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Chestown era considerado por muchos como una ciudad extensa, fluida y sin turbios, donde la población numerosa podía vivir tranquila.

Sin contar el hecho de que era regida por un gobierno corrupto y opresor, sin embargo, podíamos andar libremente y exentos del peligro.

Supuestamente, claro.

Pero ha habido sucesos que ponían en duda el trabajo de las autoridades con respecto al bienestar de los habitantes.

Mucho se ha hablado en las noticas sobre cómo ha ido incrementando los niveles de delincuencia y agresión.

Todos aquellos que nos sentíamos en riesgo de ser expuestos al mundo, solo debíamos mantener en secreto nuestros estilos de vida, un tanto diferentes para la gente conservadora que se afana de tener la razón.

De todas formas, era un tema que a nadie le interesaba.

Nuestro paseo por la ciudad resultó, en mi opinión, un verdadero fastidio.

Cooper entraba y salía en cualquier tienda que le pareciera encantadora, incluso podía asegurar que los trabajadores estaban desesperados por la manera en la que miraba las cosas sin siquiera preguntar los precios.

Luego de pasar a comprar nuestro almuerzo, siguió andando de un lado a otro.

Joyas, ropa de marca, accesorios y tratamientos de belleza, Cooper se interesaba por mucho y se conformaba con tan poco.

—Ya es tarde, ¿irás a trabajar hoy? —consultó Cooper.

—La verdad no sé —declaré—. No quisiera, pero tengo que hacerlo —el remordimiento en mis palabras pesaba y demasiado—. Estaba pensando en tomarme varios días de descanso, esta semana estuvo ajetreada.

—¿Qué opina Wayde al respecto?

—Él no lo sabe.

Cooper me lanzó una mirada llena de preocupación.

—Quizá por eso no has estado bien física y emocionalmente.

—Sí, puede ser —convine.

¿Vender tu cuerpo a otras personas era considerado como un trabajo?

Esa pregunta ha rondado por mi cabeza desde que inicié con esto, nunca me he cuestionado si los clientes sienten culpabilidad acabado el encuentro.

Quizá solo en aquellos que se sentían inseguros o porque era la primera vez que hacían algo así.

Me sucedió, por supuesto.

Tras varios años, logré levantar una brecha en lo que yo calificaba como política y socialmente correcto.

—¡Uff! Esto fue maravilloso —manifestó Cooper, mientras subíamos las escaleras hasta llegar a nuestro piso.

El complejo de apartamentos era muy grande, pero el sitio que se nos fue asignado era pequeño, pues solo contaba con una habitación que la compartíamos Cooper y yo, había un baño con regadera, también había una cocina bien equipada y una pequeña sala.

¿El problema? A veces no había agua y teníamos que conservar bien lo poco que teníamos a disposición.

Cooper y yo teníamos en claro que vivir aquí era seguir cada regla o de lo contrario uno ya se veía alistando las maletas si cometía el mínimo error.

—¿Maravilloso? —repetí, incrédulo.

—Deja de ser tan dramático, Klehr. Le quitas lo divertido a la vida.

—¡Dios! Sigo sin creer que tuvimos que caminar por todo el Centro Comercial, para que al final no te gustara nada de lo que vendían en esa ridícula tienda.

—Tampoco exageres —bufó Cooper—. Pagamos un taxi que nos trajo sin tardanza —se encogió de hombros, con frustración—. Ahorramos tiempo y dinero, creo y no queda mucho por recorrer —me dedicó una alentadora mirada—. Sólo sigue caminando, torpe tortuga.

—¿Por qué la gente prefiere construir lo mejor, alejada de la ciudad? Eso aplica a bares y restaurantes.

—No lo sé, cállate —se limitó a decir Cooper—. Además, vivimos en Privenside. Alégrate de que conseguimos un lugar que no está más alejado de la capital. Para visitarme, mis padres tienen que viajar casi trescientos kilómetros, imagínate.

—Quizá no trabaje hoy, pero tú sí, amigo —finalicé, cuando ingresamos a nuestro apartamento—. Así que me date prisa o llegarás tarde.

—Que amable eres, Klehr.

Me encogí de hombros, tragando saliva con fuerza.

Ignoré aquella leve irritación en la garganta, pensando en lo que podría y no podría suceder, porque que mis padres jamás harían algo así, por mucho que se los pidiera o suplicara.

Ya han pasado varios días, meses y hasta años y desde que abandoné mi hogar, no noté ningún interés en recuperar la poca atención que en algún punto les tuve.

De todas formas, era evidente que ellos también siquiera se acordaran de mi existencia

Detener el tiempo - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora