𝗖𝗔𝗣. 𝗩𝗘𝗜𝗡𝗧𝗜𝗖𝗜𝗡𝗖𝗢

12.1K 861 36
                                    

Loren Philips.

Al despertar por la mañana, me di cuenta de que él ya no estaba en la habitación, lo que me hizo sentir algo nostálgica; su compañía era agradable. Una hora más tarde, llegó Mariana con comida de contrabando y me alegró el día con su sonrisa. Madison se había quedado en casa al cuidado de Alberto y supervisando la cafetería.

Con ayuda de una enfermera, logré ducharme y solo faltaban unos minutos para que me dieran el alta médica y pudiera regresar a casa con mi familia. Aunque aún necesitaba hablar con mi jefe para acordar los días que estaría incapacitada.

—¿Crees que esto arruinará mi viaje a Denver? —le pregunté a Mar.

Ella, con una mirada de preocupación, negó.

—No lo sé. Madison dijo que tal vez sean unos diez días como mucho. Tranquila, todo saldrá bien.

Los nervios comenzaban a acumularse en mi estómago: colitis nerviosa. No había tenido esa sensación desde que Adrián me amenazó en su casa. Y aún no sabía cómo se lo explicaría a ellas; ni siquiera existía una buena manera para hacerlo sin preocuparlas.

—Oye, quería agradecerte por todo lo que me has dado hasta ahora. Me abriste las puertas de tu casa sin conocerme y me brindaste apoyo cuando más lo necesitaba. Es algo que no tiene precio —confesé con los ojos llorosos.

—Loren, tú eres parte de nuestra familia desde que te vi entrar por la puerta de mi cafetería. No tienes nada que agradecer.

Me tomó de la mano, ya que mi hombro seguía estando algo inflamado y me dolía. Pero no había duda de que me amaba, al igual que yo a ellas.

El cansancio en mi espalda era detestable. No entendía por qué tardaban tanto con el papeleo. Ansiaba dormir unas cuantas horas en la cama y que me consintieran como a una niña pequeña.

Minutos más tarde, alguien llamó a la puerta y, por fin, era el médico de turno quien me prescribió los analgésicos que debía tomar cada cierto tiempo para no sentir dolor.

—Le pediré que no haga grandes esfuerzos, sabe las consecuencias, Doctora Philips —dijo, mirándome a los ojos como si se tratara de una adolescente rebelde.

—Lo prometo, no haré nada de nada —bromeé.

—Bien, ¿presentará cargos en contra de la señora Madeline?

Los latidos de mi corazón aumentaron al recordar todo lo que habíamos hablado y negué.

—Solo quiero irme a casa.

—Es entendible. El marido de la señora Madeline se ofreció a pagar todo lo que necesite para su recuperación.

—No es necesario, tengo todo lo que necesito —Tomé la mano de Mariana y ella me sonrió.

—De acuerdo, solo firme el alta y podrá irse a casa con sus familiares —dijo por último.

El médico salió de la habitación, dejándonos a solas de nuevo. Mariana comenzó a tomar mis cosas y yo me levanté de la cama; la enfermera ya había quitado la aguja de canalización de mi mano, lo que me daba más movilidad.

—No sé cuánto tarde en llegar el director del hospital, pero tengo que esperarlo. Es muy importante que hable con él. Me dijeron que vino cuando yo seguía dormida y no dejó nada dicho.

—No voy a dejarte sola aquí.

—Estaré bien, pediré un taxi. No hay problema.

—¿Estás segura? —preguntó y asentí confiada—. Bien, solo porque Maddy me necesita en casa. De cualquier manera, quiero que me llames cuando estés en camino.

RESPUESTAS SIN SALIDA [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora