Félix, amado mío

Capitulo 11

Mientras su maestra explicaba lo anotado en el pizarrón Changbin, con la mirada perdida al frente, recordaba con alegría la última vez que le había dado un anillo a Félix.

Tenía semanas planeándolo. Félix amaba los anillos, su aniversario estaba a la vuelta de la esquina y qué mejor que el accesorio favorito de su amado para celebrar.

Ahorró dinero por semanas solo para comprar un precioso anillo de plata, delgado, con una pequeña piedra con reflejos amarillos; la ilusión de un rayo de sol para su amado solecito. Sabía que a Félix le encantaría.

—Ya dime a donde iremos. —lloriqueó. Changbin lo imaginó haciendo un puchero al otro lado de la línea.

—A comer, ya te lo dije.

—Dame más detalles, por favor, por favor, por favorcito.

—Debo irme, amado mío, tengo trabajo.

—¡Binnie!

Changbin sonrió.

—Te amo. —colgó, alcanzando a distinguir el lloriqueo de su novio.

El resto de su jornada laboral recibió cientos de mensajes de Félix, cada uno suplicándole por más detalles sobre su cita, algunos fingiendo desinterés para ver si así conseguía que cediera. Obviamente nada de eso funcionó.

Al salir del trabajo Félix ya lo esperaba justo como habían acordado. Le cedió el asiento del piloto a Changbin y emprendieron camino a su cita. Después de media hora de camino llegaron a un extenso parque, Félix observaba con el ceño fruncido los espacios para estacionar vacíos, confundido porque no aparcarán. Finalmente su rostro se relajó cuando se estacionaron lejos del bullicio, en un área mucho más natural; sin banquetas, sin caminos pavimentados, solo árboles, césped y flores.

Changbin fue el primero en salir, le abrió la puerta a Félix y tomados de la mano caminaron hasta una pequeña loma. El rubio apretó el agarre con emoción al distinguir bajo la copa del árbol una manta y una canasta de picnic, acomodadas por Seungmin. Changbin le soltó la mano, dejándole correr.

—¡Me encanta, me encanta, me encanta! —gritó, agitando su cuerpo con emoción.

—¿Valió la pena el suspenso? —preguntó con una sonrisa cuando finalmente estuvo frente a Félix.

—Totalmente. —aseguró, abrazando por el cuello a su Binnie, besándolo por todo el rostro.

Pasaron el resto de la tarde ahí, charlando, comiendo, mimándose y riendo. Nada ni nadie podía perturbar su burbuja.

Cuando la noche llegó se alejaron de la protección del árbol, recostándose poco más abajo de la loma y viendo el cielo. Cuando Changbin volteó a ver a Félix, sonriendo y señalando estrellas supo que era el momento.

—Lix. —le llamó en voz baja. —Desde que te conozco has sido lo mejor de mi vida, te amo como nunca pensé podría amar a alguien. Mis días son mejores desde aquel día en que me armé de valor para hablarte, a pesar de que no sabía inglés. —Félix soltó una risita, recordando. —Ya no me imagino mi vida sin ti, de hecho, me niego a pensar en un futuro donde no te tengo.

—Tampoco podría vivir sin ti. —concordó, acariciando la mejilla de Changbin.

—Se que dije que no necesitábamos esto, que vivir juntos era más que suficiente, dime avaro si quieres, pero necesito más. —de la canasta sacó una bolsita de tela semitransparente. Los ojos de Félix se abrieron a más no poder. —Mereces algo mejor si te voy a pedir pasar el resto de nuestras vidas juntos, así que por ahora te doy esto como una promesa de que pronto te pediré casarnos.

Dejó la bolsita en la mano de Félix, mordiéndose el labio mientras veía como sacaba la joya. Suspiró, de alivio cuando se puso el anillo, lanzándose a sus brazos.

—Esto... pero, tú-tu... y yo... tú dijiste que... —Changbin sonrió, viendo cómo Félix ignoraba las lágrimas y se obligaba a superar el nudo en la garganta. —Te amo, te amo tanto.