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Sabía que Cooper tenía razón, pero me negaba a tener que hacer algo así.

No porque temía los resultados que me dieran, sino porque en realidad era muy orgulloso y prefería aguantar cualquier tipo de dolor antes que sucumbir y arrastrarme, cualquiera que sea el motivo.

Y mi actitud caprichosa dejaba mucho que desear.

Cuando ya empezaba a sentirme mejor, Cooper sugirió que volviera a dormir.

O que lo intentara, desde luego.

Sin embargo, no podía.

Estaba recostado boca arriba, viendo el techo oscuro, con mi cuerpo rígido y respirando muy lento, rogando que el sueño me atrapara, pero no sucedía.

Supuse que Cooper estaba en alerta y que tampoco podía dormir, tal vez con el miedo de que sufra de nuevo un ataque en cualquier momento.

Apreté con fuerza la mandíbula y contuve las lágrimas que estaban ardiendo detrás de mis ojos, sin saber exactamente lo que pasaría más adelante, pues desconocía los límites de mis pensamientos.

Sin embargo, no podía permanecer de brazos cruzados.

Llorando en silencio, me dije que no me quedaría con la soledad, la angustia y el temor que era lo único que tenía a mi alcance, tenía que buscar la manera de ser feliz y estar tranquilo.

En ese instante, mi visión viajó más allá de la niebla… como una masa gris y vaporosa, que se mantenía suspendida, cubriendo mi mundo, mis deseos de mejorar y olvidar cada experiencia devastadora.

Tenía que arreglar esto a como diera lugar.

Cambié de posición muy despacio y noté que el reflejo de la noche que se desparramaba por la ventana era más oscura de lo habitual, pero las luces que adornaban el exterior, iluminaban débilmente mi existencia: eran como una fuente persuasiva mientras me quedaba dormido.

Más tarde, cuando volví a abrir los ojos, no sabía cuánto tiempo había estado durmiendo.

Solo quedaba un leve rastro del malestar.

Lo mejor era que no había señales de Cooper y sus escándalos.

Me levanté, convencido de que estaría hoy más animado que de costumbre y entonces busqué con torpeza el resto de mis pastillas.

Entre tanto, revisé mi celular y me fijé que tenía varios mensajes y llamadas perdidas.

Logré responder algunas y luego me dispuse a ir al baño, con la intención de asearme y quitarme el resto de la bruma e incertidumbre que seguían danzando frente a mis ojos.

Genial.

A estas alturas, empezaba a soportar estar solo.
 
Me miré en el espejo del baño, ceñudo y completamente frustrado.

Mi aspecto no había mejorado nada en absoluto en las últimas horas.

Las pastillas habían hecho un estupendo trabajo aminorado el dolor de mi cabeza, sin embargo, también me di cuenta del revoltijo en el que se había convertido mi cabello.

Se miraba grasiento y maltratado, nada digno de mí.

Tomé varios mechones de los que sobresalía y advertí que necesitaba con urgencia un corte.

Resoplé con desesperación y observé de nuevo al chico pálido, de cabellos largos y oscuros, de ojos azules que me devolvían la mirada, rendido y aturdido.

Bajo mis ojos había una capa ligeramente verdosa… señales de ojeras y por suerte, mi piel había recuperado el color, pero con demasiada lentitud.

Además, me veía delgado.

Detener el tiempo - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora