Capítulo 8

1.6K 99 2
                                    

Especial Kendall

Lo único que lograba escuchar era el resonar de mis pasos en aquellos desolados pasillos. Me sorprendía que con tantas personas trabajando en este gran castillo no me hubiera cruzado con nadie desde hacía tanto tiempo. Me detuve en seco y dejé escapar un gran suspiro. Al igual que como en todas estas semanas pasadas, nuevamente me aburría estar tan solo. Me siento tremendamente orgulloso de esta reciente independencia que logró desarrollar mi pequeña hermana después de todo por lo que ha pasado, pero eso no significaba que yo no la necesitase a mi lado. Estaba tan acostumbrado a protegerla que ahora que no tengo de quién cuidar, me siento vacío.

No sé qué hacer en este día libre. Hace menos de media hora atrás habíamos vuelto de nuestro corto paseo mi hermana y yo, ella había preferido ir con su nueva amiga... ¿Érica? Sí, creo que ese era su nombre, en fin. He estado caminando sin rumbo por algunos corredores, intentando no perderme en mi intento por distraer mi mente. Traté de hacer una lista con mis posibles opciones para no morir de aburrimiento y en esa cortísima enumeración me di cuenta de que mi único amigo aquí era Carlos. Nota mental, hacer más amigos.

Para mi desgracia no conseguí localizar al moreno... así que lo único que me quedaba era confiar en mi suerte y con ella encontrarme a alguien -con esto me refiero a chocar con cualquier persona que esté tan sola como yo y acepte mi compañía- y a pesar de lo difícil que parezca aún conservo las esperanzas de que eso ocurra.

Entre mis pensamientos de vez en cuando bailoteaba la idea de encontrarme con Kate. Pero según había escuchado de ella misma, hoy estaría ocupada o algo así. Esa era la razón de que cada tantos segundos y con una inmensa frustración acumulándose en mi interior, descartara la idea de pasar mi tarde con ella.

Ya había perdido la noción del tiempo, solo caminaba con la mirada fija en la puerta al final de cada pasillo. Oh, Dios... ¿qué puedo hacer? El silencio me está matando. Continué caminando, sabía que si regresaba al cuarto terminaría deprimiéndome. Reanudé mi marcha dándome cuenta de que la puerta al final del pasillo se abría dejando pasar a dos chicas: Una morena y una rubia. Seguido de eso me tropecé pisando mi propio zapato y casi caigo de cara al suelo. Intentando disimular lo ocurrido me incorporé como pude, podía sentir mi rostro completamente sonrojado tanto por la vergüenza como por el hecho de saber que ella había visto mi torpeza en acción. Mi respiración se había acelerado notablemente y pude darme cuenta de cómo mi corazón saltaba entre mis costillas intentando escaparse.

Lo único que mi mente fue capaz de entender fue que ella estaba allí frente a mí, mirándome divertida mientras su amiga reía a carcajadas.

-Érica... -la reprendió al mismo tiempo en que ella misma contenía la risa lo mejor que podía.

-Perdón -logró decir la morena después de reír un poco más.

No importaba lo que dijeran porque no las escuchaba. Me miraban y sus labios se movían pero no lograba captar sus palabras. Creo que Katelyn reprendía a la otra chica por reírse de mí y ese simple pensamiento me hizo sentir como en el cielo. Los latidos de mi corazón resonaban en mis tímpanos y sentí unos tremendos nervios al imaginar cómo ellas escuchaban mis latidos desde donde estaban, pero eso era imposible, ¿cierto?

-Te ves preciosa el día de hoy -las palabras se escaparon de entre mis labios sin pensarlo siquiera y no me arrepentía en absoluto. Quería que ella supiera lo hermosa que se veía.

Apenas sí noté a Érica mirándome fijamente, todos mis sentidos estaban concentrados y tensos esperando una reacción por parte de Katelyn ante mi comentario.

𝗕𝘂𝘁𝘁𝗲𝗿𝗳𝗹𝗶𝗲𝘀 𝗶𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗰𝗮𝘀𝘁𝗹𝗲 / ʲᵃᵐᵉˢ ᵐᵃˢˡᵒʷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora