Te siento, te escucho

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Dedicado a @LACDarknes

Sentía que le faltaba el aire, a pesar de sus intentos por controlar su respiración. El dolor en su costado quemaba terriblemente y sentía como la sangre manaba de la herida abierta por el tridente del dios del mar. Su visión estaba algo nublada, y sus oídos apenas podían reconocer los gritos de alegría de sus maestros en las gradas. Kojiro sentía que la cabeza le daba vueltas y sus ojos se cerraban. Sus piernas cedieron y cayó hacia atrás, sintiendo como sus espadas se escurrían de su agarre, casi como si desaparecieron.

Antes de caer, notó una luz a su lado y su espalda chocó suavemente con unos brazos delgados pero fuertes. Giró la cabeza hacia aquella luz, topándose con una visión conocida. Aquella valquiria de pelo negro, largo y trenzado, con su sombrero y gabardina ondeando al viento.

- ¿Estás bien?- Preguntó ella.

- Je, parece que tendré que depender de ti durante un rato más.

Hirst apoyó el peso del anciano luchador sobre su hombro, sosteniéndolo por el hombro. Pudo sentir todavía el corazón acelerado y su cuerpo emanando calor, consecuencia del cansancio y el esfuerzo sobrehumano. Ambos caminaron hacia la pasarela, acompañados por los vítores y alabanzas de los humanos, felices por haber conseguido su primera victoria. Ambos caminaron hasta llegar a la enfermería, donde la valquiria dejó al samurai en manos del extraño médico de aspecto juvenil.

Hirst caminó fuera de la sala y por el pasillo, asegurándose de que estaba sola. Se apoyó contra la pared, con la respiración acelerada y la cabeza le daba vueltas. Por primera vez desde que entró junto a Kojiro a la arena dejó salir toda la tensión que había acumulado. Enfrentarse al Zeus de los mares ya era aterrador por si solo, pero el sentir que su cuerpo se partía en dos casi la había hecho perder la concentración y, por tanto, el Volund. Por suerte, su poder se mantuvo y consiguieron ganar, pero aquellos minutos se habían sentido como si fuera a compartir el destino de sus hermanas. De repente, el dolor le atenazó el pecho, recordando los últimos momentos de sus dos hermanas pequeñas y pensando en la posibilidad de que tal vez pudiera haber compartido su destino.

Respiró hondo para intentar calmarse y retomar la compostura, pero fue imposible. La pena se transformó en ira mientras su flequillo cambiaba de posición y la vena de su frente se abultó tanto que parecía que le iba a explotar.

- ¡Os vengaremos, hermanas! ¡No dejaremos que vuestra muerte sea en vano!

Golpeó la pared con su puño, causando que la sangre brotara de sus nudillos y manchara las grietas del azulejo.

Lejos de allí, sentado en la cama, un herido samurái sonreía recordando el combate pasado. El dolor de su costado ya no le causaba molestia, sino que era un motivo de alegría y orgullo. En toda su vida había enfrentado contra un rival como el dios del mar, ni había deseado tanto seguir peleando. Y sin embargo, a pesar de que aquella experiencia había sido la más emocionante de su vida, algo le impedía sonreír del todo.

- Pensé que la primera victoria de la humanidad sería algo que traería más alegría.- Dijo Nostradamus, sin siquiera mirarlo.

- Perdón, simplemente estoy confundido por algo.- Respondió Kojiro.

Y realmente había algo que lo confundía. Durante aquel combate, entre la emoción, el miedo y la decisión, había otros sentimientos que no tenían razón de estar allí.

La ira, el dolor, la pena.

No era una emoción que hubiera sentido en ningún otro enfrentamiento, ni contra nadie en general. No las sentía tan fuerte como para cegarlo, pero estaban allí, como si solo las sintiera en parte. A pesar de sus fallos y su mala actitud, el dios de los mares no le había dado razones para odiarlo, ni había sufrido un daño particular por parte de aquellos seres, lo que solo hacía que aumentar su confusión ante aquellos sentimientos.

- ¿Alguna vez a sentido que las emociones dentro de usted, no son las suyas?

- Uhmmm, no.- Respondió Nostradamus de forma juguetona y despreocupada.- Pero nunca he tenido otro corazón.

Nostradamus le dedicó una sonrisa y un guiño juguetón antes de marcharse por la puerta. Kojiro se quedó pensando en aquellas palabras. ¿Otro corazón? ¿A qué se refería? ¿El corazón se puede cambiar? Mientras cavilaba sobre aquella idea, la puerta de la enfermería volvió a abrirse. En contra de sus expectativas, quien apareció no fue el médico rubio, sino la mujer que había luchado a su lado.

- ¡Oh! Estáis despierto.- Dijo, como si no esperara que lo estuviera. - Disculpad, estaba buscando a Nostradamus.

- Ha salido hace un momento. Estoy seguro de que volverá pronto.

Kojiro le dirigió una de sus sonrisas alegres antes de fijarse en la sangre que goteaba de la mano de la valquiria.

- Vuestra mano ¿Ha pasado algo?

- Perdonad. Tuve un pequeño accidente, no es necesario que os preocupéis.

Kojiro se quedó mirándola, confundido. Las palabras de Nostradamus cobraron sentido en su cabeza, notando la forma en la que sangraban sus nudillos. No era una forma en la que alguien se hiciera daño de forma normal.

- La verdad es que aún estoy algo conmocionado. No todos los días se enfrenta uno a un dios, y mucho menos se consigue ganar. No está mal para ser mi primera victoria ¿Eh? jejejeje. . .-

Kojiro interrumpió su risa nerviosa y su intento por entablar conversación, viendo que Hirst apenas le prestaba atención. La mirada de la valquiria estaba ensombrecida, ensimismada en pensamientos que el samurái ignoraba, mientras envolvía su mano en una venda blanca de forma lenta y mecánica.

- ¿Seguro que os encontráis bien? No parecéis estarlo.-

- ¡Estoy bien! ¡Dije que no tenías que preocuparte!

Hirst apretó la venda con furia antes de salir apresuradamente de la habitación, casi atropellando a un confundido Nostradamus. Kojiro se quedó mirando la puerta, habiendo notado como de los ojos de la chica había caído una lágrima.

~0~

Hirst se apoyó en la barandilla de uno de los balcones. Había terminado la cuarta ronda del ragnarok, con una segunda victoria para la humanidad. Hirst recordó como había dejado salir un suspiro de alivio y como se había dejado caer sobre el sofá. Una alegría había surgido en su pecho como hacía tiempo no había hecho.

- ¡Vaya! No pensaba que os viera aquí.

Hirst se giró hacia la voz, viendo a su compañero de pie con su sonrisa normal. Su abdomen, al igual que sus manos, estaba envuelto en vendas, pero no parecía molestarle para nada. Un nudo se le formó en el estómago, sintiéndose mal por su comportamiento hacía unas horas.

- Dos victorias contra los dioses ¡y seguidas! Me pregunto como nos recordarían en la historia si la gente se llegara a enterar.

Hirst lo miró simplemente hablar mientras miraba al horizonte. Parecía que no le perturbaba nada, ni las heridas, ni las opiniones, ni siquiera la presión de la situación en la que se encontraban. Su optimismo parecía indestructible. Hirst decidió que ese era el momento más adecuada.

- Quisiera disculparme por mi actitud antes. No era culpa vuestra mi enfado.

- Tranquila, puedo entender por qué estabas así. Creo que de cierta manera pude sentir tu ira cuando luchábamos.

Hirst sonrió aliviada, pero aquellas palabras volvieron a traer los recuerdos dolorosos. Bajó la mirada hasta que sintió una mano grande apoyándose en su hombro. Su mirada se dirigió hacia su compañero, que la miró con ojos tranquilos.

- No necesitas hacerlo, pero si quieres hablar del tema, te escucho.

Hirst sonrió mientras sus ojos se humedecían. Se dejó caer sobre el hombro del samurái, dejando salir todas aquellas emociones que había guardado en su interior.


~~0~~

Y aquí está el siguiente One shot. Lamento que haya tardado tanto y que sea algo corto, pero entre que me he ido de viaje a Brasil y que este es el tercer One shot con la misma temática y me ha costado darle originalidad. Espero que igualmente os guste y perdón de nuevo.

Dedicado a @LACDarknes

Shuumatsu no One shots (Pedidos cerrados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora