Volvió a mirar por milésima vez el reloj de pared en el lugar, sin parar de mover su pierna con impaciencia; había pasado más de media hora allí sentado, esperando, viendo de paso cómo aquella mujer, Luisa, había dejado a un lado las flores que él se molestó en llevarle.«Me voy de aquí, esto es una estupidez», pensó mientras dejaba su mirada perdida en los pétalos rojos de los claveles y aceleraba de forma involuntaria el movimiento de su pie.
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De la nada un recuerdo llegó a su cabeza, un plato con un gran corte de carne estampándose sobre la pared, gritos y alegatos de dos personas frente a él en el comedor y luego un golpe fuerte sobre la mesa que hizo temblar su plato de sopa de tomate.
Cuando alzó la mirada se vio a sí mismo en frente con la cara roja de la ira, empuñando las manos, mientras una mujer de cabello castaño de corte pixie muy corto le gritaba con enojo, siendo ambos los protagonistas de aquel alegato.—¡¡ESTOY HARTA DE TI, MARCOS!!
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Se sacudió la cabeza y masajeó sus sienes, mientras la última imagen de su recuerdo se le quedaba impregnada. La mirada de aquella mujer de ojos verdes venenosos lo succionaba a un lugar oscuro donde solo podía sentir terror. Suspiró de forma entrecortada mientras volvía y se descubrió de pronto con las manos temblorosas y la boca tan seca como un desierto de sal.
—Carlota... —pronunció en un susurro, notando cómo le temblaban los labios al nombrarla.
Fue sacado de su ensoñación de terror cuando la voz dulce pero robotizada de Luisa retumbó en el lugar.
—Señor Marcos, el doctor Hernández está listo para atenderlo.
—Gracias.
Pasó sin mirarla, no quería recordar el desplante que le había hecho y sumar eso a lo que el reciente recuerdo le había hecho sentir. Al entrar, el doctor Hernández lo esperaba sentado atrás de su escritorio, mientras una sonrisa calmada acompañaba esa mirada clara y serena tras sus lentes.
—Buenas tardes, Marcos. ¿Cómo te encuentras el día de hoy?
—La verdad he estado un poco confundido, doctor Hernández, espero que usted pueda ayudarme con eso.
Se acomodó la corbata mientras notaba la presencia impecable del joven doctor y paseó por un momento su mirada sobre el escritorio, notando nada más que libros y ni una sola foto familiar.—Siéntate, Marcos... ¿Qué pasa? ¿Algo referente a tu hija?
No tardó en sentarse con una pierna doblada sobre la otra, mientras pasaba una de sus manos sobre su cabello corto, peinándose hacia atrás y por un momento un leve recuerdo volvió a su memoria: escuchaba a su hija llorar amargamente, mientras cortaba el rostro de su madre de las fotos familiares .
—Bueno... De nuevo he estado un poco desorientado y... vi algunas cosas de mi hija que no hacen más que angustiarme, ya no sé qué hacer con ella.
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Caleidoscopio
General FictionHistoria de Andy P. French (@AndyPFrench), Mel Velásquez (@melvelasquez09) y Carlos Aguirre (@RandallFlaggCrow). Decenas de casos llegan a diario al consultorio del Dr. Saúl Hernández. Decenas de historias se cruzan ante sus ojos, historias de dolo...