Martes.

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Un martes cualquiera en un pueblo, hace cuatro años, dos amigos se toman la mano en secreto, una chica abraza a su mejor amiga, y una familia comparte un helado mientras ven una película. Pero, ese mismo día, Craig vivía un día que nunca olvidó, pese a que parecía... un simple martes.

Se había pasado toda la tarde buscando a su hermana entre lo que parecían restos de su infancia; cajas llenas de recuerdos, ropa, algunos juguetes y hasta un televisor.

No estaba en ningún rincón de la casa. Tras buscar incluso debajo de las mesas, empezó a pensar que esta se había escapado en un intento de llamar la atención... o de parar algo.

Llamó por teléfono a las que sabían que eran las mejores amigas de su hermana, pero los padres de ellas le confirmaron que su hermana no estaba en sus casas, así que Craig hizo todo el esfuerzo que pudo para no entrar en pánico antes de tiempo.

Salió al jardín trasero de la casa y se sentó en las escaleras. Puso las manos en sus rodillas a la vez que respiró hondo varias veces. De pronto, vio una sombra que se movía desde la caseta donde dormía el perro. Por un momento pensó que su hermana no sería lo suficientemente tonta como para esconderse ahí, pero a medida que se levantaba y se acercaba se daba cuenta de que el tonto era él por llevar tanto tiempo buscándola y no ser capaz de verla.

—¿Qué haces ahí? —le preguntó intentando contener su malhumor.

Ella guardó silencio mientras rodeaba sus piernas con los brazos.

Craig suspiró, cansado.

—Sabes que no puedes esconderte por siempre, ¿no?

—Tú que sabrás —le respondió desafiante.

—Lo que sé es que, si te quedas aquí, tarde o temprano mamá y papá lo sabrán.

Parece desesperada. Craig nota como su hermana no parece asumir que, a pesar de ser una niña, le ha tocado enfrentarse al divorcio de sus padres.

La mira con toda la compasión con la que es capaz, y le tiende la mano. Al principio, ella parece asustada, pero accede a tomar la mano de su hermano, y sale de su escondite. Ambos caminan juntos hacia la casa.

—¿Quieres que te ayude a terminar de empaquetar tus cosas? —le pregunta Craig.

—Ya lo hizo mamá.

—Oh... entiendo —parecía decepcionado, quizás, de no poder pasar ese pequeño tiempo con ella.

—Pero podemos quedarnos aquí. No quiero esperar en casa.

—Vale.

Se sientan juntos en las escaleras. Después de unos breves momentos en silencio, su hermana retoma la conversación anterior.

—Entonces... ¿si me hubiera escondido aquí se lo hubieras dicho a mamá?

Craig le mira algo afligido.

—Claro que no... —responde de inmediato— hubiera cuidado de ti muchísimo, pero ellos se hubieran preocupado tanto... acabarían pensando que te pasó algo malo, ¿qué sentido tiene?

—Siempre le buscas el sentido a todo.

—Es que todo tiene un sentido —le replica el hermano mayor.

Tricia, su hermana, parece molesta.

—Eso quiere decir que para ti tiene sentido que mamá y papá se separen, y nos separen a nosotros dos con ellos, ¿no?

Craig se puso muy triste. Su hermana era muy inteligente para su edad, pero parecía poco dispuesta a asumir que algunas cosas pasaban porque era lo mejor que podría pasar, incluso cuando esas cosas son "malas".

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