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Los tres días pasaron de forma acelerada, o esa fue la percepción de Steve. Con Eddie en su casa la vida era mucho más interesante.

Durante la mañana desayunaban junto a Robin, quien no perdía oportunidad para hacer bromas de doble sentido o provocar a Eddie para que soltara algún dato sobre su reciente relación.

Luego, Steve iba al supermercado a comprar las cosas necesarias para el almuerzo del día mientras Eddie se duchaba. Cuando volvía ambos pasaban el rato en la cocina, conversando y riendo sobre cualquier cosa.

Con estas pláticas ambos pudieron conocer en mayor profundidad al otro. Steve, por ejemplo, se enteró de que Eddie era alérgico a las moras, que su animal favorito era el oso hormiguero, que escuchaba metal gracias a un chico que conoció cuando era pequeño, que le tiene miedo a los tiburones, que no sabe diferenciar el perejil del cilantro, que es pésimo cocinando, que el objeto más preciado para el es su guitarra y que desea dedicarse a la música.

Por su parte, Eddie presenció la obsesión de Steve por el baloncesto, descubrió lo mucho que le gustaban los libros clásicos y la ropa de marca. También aprendió que era un chef magnífico, y que a pesar de haber estado rodeado de privilegios toda su vida, Steve estaba feliz con su trabajo en Family Video.

Además, la cosa favorita que había descubierto sobre Steve fue en una noche cuando ambos estaban recostados en la cama, sintiéndose como idiotas y sonriendo al techo, Eddie se había levantado para buscar un suéter en el clóset de Steve. Cuando lo abrió se encontró con la sorpresa de que el chaleco sin mangas que le había dado al mayor en el Upside Down estaba colgado de un gancho, separado del resto. Eddie lo tomo casi con devoción y se giró hacia Steve, cuando esté vio lo que Eddie sostenía, se incorporó y avanzó hasta el.

-¿Que es esto?

-No es lo que piensas, yo... iba a devolvértelo, lo juro. Solo que nunca encontré el momento y conforme fue pasando el tiempo sentía que sería raro simplemente decirte que lo había guardado y no quería que pensarás que era algo excéntrico, aunque yo sabía que era un poco extraño pero...

Eddie beso a Steve, aferrándose a su cuello como si su vida dependiera de ello. Steve se encontraba un poco confuso, pero siguió el beso de todas formas, tomando la cintura del menor con una mano y acariciando su mejilla con la otra.

Cuando Eddie se separó, lo miro con una sonrisa.

-No me molesta idiota, solo quiero saber porqué.

Steve se puso a jugar con un cabello del menor y desvió la mirada de sus ojos, carraspeo sonoramente antes de hablar.

-Bueno, esa fue la primera vez que tuvimos un acercamiento fuera de los niños. Se que no es la gran cosa y no hubo nada romántico ni por el estilo pero... no lo sé, sentía que simbolizaba algo importante y no quería perderla porque podría significar que dejaría ir la única parte tuya que había podido obtener. - Steve se tapó el rostro con ambas manos dejando caer su cabeza en el hombro de Eddie. - ¡Dios! ¿Que me hiciste? Yo no era así antes de ti.

Eddie sonreía como un niño pequeño mientras abrazaba, con una sola mano, a su chico por la cintura. -Si, creo que acabo de convertir al gran Steve Harrington en un cursi.

Luego, por las tardes se sentaban juntos a ver películas, acurrucados en el sillón con una manta sobre ambos, más pendientes a las caricias del otro que a la propia televisión.

Y durante la noche las caricias pasaban a ser guerras pasionales llenas de intenso deseo y placer.

Así durante los tres días que Eddie debía mantener "reposo". Así que ahora, justo después de almorzar, Steve estaba en el auto, con el tío de Eddie de copiloto y el ya mencionado, en la parte de atrás, camino al hospital para que el doctor le examinará el brazo.

Inefables - SteddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora