Capítulo 4

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  Durante el camino, ellos continuaron hablando entre ellos mientras yo cabeceaba en mi intento de no caer dormida. Acostumbraba a levantarme temprano, pero justo hoy Kendall me despertó de madrugada. No lograba entender cómo él lucía tan despierto...  Supongo que se notaría su cansancio en cuanto su cuerpo tocase la acolchada superficie de una cama y quedara profundamente dormido al instante.

  No sé qué ocurrió a continuación. Todo se volvió oscuro para mí. Abrí los ojos encontrándome en un lugar demasiado conocido como para ser verdad. Mi cuerpo comenzó a temblar de puro terror en cuanto escuché una risa a mis espaldas, no una risa alegre, era una risa llena de maldad, una risa que me dejaba en claro que yo había perdido, me había equivocado.

  Comencé a llorar a moco suelto, encontrándome tan mal al darme cuenta de lo que ocurría como para sentirme avergonzada de mi reacción. ¿Cómo pude engañarme a mí misma? No podía ser verdad… Todo lucía tan real que…

—Ya basta de lloriqueos y ponte a trabajar —Ágata me levantó en un brusco movimiento al tomar mi brazo. No me había dado cuenta de que estaba en mitad del suelo de la gran sala de estar hasta ese instante.

  Todo se veía oscuro, con las luces apagadas, y extrañamente podía ver perfectamente bien a las dos personas frente a mí.

—No… por favor —mi voz apenas logró escapar de mi garganta, sentía un nudo en la boca del estómago y las lágrimas comenzaban a empañar mi vista. Temblaba levemente siendo presa del pánico. 

  Una larga cabellera rubia apareció de la nada y se inclinó sobre mí. La burlesca sonrisa de Ágnes me hizo querer arrancarle las extensiones y propinarle un puñetazo en la cara. Estaba tan harta de todo esto…

—¿La bebita está llorando? —soltó en tono de burla. Una bofetada por su parte me hizo retroceder, hipando.

“¡Ya basta!”  Intenté gritar, pero a este punto ya no podía pronunciar palabra. Intenté correr lejos de ellas pero mis piernas no parecían poder moverse. Estaba pegada al piso. No sé en qué momento Ágata se había situado frente a mí otra vez, y sus manos se dirigieron a mi cuello. Quería estrangularme. Forcejeé intentando removerme en mi lugar, pero era imposible. Mis extremidades no respondían, era como si mi cuerpo estuviera en piloto automático.  

  De pronto lo vi todo desde otro ángulo. A mí misma acorralada entre el cuerpo de Ágata y una fría pared. Esperen, ¿no estaba en mitad de la sala de estar? ¿Y cómo era posible verme a mí misma?

Jamás mereciste la vida que te dieron, jamás. —su voz retumbó en mis oídos. Por suerte se fue haciendo cada vez más lejana, siendo reemplazada por la de mi hermano, quién llamándome de fondo me hizo volver a la realidad. Por suerte, solo había tenido una pesadilla.

  Mi rostro estaba empapado en lágrimas. Intenté esconder mi sufrimiento de la vista de Kendall, sabiendo que lo más probable es que me haya visto llorar mientras dormía y hasta seguro me escuchó quejarme en sueños, no sería la primera vez que eso sucedía. Limpié velozmente mi rostro con las palmas de mis manos, sorbiendo por la nariz y sintiendo un dolor punzante en el cuello a causa de haberme dormido en una mala posición en aquel asiento de auto.

—¿Estás mejor? —preguntó en voz baja. Asentí repetidas veces, esquivando su mirada.

—Lo lamento —murmuré avergonzada—. No debí quedarme dormida yo…

𝗕𝘂𝘁𝘁𝗲𝗿𝗳𝗹𝗶𝗲𝘀 𝗶𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗰𝗮𝘀𝘁𝗹𝗲 / ʲᵃᵐᵉˢ ᵐᵃˢˡᵒʷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora