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—¡Klehr! ¿Te encuentras bien? —preguntó Cooper, mientras ingresaba al complejo de los apartamentos y casi chocaba contra él, porque estaba de pie junto a la puerta principal, como si me mantuviera vigilado.

Me sujetó de los hombros y me detuvo con brusquedad.

—¿Qué pasó? —exigió saber—. ¿No te hicieron daño?

—¿Me estabas observando?

—Eso hace un bueno amigo, ¿no? —dijo Cooper y luego aflojó el agarre—. Nunca me fui, solo me hice a un lado para que no pudieras verme. Era muy arriesgado que te quedaras a media calle, expuesto.

Sí, esto tenía mucho sentido, así que no se lo pude reprochar.

—Te veo completo —murmuró Cooper, viendo mi aspecto aturdido.

—Sí, estoy bien —jadeé—. Simplemente cambié de opinión.

—¿Otra vez?

No me atreví a responder.

En lugar de eso, seguí caminando hasta entrar directo a la cocina.

El ruido áspero de mis pasos al buscar con torpeza un vaso limpio que estuviera al alcance hacía eco en mi cabeza y me tras servirme una buena cantidad de agua, para tratar de hidratarme y olvidar esa sensación de hormigueo en mis manos, pies y espalda, me dejé caer con fuerza sobre el colchón.

Este me recibió emitiendo un chirrido, el cual ignoré por completo.

El silencio dentro de la habitación era relajante, solo era notoria mi respiración que volvía a su ritmo ordinario.

Muy despacio enterré la cabeza en la primera almohada que encontré.

—¿Quién era ese tipo?

La voz de Cooper me taladró la cabeza y estaba a punto de romper mi cráneo.

—¡Shh! ¡Estoy tratando de descansar! —exclamé.

—Perdón, su majestad —respondió Cooper—. Solo quería entregarte esto.

Me levanté de un salto, luego de escuchar aquello.

—¿Qué cosa?

Cooper, sin responder, lanzó en mi dirección una cajita, no era muy grande ni con apariencia de ser pesada, entonces reaccioné de inmediato y la atrapé, tratando de que esta no diera directo en mi cara.

—¿Qué es esto?

—No tengo la menor idea, un sujeto se acercó a mí, dijo que te conocía y me pidió que te la entregara.

—No la quiero —afirmé, tratando de devolverle la cajita—. ¿Seguro que era para mí?

—Sí, así es. El tipo sabía tu nombre, entonces le creí.

Puse los ojos en blanco, irritado.

—¿Qué tal si es una bomba?

—Solo ábrela, ¿quieres?

—Está bien.

Con movimientos lentos y nerviosos, empecé a quitar la envoltura de papel en tonos azules que cubría la cajita; mi corazón daba saltos en mi pecho y no podía evitar sentir de nuevo ese cosquilleo que invadía mi cuerpo.

Los restos del envoltorio cayeron a los lados y vaya sorpresa que me llevé.

—Chocolates, un reglo muy heterosexual de su parte —opinó Cooper con tristeza.

—Esto…

—¿De quién se trata? ¿Un admirador secreto? ¿O es tu nuevo amante?

—¡Claro que no!

Cooper rio y luego dio una palmada.

—¡Y trae una nota! —celebró él, sin contener la emoción—. ¿Qué es lo dice?

—No la voy a leer.

—Lo haré por ti, entonces.

Se acercó a mí y luego de forcejear durante varios segundos, Cooper logró quitarme la nota que estaba pegada encima de la caja de chocolates y tras aclararse la voz de forma ruidosa, leyó en voz alta:

—«Lamento haberte causado molestias, Klehr. Espero te guste el regalo. Con cariño, Howie Atkinson» —Cooper dejó escapar un suspiro lleno de dramatismo—. Ay, qué lindo. ¡Y mira! ¡También te dejó su número!

Me abalancé sobre Cooper, de nuevo empezamos a forcejear.

—¡Dámelo, Cooper! ¡Es mío!

—¡Pensaba que no lo querías! —decía Cooper en medio de la lucha.

—Como sea, ¡dámelo!

Cooper por fin se rindió y, soltando un bufido, me entregó la pequeña carta.

Parecía furioso, algo que no podía comprender.

Mi mente formuló varios motivos, los cuales ninguno terminaba por tener sentido, aunque lo más probable era que se había vuelto a pelear con su pareja… o peor aún, que hayan terminado.

Por cuarta vez, en menos de dos meses.

—Tu amante tiene pésimos gustos, igual que tú —comentó Cooper y se alejó de mí, encogiendo los hombros—. Por eso mismo creo que van a encajar a la perfección —finalizó y no me volvió a dirigir la palabra durante tres días seguidos.

Detener el tiempo - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora