Capítulo 1

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  Dejé escapar un suspiro lleno de cansancio de entre mis resecos y seguro pálidos labios. Necesitaba desesperadamente un descanso y tristemente no lo conseguiría demasiado pronto. Jamás lo obtendría. Trabajaba en contra de mi voluntad de lunes a lunes los 365 días del año. Sin un respiro mas que el que llegaba cada noche al acostarme en mi, no tan cómoda, cama. La única meta que me habían impuesto era servirle a la viuda que dejó atrás mi padre y a su hija. Él jamás lo hubiera deseado así, pero siendo apenas unos niños mi hermano y yo no tuvimos de otra que acatar las órdenes de ella, ya que era la única que nos mantenía económicamente aunque, a decir verdad, a cambio de un muy mal trato; creo que hubiera sido mucho mejor haber terminado en un orfanato…  

  Observé por una de las ventanas que se encontraban más próximas a mí el tranquilo vecindario en el que vivíamos, olvidando por algunos minutos la larga lista de tareas que a cada segundo rellenaban más y más mi madrastra y su hija. Sonreí al sentir la fresca brisa remover mi pelo y en ese mismo instante mis ojos se fijaron en una pequeña ardilla de colores cafés que trepaba por uno de los árboles que se encontraba a los alrededores de la casa. Fantaseé estúpidamente con ser esa ardilla, con ser libre…   

  Recordar mi infancia me deprimía. No entendía cómo era posible que nuestras vidas dieran una vuelta tan repentina y sobretodo, tan ruda en comparación con nuestra antigua manera de ver y vivir la vida. Ahora éramos huérfanos mi hermano y yo, y lo que más dolía era recordar cómo nos trataba la persona a cargo de nosotros. Y pensar que ya pronto cumpliría mi decimoséptimo cumpleaños, además de que también se cumplía una década de la muerte de mi padre. Diez años desde que mi vida se había transformado en el mismo infierno. Una década sin sonreír o sentir la verdadera felicidad. El tiempo había volado aunque no se sentía así en estos arduos días en los que sirvo fielmente a la mujer por la que daría cualquier cosa con tal de verla desaparecer de este mundo. Lo que sea.   

  Mordí mi labio inferior sintiendo como los vellos de mi nuca se erizaban. Me dieron ganas de soltar un grito de victoria al darme cuenra de algo, pero me contuve. Ya casi anochecía.  

  Pronto podría descansar. Muy pronto.   

  Así era siempre. Durante todo el día rogaba al cielo a que llegara la noche, para que solo en unas pocas horas el ciclo comenzara nuevamente. Negué cerrando los ojos conteniendo la impotencia que lentamente se iba acumulando en mi interior.  

  Esto no era vida.  

  Mis ojos se abrieron y automáticamente continué con mi tarea de lavar los trastes. Mi corazón golpeaba aceleradamente a mis pobres costillas mientras que mi respiración se desbocaba de los puros nervios, todo esto a causa de la madera crujiendo debajo de las pisadas que debería de reconocer. Si no hubiera estado tan distraída tal vez me hubiera percatado de quién era en realidad.  

  Él usaba sus viejos zapatos deportivos. Ellas usaban tacones. Joder, sonaba totalmente distinto en el piso de madera. ¿Cómo es que soy tan despistada?

—Hey —saludó el rubio. Mis labios se curvearon en una sonrisa que no pude retener. Él era lo único bueno que aún conservaba en esta miserable vida que me tocaba sobrevivir.  

  Contuve el deseo de abrazarlo. Mi hermano mayor. Mi mejor amigo. El único familiar que conservaba. Podía llamarlo de muchas maneras, ya que en realidad él era todo lo que tenía.  

  Una brisa fresca entró por la ventana a mi izquierda, devolviéndome a la realidad. Aún había muchas cosas que tenía que hacer, medité para mis adentros. La cerré aprovechando para mirar el ocaso.

—Hola, Kendall. —murmuré apenas. Me sentía tan cansada en todos los sentidos posibles que era doloroso.

  Sentía la verdosa mirada de Kendall posada sobre mí. Pero simplemente lo ignoré. No había nada que decir. Él comenzó a preparar la cena. Normalmente yo hacía todo lo demás mientras él se ocupaba de la comida. Era él quien había sido dotado por los dones culinarios, a mí eso de la cocina se me daba tremendamente mal, causando que mi quisquillosa madrastra me proporcionara incontables sermones que me hacían querer pegarle a la cara con una sartén, lo que lamentablemente jamás hice. La misma rutina de siempre estaba siendo realizada justo ahora por ambos, igual que todos los días anteriores a este, o como seguro serían los que seguían en mi futuro…   

𝗕𝘂𝘁𝘁𝗲𝗿𝗳𝗹𝗶𝗲𝘀 𝗶𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗰𝗮𝘀𝘁𝗹𝗲 / ʲᵃᵐᵉˢ ᵐᵃˢˡᵒʷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora