Family secrets

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Apenas eran las nueve de la mañana y estaba hasta el carajo de cosas por hacer. Era una suerte que los secretarios de Kinn trabajaran en conjunto conmigo y mi padre porque, ni siquiera cuando alguien era privado de la libertad los negocios se detenían.

Ya habían pasado cuatro días. No era la primera vez que tardaban tanto en dar una respuesta, pero sin duda, la que más nos tenía bajo tensión. En otras ocasiones por lo menos teníamos una idea de las cosas que pasaban. Ahora no sabíamos si Kinn estaba vivo, si Porsche estaba bien. Todo era incertidumbre.

Llevaba el segundo café de la mañana, mientras miraba por la ventana de la oficina principal donde a veces Kinn trabajaba o solíamos juntarnos para revisar cosas de la empresa de chocolates. Usualmente yo solo llegaba para firmar cosas si no me las podían hacer llegar a mi departamento, firmaba, saludaba, y me largaba. Ahora estuve en casa por casi cuatro días... Batía récord.

Y claro, bien podría irme por las noches, después de todo estaba solo a media hora máximo en coche pero, terminaba quedandome a dormir en mi antigua habitación.

"Pero eres mi feo..."

Sonreí negando con la cabeza, recordando la cara que Ché puso, de la timidez reflejada en su rostro cuando le dije aquellas palabras, tuve suerte de que reaccionara con lentitud, seguramente me hubiera metido un golpe por tomarlo por sorpresa de esa forma. Era un chiquillo ingenuo pero con carácter de diablo a veces, y aunque había tenido que ir a hablar con mi padre e interrumpir nuestra conversación, me quedé pensando qué habría pensando de lo que le dije e hice. Esta mañana, muy temprano me lo encontré saliendo de su habitación supongo para hablar con Pa respecto a su hermano pero apenas me vio, salió corriendo de regreso a donde dormía y me hizo soltar una carcajada enorme que seguramente me escuchó.

Tal vez me estuvo maldiciendo hasta hace rato.

—uuuuuuuuy, alguien parece que le puso demasiado azúcar a su café esta mañana o está poseído por algún espíritu travieso... —la odiosa voz de Khun me hizo recobrar mi compostura y aclararme la garganta. Bueno, en una cosa no se equivocaba, le había puesto mucho azúcar a mi café, pero eso era un gusto personal. Me gustaban demasiado las cosas muy dulces.

—¿Qué haces aquí tan temprano? ¿La gente como tú no sale de su cueva hasta mediodía? No sé... no sé cómo se comportan los alienígenas. —Tomé otro de los papeles donde tenía que leer hasta las letras pequeñas y sellarlo bajo el nombre de los Theerapanyakul y dejarlos listos. Envíos, recepciones de pedidos, solicitudes de exportación y otras cosas. Mi padre por su parte trabajaba por otro lado con P'Chan en su oficina con asuntos más complicados como era tratar con otros jefes de clanes y mantener la búsqueda con rapidez antes que se supiera en todo el bajo mundo y la cabeza de mi hermano comenzará a tener precio.

—Pa me mandó a traerte esto, y a sellar un par de cosas. ¿Qué se siente estar sentado en el trono del príncipe? —Khun bromeó mientras se tiraba en uno de los sillones de Kinn, subiendo sus piernas en la mesa de vidrio. Suspiré con cierto fastidio sin levantar la mirada, aun puesta en los textos.

—¿Qué se siente? Mejor dime tu, ¿Que se siente fingir estar demente para no sentarte aqui? En el lugar, que te debería corresponder —baje los archivos mirándolo directamente a los ojos, pero Khun solo sonrió mirando para varios lados como si no supiera de qué habla.

—Puedo sentarme ahí si quiero, pero pónganme una corona y que el trono tenga dos metros de alto. Mi primera acción sería vender todo y que la familia se dedique a los viajes turísticos. ¿A dónde vamos primero? ¿Vamos a Escocia? Vi una película de una chica llamada Mérida, podemos pintarnos el cabello de rojo y... —se puso a cantar la canción de esa película, poniéndose de pie fingiendo tener un arco y disparando por todos lados

Our side of the story. [KimXChé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora