Invierno en solitario

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Era el invierno del año 3, de la era Taisho, Japón se encontraba en una época de mucha pobreza a consecuencia de la creciente inflación, la compra de alimentos básicos escaseaba y casi no había que comer, aún así, el gobierno japonés creaba nuevas leyes que revolucionaban la época actual. Un ejemplo de ellos eran los niños que debían ir obligatoriamente a la escuela. para el emperador todo niño japonés debía estar educado:

_¡Iruka-sensei! Chouji ¡se comió mi patata asada!.- chillaba una pequeña niña de ojos verdes a otro muchacho regordete.

_Chouji, no debes hacer eso, Ino pasará hambre durante la tarde. - reprendió amablemente el profesor Iruka. Era un hombre de mediana edad, su piel era morena, tenía una enorme cicatriz sobre su nariz que parecía una perfecta linea horizontal, su cabello castaño estaba recogido con una coleta que parecíanuna lanza y sus ropas eran bastante corrientes. Pese a que su origen era humilde logró prepararse en el bachillerato y ahora daba clases a los niños de la aldea de la ciudad de Sakata. Era un hombre paciente y amoroso, no podía evitar sentir una cercanía con los niños de ese poblado tan pobre. A la escuela asustian niños de distintas clases aunque había algunos hijos de ricos comerciantes de arroz y telas, también había de campesinos arrendatarios y otros oficios.

_Ino, deja de llorar. si quieres puedes comerte la mía. - insistió una pequeña de singular cabello rosa, su piel era blanca como la nieve y sus ojos tan verdes como profundos. Era pequeña y muy agraciada.Su kimono estaba muy gastado y percudido, además de cargar un pequeño bebé en la espalda. La pequeña Ino sostuvo la patata asada y la comió con desesperación. Iruka suspiró preocupado y acarició la cabeza rosada de su pupila.

_eres muy amable Sakura, pero debes tratar de comer adecuadamente, Ino tiene padres afectuosos que siempre le envían de comer. A ti te queda una larga jornada de trabajo. - aconsejó en voz baja cerca de la niña.

_no se preocupe, con poder asistir a la escuela me siento muy feliz. Soy sólo una niñera y tengo más privilegios que los demás aprendices que están en la tienda. - la niña realizo una reverencia y se alejó meneando al pequeño bebé que mantenía en su espalda. Iruka observó con tristeza como la niña avanzaba con sus botas hechas de paja en la fría nieve, sabía que de todos sus alumnos, Sakura era la pupila que tenía una vida más difícil. No sabía mucho de su pasado, sólo que vivía lejos de sus padres y la habían intercambiado por 2 sacos de arroz por trabajar por 2 años de trabajo como niñera a unos comerciantes de muebles en la ciudad. A menudo llegaba con sus manos heridas, su rostro hinchado o sus piernas muy débiles, pero ella siempre tenía una buena respuesta: "La señora Nozomi me golpeó porque olvidé cambiar al pequeño Ishida, es mi culpa", "tuvé que lavar los pañales de Ishida en el rio y como el agua estaba helada me lastimé las manos, es mi culpa por ser tan lenta". No importa cuántas explicaciones diera, era demasiado triste ver a una pequeña de 7 años realizando tan duras labores. Era la realidad de miles de niños de aquella época que a consecuencia de la pobreza, sus padres se veían en la dura necesidad de enviarlos fuera de casa y trabajar; así había menos bocas que alimentar y podían subsistir los que quedaban en casa.

Sakura llegó a esa pequeña escuela por casualidad cuando inocentemente siguió a un grupo de niños que corrían a ella cargando sus pequeñas pizarras entre sus manos. Los observó durante el recreo; fue allí que el maestro Iruka le encontró y le invitó a venir a la escuela, aunque ella asustada se negó y huyó, el maestro no se rindió y habló con sus patrones, los cuales accedieron debido a que el profesor indico sobre la nueva ordenanza de alfaberización de los niños japonenese. Aunque eso le había costado a Sakura perder una comida diaria, ya que la ama de llaves del local consideraba que eran "demasiados privilegios" para una "torpe niñera". Por todas estas complicaciones, el profesor a menudo llevaba patatas asadas de la huerta familiar para que ella comiera, aunque eso significaba en ocasiones compartir con los demás. Al terminar la jornada, Sakura corría rápidamente hasta el local de muebles pues el pequeño Ishida debía ser alimentado:

El guardaespaldas de la prometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora