Annette tenía sobre su cama variedad de vestidos, cada uno más provocativo que el otro, cada uno más atrevido que el otro. Estaba convencida de que ese día iba a lograr que Saúl reconociera sus sentimientos por ella. Entre el montón de ropa, sacaba prendas y las pegaba a su cuerpo mientras se miraba al espejo. Le fascinaba, a veces, la idea la idea de atravesar esa barrera de cristal donde se veía duplicada, encontrarse consigo misma frente a frente y acercarse a sí misma cada vez más, cada vez más cerca, sin dejar de sonreír, sin dejar de mirarse los labios.
«Imposible que no note cuán atractiva soy, definitivamente tengo que conquistarlo. Saúl es el único que me entiende», pensó Annette mientras elegía un pantalón de cuero negro y lo acompañaba de un corset de encaje color petróleo que se ceñía perfectamente a su cuerpo.Empezó a buscar sus botas altas, mientras veía cómo varios de sus amantes habían dejado pares de zapatos.
«Tengo que botar todo esto, aunque... podría tenerlos como trofeo».
A todos los había engañado con la misma mentira. Cuando empezaban a ponerse melosos luego de haber gozado con ella, Annette tomaba el celular, encendía la pantalla, fingía leer y les decía, con tono de preocupación: «Carajo, es mi hermana. Está a dos cuadras, rápido, necesito que te vayas». Todos ellos, pobres idiotas, habían reaccionado de la misma manera: se vistieron a toda velocidad, dejando de último los calcetines y los zapatos. Antes de que lograran ponérselos, Annette los sacó a empujones, y repitió casi a gritos que no había tiempo, y a todos los vio huir por el pasillo hacia las escaleras de emergencia, corriendo en medias como si los hubieran asaltado. De todos ellos se burló a las carcajadas, ya en el cuarto, mientras miraba los zapatos abandonados y se sentía como una asesina serial.
Se acercó a su tocador y luego de durar alrededor de una hora maquillándose, escogió una peluca con corte long bob. La parte de atrás del cabello corto, la parte de adelante larga, color rojo vibrante, que sobre su piel extremadamente blanca la hacía ver fantástica. Concluyó poniéndose un blazer y volvió a mirar al espejo antes de salir.
«Me veo gloriosa. Saúl tiene que notar el esfuerzo que he puesto en el look de hoy».
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De pronto, se despertó en la parada de autobús donde le tocaba bajarse, qué bueno haberse despertado justo en ese momento; bajó rápidamente y al poner un pie en la acera sintió cómo una suave llovizna la cubría. Se maldijo por no haber llevado el paraguas, pero afortunadamente no tenía que caminar tanto hasta llegar al edificio.
Annette caminaba con prisa, ya que iba a llegar tarde a su amada cita con Saúl: un hombre que pasó de ser su terapeuta, quien le brindaba soluciones sensatas para su caótica vida, a ser su obsesión.
—Llegas tarde... eh...
—Annette. A, doble ene, doble te y una e sin sonido al final... Luisa, qué mala memoria tienes para los nombres.
—Lo siento, linda, siempre ha sido así —respondió Luisa avergonzada —. Pero son los pro...
— Sí, claro, los protocolos del consultorio, claro que sí. No es mala excusa, pero deberías admitir que está ya un poco gastada, ¿no te parece?
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Caleidoscopio
General FictionHistoria de Andy P. French (@AndyPFrench), Mel Velásquez (@melvelasquez09) y Carlos Aguirre (@RandallFlaggCrow). Decenas de casos llegan a diario al consultorio del Dr. Saúl Hernández. Decenas de historias se cruzan ante sus ojos, historias de dolo...