'tis the damn season

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|Sleep in half the day just for old times' sake

I won't ask you to wait if you don't ask me to stay

So I'll go back to L.A. and the so-called friends

Who'll write books about me, if I ever make it

And wonder about the only soul who can tell which smiles I'm fakin'

And the heart I know I'm breakin' is my own|


Harcourt los citó a todos a las 12:00 pm en el cuartel general, debían preparar todo para la Misión Negra de hoy en la noche. No podían permitirse errores, de ningún tipo. El menor daño posible, siempre debe ser la prioridad.

Mia sentía que la cabeza le explotaría en cualquier momento, lo primero que tragó al despertar fue una pastilla de ibuprofeno y decidió que no dejaría de tomar bebidas rehidratantes por lo que quedaba del día; se juraba que no volvería a tomar de esta manera, mucho menos fumar tanto y peor aún, no dormir bien. Después de los 29, iba a tomarle algunos días recuperarse de aquello.

Se levantó como pudo, tomó un baño con agua fría y se puso lo más cómodo que encontró en su armario; se vio en el espejo para acomodar el vestido color lavanda que usaría el día de hoy, trenzó sus cabellos negros y maquilló con esmero su rostro para ocultar algunos rasguños.

Al llegar se encontró con Adrián en la puerta, quien tenía los ojos hinchados y enrojecidos, además de una boba sonrisa.

—¿Qué mierda te paso?

—Cosas de héroes, ¿Y a ti?, Te ves horrible.

—Salí de fiesta con unas amigas —paso a su lado —. Buenas tardes, John.

—¿Tú?, ¡Imposible que tengas amigas! —su ceño fruncido ahora adornaba su cara.

—Vete a la mierda Adrian.

Él le sonrió y desapareció detrás de ella.

—¿Estás bien Mia? —preguntó John viéndola con el ceño fruncido.

—Tengo resaca. Muero de hambre. Y casi no dormí.

—Al menos te divertirte.

—La verdad es que sí.

—Demonios, nosotros estuvimos trabajando y escuchando todas las estupideces que Chris puede llegar a decirle a la gente. Es muy extraño.

—¡Mierda, suena horrible!

—Toma —Adrian le ofreció una taza de té oscuro —tal vez ayude.

—Gracias —Mia le sonrió.

Toda la tarde se la pasaron verificando que todo funcionará bien, ensayaron el plan una y otra vez. Emilia les prohibió llevar armas e hizo que Adrian prometiera que no mataría a nadie.

—No es divertido —dijo Adrian con un puchero.

—No se supone que lo sea, es tu maldito trabajo —Harcourt sonaba amenazante.

—Ya sé. Pero es tu obligación como jefa que nos sintamos motivados —respondió convencido.

—¿Crees que tú productividad como empleado aumentaría si Harcourt te dejará matar a todo el que deseas? —dijo John viéndolo con el ceño fruncido.

—Sí. Eso es ponerse la camiseta.

—Maldito loco —dijo John volviendo a concentrarse en la pantalla.

SempiternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora