Capítulo 4 • Luce

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Capítulo 4

***

Quisiera haber podido decir que no me afectó tu partida, que a pesar de todo lo ocurrido podía decir que estaba bien pero era mentira. Te llevaste mis ganas de seguir viviendo, me quitaste el aire que necesitaba para seguir respirando. Mi alma se sentía vacía. Debía admitir... Sí, debía hacerlo, que me hacía falta escuchar de nuevo su respiración. Sólo un instante, sólo un momento.

Pero ahora estás con alguien que no soy yo y me estoy muriendo por dentro, lentamente.

Agonizando.

***

16 de julio de 2008

Se sacó la licencia para hacerlo justo a los diecisiete, cuando se lo permitieron, pero ella se había desvivido desde meses antes para aprender a hacerlo con pulcritud y aprobar el día del examen. Alhena podía recordar que en su primer intento sintió como si cada célula de su cuerpo se hubiese encogido para guardarla en una caja microscópica para la vista y, al cabo de milésimas de segundo, estaba dentro del aro con la respiración entrecortada.

La presión en el pecho era algo a lo que se había acabado acostumbrando, pero nunca se habría imaginado que sería más soportable que el corazón roto.

Eso justo pensó cuando cerró los ojos y en un momento la recibió una brisa de aire más seco y asfixiante en el secarral cercano a La Madriguera, pues a pesar de haberse repuesto de la aparición casi inmediatamente, en su interior seguía destruida y sintiéndose tan pequeña como al estar aplastada en esa caja imaginaria.

Abrió los ojos lentamente y suspiró. La Madriguera, a pesar de estar solo iluminada bajo los últimos rayos del atardecer, permitía a Alhena comprobar que aún se mantenía en pie con dificultad a pesar de haber sido reparada tras la guerra.

Quizás simplemente era su esencia, pensó y prosiguió con paso firme y decidido los pocos metros que la separaban de la casa. Pero, y no pudo hacerlo de otra forma, se detuvo junto al cartel torcido de la entrada y apoyó en él su peso antes de hallar la fuerza para seguir adelante. Últimamente era demasiado cobarde, casi tanto como el joven polluelo que corría hacia el gallinero huyendo de un gnomo de jardín.

¿En qué momento pensó que era buena idea visitar a la madre del futuro marido de su hermana que, además, era su expareja? Alhena no lo sabía, pero maldijo mil veces para sí misma a Charlie Weasley por convencerla entre los tantos tragos de alcohol.

Finalmente, respiró profundamente y se acercó hasta la puerta del porche delantero. Los tablones de madera crujieron bajo su peso y la puerta resonó hueca cuando la golpeó.

Espero pacientemente, aunque habría preferido salir corriendo en el momento que escuchó unos pasos en su dirección de forma amortiguada. Pero ya había decidido que estaba bien de huidas, que ya no lo volvería a hacer hasta que la boda finalizase.

--Me sorprendes, Al --dijo una voz tras abrir la puerta--. Pensé que no vendrías.

--Charlie --saludó la chica con media sonrisa fingida--. Jamás te fallé en una promesa, ni siquiera estando hasta las cejas de whisky.

El pelirrojo río ante el comentario y abrió los brazos para recibirla con un gran abrazo que la estrujó. Jamás perdió la fuerza de sus músculos al dejar de jugar al quidditch, sino que más bien la potenció cuidando dragones.

--Sí, lo sé --admitió. Estaba tan sonriente que los ojos se le achinaban de felicidad y hacía resplandecer aún más sus pecas--. Pero perdí toda fe cuando tras beberte de un trago el séptimo vaso subiste encima de una mesa a gritar que eras una bludger salvaje.

It must have been love • || GEORGE WEASLEY ||  TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora