Las nubes grises

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Dedicado a @VoightKamada55

Las nubes grises habían cubierto el cielo hacia apenas unas horas, pero no había llegado a llover. El cielo solía hacer eso muy a menudo, y Hermes creía que era por el temperamento de los dioses. Tantas deidades molestas concentradas en un solo punto debía tener alguna repercusión en el tiempo, sobre todo los encargados de controlar este mismo. O tal vez fuera el destino intentando decirles que los eventos que llegarían serían malos y lúgubres, por lo que el cielo se preparaba de antemano para soltar las lágrimas o la furia de tan altos seres. O puede que simplemente fuera una casualidad que el cielo se pusiera así y él estaba pensando demasiado en tonterías sin importancia. Cualquiera que fuera la razón, Hermes siempre encontraba una extraña belleza en aquel paisaje. La luz gris y tranquila, sin la fuerza de un día sol despejado pero sin la tenebrosidad de una noche nublada, donde ni la luz de la luna podía tras pasar aquel muro oscuro y esponjoso.

Hermes contempló las nubes por la ventana un rato más, las manos cruzadas detras de la espalda recta, la barbilla en alto y el rostro serio e inexpresivo. Había veces que le costaba mantener su característica sonrisa, siempre lista y servicial para todo dios que deseara pedirle algo. Ya fuera información, algo de bebida o que avisara al resto de que no molestaran cuando el señor Zeus estaba "discutiendo temas importantes" con alguna joven ninfa. Había veces que tenía que pasarse horas masajeándose las mejillas para combatir los calambres y el dolor, solo para tener que hacer lo mismo al día siguiente. "Es lo que hay " solía decirse, más como una resignación que como un autentico intento de animarse.
El mayordomo de los dioses giró sobre sus talones y se dirigió hacia las estancias de Zeus, seguro de que pronto lo estaría llamando para algún recado, como siempre hacía cada vez que encontraba un rato para descansar y relajarse. El espacio vacio le devolvía el sonido de sus pasos, los únicos que sonaban en el alto techo abobedado y los cristales de los ventanales. No era de extrañar que estubieran tan vacios, teniendo en cuenta que la gran reunion de los dioses se celebraría dentro de poco. Un evento tan importante como aquel, ocurrido solo cada mil años, era algo que llevaba mucho tiempo de preparación y requería de todos los sirvientes posibles, por lo que Hermes agradecía haber nacido como un dios y no como un sirviente más, o ahora tendría muchísimos más quebraderos de cabeza de los que ya tenía.

Alzó los ojos al escuchar otros pasos resonando al fondo del corredor. Alzó la vista hacia el cruze de dos pasillos, encontró una figura que conocía muy bien. Alta, de espaldas a él y mirando hacia la puerta de la sala donde dentro de poco se realizaría la reunion de los dioses. Dura pero fina, gracil pero autoritaria, con el largo pelo negro cayéndole casi por detrás de los muslos y contrastando con el vestido blanco y largo, todo rematado con un broche en forma de ala en su cabeza. El mensajero de los dioses esbozó una sonrisa alegre mientras se acercaba a paso tranquilo hacia la mayor de las valquirias.

- Lady Brunhilde- Saludó Hermes en tono alegre-. Me sorprende verla por aquí.

La valquiria giró rapidamente hacia él, su cara tensa en una alarma que se disipó en cuanto vio que se trataba del emisario de los dioses. Sin embargo, Hermes notó como los ojos de la chica cambiaban a un ceño fruncido. "No se alegra mucho de verme ", pensó Hermes.

- ¿Desea algo, lord Hermes?- Preguntó Brunhilde, con una voz podría congelar el agua.

- Generalmente sería yo quien haría esa pregunta- Respondió el dios con una risita -. Tan solo me preguntaba que la trae por aquí.

Brunhilde giró la cabeza hacia la gran puerta de la sala de reunión, alta y amplia. No dijo nada, pero esa mirada bastó para que Hermes se hiciera una idea de por qué estaba allí. "Debe de estar esperando la reunión." Pensó el dios, "Pero ¿para qué?". Dió dos pasos hacia adelante, con la mirada también puesta en la puerta, colocándose apenas a un metro de la valquiria. Siempre tenía esa mirada cuando planeaba algo, ese ceño fruncido que no dejaba ver más que su molestia y su desdén, sin la menor pista que pudiera delatar sus intenciones; y había tenido esa cara mucho últimamente. Hermes recordaba haberla visto de lejos por los patios y pasillos, siempre con ese rostro duro, pasos rápidos y los ojos fijos en el frente, como si el mundo fuera de su cabeza dejara de existir. Hermes siempre se preguntaba que había en esa cabeza de largos cabellos oscuros como la brea, como se había estado preguntando desde el día que la conoció.

Shuumatsu no One shots (Pedidos cerrados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora