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Pasaron varios días y sin darme cuenta, el mes de diciembre estaba por iniciar y no hacía otra cosa que guardar reposo, esperando que los medicamentos al fin surtieran efecto.

Cooper fue amable conmigo y estuvo a mi cuidado.

Según dijo, era preferible que yo no saliera, así él se encargaría de ir a la farmacia, a la tienda o a cualquier otro sitio, a comprar aquello que necesitaba, por muy simple que fuese.

Las palabras de agradecimiento sobraban.

Howie, por otro lado, no tuvo comunicación conmigo.

Me preguntaba si ya se habrá dado cuenta que mi perfil permanece ahora inactivo, quizá sí, pero no quería intervenir.

Era incierto lo que sucedería más adelante, solo quería saber qué tal le estaría yendo en el trabajo o qué hacía para perder el tiempo, tal vez saliendo con otras personas o cenando a solas con su mamá.

Pensé en marcarle y pedirle que viniera, pero no me atreví.

Era un cobarde.

-¿Por qué no le hablas y ya? -me había preguntado Tori, cuando vino de visita aquel jueves por la mañana.

Trajo consigo fruta fresca y también un racimo de flores, las cuales dejó sobre la mesa en la cocina y seguimos conversando, mientras ella lavaba un par de manzanas verdes y me entregaba una.

-Después de lo ocurrido hacía casi dos semanas, la vergüenza sí que era para mí un verdadero martirio -afirmé, dándole un mordisco al fruto.

-Ese pretexto carece de valor -repuso Tori, tomando asiento-. Además, ¿has encontrado la manera de poner salir de tu «cautiverio mental»?

Negué con la cabeza.

Tori rodó los ojos.

-Necesitas ayuda. Bueno, compañía -se corrigió, al señalarme con su manzana.

-¿Puedo saber qué tipo de «compañía» te refieres?

Tori meditó durante unos segundos.

-Sé sincera conmigo -dije.

-Nosotros, tus amigos -explicó ella, haciendo gestos con sus manos-. Todo, de hecho, por minúsculo que sea, ha sido fundamental en tu proceso de recuperación tanto física, como mental y emocional -dejó escapar un suspiro-. No te hemos dejado solo en ningún momento.

Tuve que apretar los labios para no soltar un jadeo.

Tori siempre buscaba la manera de conmoverme y hacerme llorar.

-Sabes que haríamos cualquier cosa por ti, Klehr -afirmó, sonriendo-. Porque te amamos y queremos lo mejor para ti, después de todo lo que has pasado -Tori me miró con ternura y agregó-: En el fondo sé que Howie haría lo mismo. Y no es demasiado tarde para darte cuenta y apreciar ese noble acto de amor.

-¿Por qué lo dices? Yo no merezco nada de eso.

-No lo pienses demasiado -repuso ella.

-Somos, ya sabes... hombres.

-¿Y eso qué tiene de malo?

-Sé que es un amor incondicional y el más poderoso que puede existir. Pero -mi voz tembló un poco-, es probable que me odie por las cosas que he hecho y por mi horrible manera de actuar.

-No es culpa tuya. Ya hemos hablado sobre ese tema en varias ocasiones, ¿recuerdas?

-Pues yo no me refería a eso, precisamente -contesté.

Tori arrugó la frente, insegura.

-Klehr, ¿hay algo importante que deba saber?
No quise responder.

Detener el tiempo - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora