El primer requisito de la inmortalidad
Es la muerte 2da Parte
––– Stanislaw J. Lec.
Empecé a sentirme muy incómoda por estar tan sucia, aunque el ambiente me favorecía: no llamaba tanto la atención como lo habría hecho en otros lugares. Estaba pegajosa y rasca, cada que mis muslos se rozaban, la mugre producía el sonido de dos lijas frotándose.
Seguía sin saber cuánto tiempo había pasado podían ser días, muchos días sin un baño, sin agua, sin comida.
---Días... ---susurre, y volvió la angustia. '' ¿Cómo llegue aquí? ¿Qué me paso? ¿Estaré enferma? ¿Dónde está mama y Abel, porque no me encuentran?'' entonces parpadeo en mi mente una secuencia de imágenes: Abel y yo entrando a un bar, Abel y yo gritándonos, yo caminando hacia una mesa. Pero no supe que bar era, ni que nos decíamos, ni de quien era la mesa hacia la que yo caminaba. Creí estar cerca de recordar algo más, cuando un flash de una cámara gigantesca me deslumbro. ''Ahora me voy a quedar ciega'', pensé, ''es lo único que falta''.
Me hice una sombra con la mano y no pude evitar oler el sudor viejo, la mugre adherida a mi piel. El ardor volvió, se arrastraba por mis piernas y se metía entre la tela de mi ropa. Algo muy malo me está pasando. La luz seguía destellando dentro de mis parpados cerrados. Abrí un ojo y distinguí mi sombra en el pavimento. Entonces comprendí que el flash era el sol, la nube que filtraba su brillo había sido arrastrada por el viento. No estaba ciega y mi cerebro no estaba explotando. ''Debí de estar muchos días en la oscuridad'', me dije, ''por eso la luz intensa me molesta. Mis ojos y mi piel están sensibles, eso es todo''. Pero el ardor empeoro y tuve que buscar un lugar sombreado para refugiarme. Percibí un olor a papel quemado y al acercar el brazo a mi nariz descubrí que era yo. Sacudí los brazos para deshacerme de las llamas invisibles, pero no logre nada. Después de un par de minutos en la sombra me sentí mejor.
Estaba bajo el toldo de una fonda de comida corrida que aún no levantaba su cortina metálica. Debían de ser alrededor de las siete de la mañana. En un día normal estaría desayunando un jugo de naranja y un plato de papaya en cuadritos con limón y sal. Mama estaría terminando de prepararme un almuerzo extra nutritivo mientras se tomaba su café con leche y demasiada azúcar. Yo subiría las escaleras de dos en dos para ir por mi mochila, echaría una ojeada rápida a mi cuarto para asegurarme de que no se me olvidaba nada, volvería a ponerme perfume y bajaría las escaleras corriendo porque mama ya esperaría en el coche para llevarme a la escuela. Pero no, estoy en la colonia más horrible de la ciudad, medio desnuda, violada, golpeada y olvidada por todos. La mitad de la gente que pasa hace como que no me ve, tal vez piensan que así muestran mejor educación. La otra mitad me mira fijamente y pone cara de asco o de lastima, reacciones que nunca espere provocar.
Aun con los ojos medio cerrados alcance a ver en la acera de enfrente algo que se me hizo conocido escrito con un pincel hundido en pintura verde decía: ''Entrada a la vuelta''. No logre recordar el contexto en que lo había visto y alrededor nada más era familiar. Me dispuse a cruzar la calle y algo me hizo frenar. Un segundo después una motocicleta dio vuelta en sentido contrario y paso zumbando frente a mí. Si no me hubiera detenido, me habría atropellado. Mi corazón se agito por lo cerca que había estado del peligro. Voltee a todos lados y cruce corriendo. La quemazón volvió a avivarse, la cara también me ardía. ''Entrada a la vuelta''. Obedecí las letras verdes y me interne en un pequeño callejón. Ningún auto habría cabido por ahí, el callejón iba haciéndose más y más angosto. A ambos lados había edificios grises de dos y tres pisos que se unían por alambres llenos de ropa secándose. Más adelante, los balcones en los que había calentadores de agua y bicicletas estaban tan cerca que los vecinos seguramente podían saltar de uno a otro sin ningún problema. '' ¿Por qué sigues caminando?'', me pregunte. Creí que había llegado al final del callejón, cuando vi entre los muros de las ultimas casas había un pasillo. Algo me llamaba a seguir, la respuesta a alguna pregunta. Con cada paso dejaba más atrás el sol, y el ardor disminuía. Mire hacia atrás, quizá esperaba que alguien me advirtiera que no debía entrar ahí.
Un olor me sobresalto. Era parecido a algoque había olido antes. Avance más, buscando el origen. La mala planeación delas construcciones había creado un patio al que la luz nunca llegaba. Alprincipio me costó trabajo adivinar donde terminaba, pero mis ojos seacostumbraron pronto a la oscuridad, veía con mucha más claridad que cuandoestaba deslumbrada. Me detuve y escuche zumbido de cuatro... no, seis moscas. Yese olor, mezcla de chamuscado con otra cosa, tenía conquistado el espacio. Lasmoscas rondaban un charlo en el suelo, al final del patio, de forma irregular.Era sangre vieja y negra, sangre muerta. Espere el malestar que cualquierpersona normal debía sentir, no llegaba. Me acerque más, ''Ahí vienen las náuseas,el mareo, el miedo'', pensé. Un paso más y estaría sobre el charco en el suelo.Me agache y toque la superficie: era una nata espesa. '' ¿Qué te pasa?'' ¿Porqué no sientes nada?'' Acerque los dedos manchados a mi cara y saque la lengua.Probaría el liquido pegajoso,
Esa foto considerenla un separador JASJAJSJA. ❤
Lamento no escribir mucho como en el cap anterior.
⚫1008 Palabras⚫ Son muy pocas, asi que para mi son 0 de palabras. ╯︿╰
pero esque me dolio la mano, pido disculpas de ante mano n.n
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ɠơɬɧıƈ ɖơƖƖ - [¿Reanudada?.]
RandomA sus 17 años, maya es una chica más o menos normal: su vida se revuelve entre las ideas de su mama, los besos y pleitos con Abel, las tocadas de rock, las amigas, la escuela, las interminables tareas. Hasta que un día, despierta en un callejón, sol...