Capítulo 3

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  Mi rostro ardió en cuanto sentí sus uñas rasgar la piel de mi mejilla. Retrocedí en un salto y por suerte logré esquivarla cuando intentó tomarme del brazo. ¿Cómo podía haber llegado a enfurecerse con tanta rapidez? No había motivos para elevar la voz, mucho menos para agredirme físicamente. No tenía sentido comportarse de esa manera. Esa chica estaba loca.

  ¿Molestarse porque confundió una camisa suya con una mía? Tal vez le indignara usar ropa similar a la mía, pero, ¿qué culpa tengo yo de eso? Rodeé los ojos dándole la espalda, conteniéndome de golpearla hasta dejarla inconsciente o algo peor, comenzando mi recorrido a la salida sin olvidar el escozor que me causaba la pequeña herida que me había hecho, pero no tenía intenciones de curarla, no era tan profunda de todas maneras.

—Claro, huye como la cobarde que eres.  

  La ignoré No iba a quedarme a sufrir por sus berrinches. La semana anterior me había buscado para quejarse de que había desordenado toda su ropa, dejando en claro que tenía que estar acomodada por color. Seguido de eso, me obligó a ordenarla de esa manera, y claro está que jamás había tocado siquiera su ropa, ni me había acercado en días a su habitación… —y las veces que me toca lavar sus prendas sucias y volverlas a dejar allí ya limpias, dejaba todo de la misma manera en que lo encontraba—, la conocía demasiado bien como para no olvidar lo insoportable que puede llegar a ser por cualquier mínimo detalle que le desagrade.

  Parpadeé volviendo a la realidad. No tendría que soportar nada de eso nunca más, nunca… Me estremecí ante mi nuevo estilo de vida, uno en el que era libre. No podía entender cómo había cambiado todo tan velozmente de un momento a otro. Sentía que estaba en un hermoso sueño donde por fin era libre, pero no era así, ahora mi hermano y yo tendríamos que sobrevivir en el mundo real. A vivir en las calles, buscar un verdadero trabajo, encontrar comida… No sería fácil, pero tampoco algo imposible. Simplemente me sentía momentáneamente feliz por esta nueva libertad de la que ambos disfrutábamos, pero no podía evitar preocuparme por el qué sería de nosotros a partir de ahora. Este alivio de haber escapado de… esa  mujer no duraría demasiado.

  El lugar en donde se encontraba la casa que alguna vez hubiéramos heredado Kendall y yo, era de las zonas más caras de la pequeña ciudad donde nos encontrábamos aquí en Netherlands. La zona de los ricos. Nuestro padre nos había dejado una gran cantidad de dinero que ahora era custodiada por Ágata. Dudo que vayamos a recuperarlo pronto… en fin. No tenía muy en claro en qué trabajaba él, pero parece que le había ido bien cuando vivía, lo suficiente como para dejar tal cantidad de dinero luego de haberse jubilado a temprana edad para cuidar bien de sus hijos. A decir verdad, a Kendall no le había costado demasiado guiarme hasta el final de aquella zona llena de mansiones, la seguridad no se preocupó por dos pálidos y flacuchos adolescentes que caminaban por la salida del lugar a tempranas horas de la mañana, casi de madrugada diría yo. Justo ahora descansábamos bajo la sombra de un no tan frondoso árbol en la espera de que alguno saliera de su ensoñación. Éramos libres al fin.

  Solté el aire que contenía. No fue sino hasta después de haber perdido de vista aquella villa de millonarios cuando me sentí segura de que no nos seguían. A penas sí recuerdo a Kendall despertándome de madrugada, creo que luego me llevó hasta fuera de la casa cargando con nuestras cosas hasta una ventana. Soñaba desde siempre con ese momento, y cuando llegó, no estaba lo suficientemente despierta o preparada como para escabullirme en silencio, recuerdo vagamente haberme tropezado con casi todo lo que se cruzaba en mi camino, desde sillas, alfombras… y casi caigo cuando finalmente estaba saliendo por la ventana. Los nervios me habían traicionado, o tal vez solo era torpe. De todas maneras, no tendría que preocuparme tanto de eso de ahora en adelante, ya que no habría alguien a mi espalda para reñirme por ser como ella quería que fuera, su perfectamente impecable sirvienta.

𝗕𝘂𝘁𝘁𝗲𝗿𝗳𝗹𝗶𝗲𝘀 𝗶𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗰𝗮𝘀𝘁𝗹𝗲 / ʲᵃᵐᵉˢ ᵐᵃˢˡᵒʷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora