Prólogo

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Esa mañana el sol invadía con sus cálidos rayos de luz la habitación donde se encontraba en completa soledad una joven castaña, entrando por una ventana que había sido dejada abierta, acompañado de una fresca brisa que causó escalofríos en la única persona que habitaba el pequeño salón. No se escuchaba nada aparte de la respiración acompasada de la muchacha, y, cada tanto tiempo, algunos suspiros llenos de frustración. Parecía una estatua al no haber movido un músculo desde hacía casi 10 minutos. Pensativa, con la mente pérdida en una infinidad de pensamientos que apenas sí lograban resumir algo tan extenso como su pasado. Incrédula con todos los acontecimientos que ocurrieron y que sin importar el tiempo no había dejado atrás por completo, un pasado no demasiado lejano a la realidad, sintiéndose enormemente serena y llena de felicidad en cuanto reconocía los frutos recibidos luego del agobiante dolor que la persiguió hasta el cansancio.

En un gesto distraído y aún volando en los despejados cielos de su imaginación, dejó el lápiz que sostenía en su mano derecha en el escritorio que se encontraba frente a ella, obviando su principal objetivo al encontrarse en aquel pequeño y solitario salón.

Parpadeó al escuchar pasos fuera del lugar, más concretamente en el largo pasillo que se encontraba tras la puerta. Se mantuvo inmóvil unos cuantos instantes, conteniendo el aire y cerrando con fuerza sus ojos, dejando a la vista lo exaltada que estaba en la espera de...

Negó con rapidez mientras se regañaba mentalmente. No era el momento de fantasear y mucho menos con algo como aquello.

«Aún falta un poco. Sólo espera un poco más». Se recordó para sus adentros. Ya habría tiempo para perder después, más específicamente cuando acabara su acometido. Tenía que concentrarse de una vez por todas. Lo necesitaba al menos por algunos minúsculos minutos. Sin embargo, decirlo era miles de veces más sencillo que hacerlo, al menos para ella. Centrarse en un único pensamiento era una enorme tarea, pero aún siendo conocedora de ese hecho en especial no le importó aceptar la tarea que ahora la mantenía presa hasta acabarla, accediendo al cumplimiento de la misma con una increíble emoción.

Mordisqueó con fuerzas su labio inferior sin importarle cuánto le dolor se causase a sí misma, tan sólo quería empezar de una vez por todas y tristemente, no tenía la menor idea de cómo hacerlo.

Cubrió su rostro con sus manos sin dejar de cuestionarse para sus adentros la manera en que los demás lograban contar su historia con tanta facilidad y al mismo tiempo perfección. Un sonido de un reloj sobresaltó a la joven y casi automáticamente retiró sus manos de su rostro y sus ojos se dirigieron al artefacto que provocó un gran desconcierto en la chica, quién ahora fruncía el ceño y apretaba los puños. Estaba tremendamente afectada del correr del tiempo. Furibunda consigo misma al no haber avanzado en lo más mínimo hasta el momento.

«Tal vez si le pedía ayuda a Kendal...». Pero descartó al instante esa idea. Él estaba muy ocupado como para hacerlo perder el tiempo de aquella manera.

Una hora exactamente desde su entrada en esa habitación y las páginas continuaban tan pálidas como al principio. El pequeño lago de inspiración que había despertado en ella hacía algunas horas antes parecía secarse cada vez más con el paso de los segundos, agonizando por su regreso. Y como si hubiera sido la señal del regreso de su esperada lluvia de ideas, la fotografía enmarcada que se encontraba bastante cerca de su pequeño lugar de trabajo, cayó misteriosamente, alertando nuevamente los sentidos de ella.

En cuanto la sostuvo en sus manos una leve sonrisa se espació por su rostro. Ya sabía por dónde comenzar.

xMariu.

𝗕𝘂𝘁𝘁𝗲𝗿𝗳𝗹𝗶𝗲𝘀 𝗶𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗰𝗮𝘀𝘁𝗹𝗲 / ʲᵃᵐᵉˢ ᵐᵃˢˡᵒʷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora