puerta del baño para darse una ducha.
Desde el otro lado, el menor estaba completamente rojo e intentaba terminar lo más rápido posible para cenar sin que el peli-azul se percatara del rubor en sus mejillas.La velada, luego de darse un baño, se pasó volando. La deliciosa comida de Gloria fue aspirada en cuestión de segundos y no solo por Thoma y Ayato, el padre del rubio no dejó un grano de arroz en el plato. Después de comer jugaron una amigable partida de póker donde Gloria destruyó cualquier orgullo que cualquiera de los otros participantes habrían llegado a tener y luego se despidieron para irse a dormir.
Era una noche silenciosa y la brisa veraniega entraba por las ventanas. Thoma y su madre lavaban los platos alumbrados tenuemente con la cálida luz de la cocina, manteniendo un silencio cómodo y reconfortante.
— Pasó algo hoy en la isla, ¿no? - preguntó la madre del rubio, rompiendo el silencio y sorprendiendo a su hijo quien se quedó congelado.
— ¡No pasó nada! - respondió Thoma, nervioso. - ¿A que viene la pregunta?
— No me trates de tonta, llevas sonriendo como un bobo desde que llegaste y cada vez que te pregunto algo al respecto te pones a la defensiva. Yo te crié, no creas que es así de fácil engañarme.
— No pasó n-
— Ya tenía claro que te gustaba el peli-azul ese, ya nos lo dejaste bien claro hace tiempo, entonces ni vale la pena terminar esa frase. Lo que quiero saber es si ahora están juntos, o si fue otra cosa lo que hizo el don príncipe que te dejó así.
— ¡¿Q-qué?!
— Ya lo sé, soy increíble, mi instinto de madre nunca falla. Ahora cuéntame todo antes de que ese "amigo" tuyo se extrañe de lo mucho que estas tardando en lavar los platos.
Thoma se tapó la cara con vergüenza, lo habían leído a la perfección. Se tomó un tiempo para respirar hondo y preparar cuidadosamente sus palabras para convencer a su madre de no pedir más información.
— Llevaba queriendo contarle lo que siento hace bastante, no fue la gran cosa.
— ¿Entonces tu diste el primer paso? Sorprendente.
— Bueno... - su corazón paró de latir por un segundo al recordar el beso de esa tarde, aunque intentó disimularlo para no tener que revelarle más información a su madre y hacer todo más incómodo. - ...en parte sí di el primer paso, pero Ayato me ganó a verbalmente confesarse primero.
— Así que están juntos.
Thoma asintió tímidamente, enfocándose obsesivamente en el plato que estaba lavando para no tener que mirar a su madre a los ojos.
— Supongo que tendré que vigilarlos más de cerca cuando duerman en la misma cama.
— ¡Mamá! - explotó el rubio con la cara completamente roja y una expresión que mezclaba indignación y vergüenza.
Su madre explotó en risa mientras el menor terminó de lavar los platos agresivamente y cerró la puerta de golpe al entrar al cuarto exclamando "¡Esas cosas no se dicen!". No tenía remedio.
Ayato miraba curioso a Thoma mientras este se peinaba el flequillo para atrás, intentando ocultar la vergüenza. El mayor mentiría si dijera que no le aceleró el corazón ver esa escena.
— ¿A que se debe esa ruidosa entrada? - preguntó Ayato con curiosidad.
— No es nada. - respondió el rubio, subiéndose a la cama completamente rojo.
— Ya, ya. Vamos a descansar. - dijo el mayor abriendo sus brazos, invitándolo a un abrazo.
Thoma rió suavemente y envolvió a su pareja con sus brazos, hundiéndose en el cálido cuerpo que lo llevaba esperando por un tiempo.
— Te quiero. - susurró el rubio.
— Y yo a ti querido.
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Entre la costa y el mar - Thomato
RomanceThoma y Ayato se conocían desde hace años y pasaron por muchas cosas juntos, aunque, extrañamente, jamás habían viajado juntos. Durante las vacaciones de verano, después de terminar los terribles exámenes de la escuela, los jóvenes se preparan para...