Día 1: Hospital

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Ajustó el nudo de su corbata verde, en un intento por liberar la tensión que lo asfixiaba, y la verdad es que Takemichi estaba más que aterrado.

Después de casi 10 años estudiando como loco, todos sus esfuerzos al fin daban frutos. Ese era su primer día como residente de neurología.

Durante todos sus años como estudiante soñó con convertirse en uno de los mejores médicos del país —ambicioso, mas no imposible—. Un sueño que por fin podía decir estaba cumpliendo, después de todo era el nuevo residente de en la reconocida clínica "Tokyo Dragon", la mejor de todo Japón. Y si fuera poco, estaría cerca de Shinichiro Sano, una de las grandes promesas en la medicina y su modelo a seguir.

—Hanagaki.

La voz firme, pero dulce de una mujer castaña, lo sacó de sus cavilaciones. La reconoció al instante como Yuzuha, una amable enfermera.

—Me alegra mucho que estés aquí —aseguró la chica, sonriendo—. Ya verás que te irá de maravilla.

—Eso espero —Se limitó a responder Takemichi. Sentía que en cualquier momento podría desmayarse.

Yuzuha notó el malestar del chico, pero decidió ignorarlo. Por experiencia sabía que lo mejor era mostrarle el hospital e integrarlo con el resto para que sus miedos desaparecieran.

Obediente, Takemichi se dejó guiar a través de los amplios pasillos del hospital, y para su sorpresa, la clínica resultaba ser mejor de lo que imaginó. La apariencia era pulcra con las paredes blancas, los ventanales con vista al amplio jardín de la institución, además de algunos murales que decoraban el lugar.

Incluso algunos pacientes mantenían entretenidas conversaciones con las enfermeras o algunos médicos.

Al mismo tiempo, Yuzuha describía lo más importante de cada área por la que pasaban, presentándolo con el resto del personal.

Claro que el novato Hanagaki robó la mirada de más de uno —sin que este fuera consciente de ello—, y no era algo que pudiera evitarse, después de todo, ver una expresión tan cálida teñida por unos hermosos orbes azules eran difíciles de ignorar.

Incluyendo una linda enfermera que al verlo pasar no dudó en sonreír al azabache, logrando avergonzarlo de inmediato.

Takemichi se regañó así mismo, no quería parecer un adolescente, pero los nervios y la sonrisa de la linda chica lo hicieron un caos.

Y tan concentrado estaba en sus pensamientos, que no pudo percatarse de la persona que pasó frente a él hasta que fue tarde.

—¡Qué demo...!

Las palabras quedaron en la garganta del azabache al mirar en el suelo a un chico rubio.

Takemichi no pudo evitar maldecir por lo bajo cuando notó la vestimenta clara y una pulsera en la muñeca del chico; era un paciente.

—Oye, ¿estás bien? —Se apresuró y ayudó al rubio a levantarse, tomando con delicadeza su mano—. Deberías fijarte por dónde vas.

El rubio ni siquiera se molestó en dirigirle la mirada, sólo haló su mano y dió un paso atrás indignado. ¿Cómo podría culparlo? ¿Acaso era idiota?

Takemichi escudriñó al chico durante unos segundos, tratando de averiguar si le había hecho daño. Sin embargo, la melena rubia ceniza y la piel nívea del chico no pasaron desapercibidos. Debía admitir que tenía una apariencia bonita pese a no ver por completo el rostro del chico.

—Tú eres el que debería fijarse, idiota —respondió ofendido el rubio, dándole la espalda.

Una pequeña risa escapó de los labios de Takemichi. ¿Cómo podía parecerle adorable ese desconocido?

Mitake week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora