(Final cap.) El primer requisito para la inmortalidad es la muerte

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Eso me devolvería a la realidad, provocaría la repulsión que esperaba. En el último instante me arrepentí y me puse de pie apresuradamente. ¿Y si no me asqueaba? No quise averiguarlo. Limpie mis dedos en la falda y retrocedí unos pasos. El charco brillaba como chapopote fresco, me pareció que se movía suavemente, como si el suelo estuviera vibrando. No podía apartar la vista. La sangre se arrastraba milímetro a milímetro, era un animal que me quería lamer los pies. Me aleje más y frente a mi apareció, por medio segundo, la imagen de mi cuerpo tirado en el suelo, con sangre saliendo de todas partes como una manguera con fugas. Me arrastraba con enorme esfuerzo, parecía una araña a la que le hubieran arrancado la mitad de las patas. Grite y las paredes devolvieron unos aullidos espantosos que me hicieron estremecer.

Busque con desesperación la ranura por donde podría salir de ese lugar, pero no veía claramente y mis manos no encontraban el borde de las paredes. La imagen comenzó a parpadear, se repetía una y otra vez, sin ningún cambio. Cerré los ojos con fuerza, pero no había escape. La sangre, mientras tanto, seguía persiguiéndome, estaba segura. Tenía que salir de ahí antes de volverme completamente loca, pero la ansiedad no me ayudaba a actuar con inteligencia. Intente derribar un muro con los puños y solo logre abrirme los nudillos. Pegue la frente a la pared. ''Es una pesadilla, relájate y pronto vas a despertar. Es solo una pesadilla''. Los aullidos seguían sonando y tenían un orden: primero venia agudo, sorprendido y desgarrador, después una serie de pequeños gritos de agonía pura, seguían los ruegos y luego venia el llanto, lastimoso, resignado. Un segundo de silencio y volvía a comenzar la grabación. Dentro de mi estómago había un océano viscoso y la marea comenzó a subir. Me vi desde afuera: Maya escupía chapopote por la boca y lloraba gruesas lágrimas negras.

Abrí los ojos e inhale. Saber que podía respirar me tranquilizo un poco y aproveche ese momento de calma para encontrar la salida. Ahora si no importaba, pediría limosna, haría lo que fuera para volver a casa lo antes posible. Sentí que si no me iba en ese instante, quedaría atrapada en el callejón para siempre. Pronto estuve bajo los tendederos, expuesta de nuevo a los rayos del sol. Avance a ciegas, creí que iba a tropezar, pero si había obstáculos, los esquive sin darme cuenta. Me hice sombra con la mano. Cruce la calle y volvi a pararme bajo el toldo de minutos atrás. Me volví para mirar el letrero de letras verdes y suspire aliviada, como si me hubiera salvado de algo terrible por un pelo.

La fonda ya estaba abierta, algo repugnante se cocinaba en unas ollas cochambrosas, algo con cilantro, aceite requemado y carne de cerdo. ''Fiamos mañana'', decía un pequeño letrero. El dueño se levantó tras la barra y comenzó a acercarse. Venía a exigir que me quitara de ahí. Esa era mi oportunidad, no me iría hasta que me dejara hacer una llamada. Me prepare para el encuentro imitando lo mejor que pude la expresión que tenía la perra callejera que había huido de mí. El dueño llego con el ceño fruncido, la boca torcida y las manos en la cintura.

---Sácate de aquí ---dijo, mientras indicaba con la cabeza a donde debía irme. Yo habría anticipado una negociación, un: ''Disculpe señorita, no puede estar aquí''. La descortesía me ofusco y olvide lo que planeaba decir. Mis músculos se tensaron y sentí un extraño dolor en la boca. ''Si vieras como soy normalmente'', pensé, ''Ya estarías con que ''Diga usted, güerita, que le servimos, en que le puedo ayudar, si, usted manda, como no''. ¿En verdad no quedaba nada de Maya bajo las capas de polvo?

---Que te largues, me espantas a los clientes ---insistió. Si no me voy, me va a correr a patadas. ''Vete, encuentra alguien más amigable.'' Busque dentro de mí al miedo pero mi enojo subía como leche hirviendo, con cada palabra y con cada gesto de ese fondero asqueroso. Me tome unos segundos para analizarlo con desprecio. Comencé por su frente, demasiado brillosa para lo temprano que era, los pelos que se asomaban por sus fosas nasales, las pelusas diminutas que rodaban por su bigote cada vez que respiraba. ¿Qué haces Maya?, advertía una voz dentro de mí. ''No sabes de que es capaz la gente así, ¿qué te pasa?'' Cruce los brazos para taparme el pecho, pero al fondero no le interesaba nada de eso. ''Pídele una disculpa, lárgate o al menos llórale si quieres hacer una llamada''. Pero no lograba borrar de mi cara esa expresión absurda de altivez y dignidad. Paso por mi mente decirle. 'Usted no sabe quién soy, si me ayuda lo recompensaran'', como en las películas donde los reyes se disfrazaban de pobres y luego descubren su identidad. Eso lo pondría a prueba, y no la pasaría, como era obvio. Después le pediría ayuda a una mujer que me prestara el dinero para el teléfono, aunque esto privara a sus seis hijos del bolillo que iban a compartir. Desaparecería de su vida solo para volver días después, con una recompensa magnánima. Sus hijos celebrarían bailando descalzos en la calle y el fondero presenciaría la escena desde su local grasiento. Yo lo miraría el tiempo suficiente para asegurarme de que me reconociera, después lo saludaría con una inclinación de cabeza y él se le retorcería las entrañas.

ɠơɬɧıƈ ɖơƖƖ - [¿Reanudada?.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora