Capítulo 10

1.4K 100 16
                                    

Especial James

  Respiré profundamente en un intento por calmar mis nervios. Juraba que, en cuanto estuviera fuera de la vista de los asesores de mi madre y de ella misma, tanto el nudo en mi estómago, como el punzante dolor en mi cabeza desaparecerían. Me había equivocado.

  Mis brazos se colgaban rígidos a mis costados, mis manos convertidas en puños. La sangre corría con una veloz ferocidad por mis venas, necesitaba desesperadamente tranquilizarme antes de terminar golpeando lo primero que se cruzara en mi camino. Un suspiró entrecortado escapó de entre mis labios y comencé a caminar rumbo al único sitio donde nadie me atacaría con preguntas de las cuales no tengo respuestas.

  Esto era realmente desesperante.

  Raras veces me alteraba de manera similar, aunque claro, luego de escuchar con obligatoria atención todo lo que se dijo en aquella tensa reunión, no era de extrañar mi reacción. No podía seguir retrasando lo inevitable, debía tomar una decisión antes de que nadie la tomara por mí. Recuerdo el momento exacto cuando, hace un par de años, me hicieron la misma pregunta que hace unos instantes, los rostros expectantes, todas las miradas atentas sobre mí. Me negué aquella vez, respaldando mi decisión sobre un sólido "Aún no, no estoy listo", empiezo a creer que no lo estaré nunca.

  Era demasiado pronto. No podía aceptar tal responsabilidad.

  Uno a uno, el sordo eco que producían mis pisadas en el silencioso pasillo taladraban mis oídos, agudizando la jaqueca que sufría desde hacía al menos media hora atrás. La escena de minutos se repetía en mi mente. La impotencia nubló mi vista unos instantes, mis ojos fijos en el final del corredor. No debería, pero deseaba ansiosamente continuar atrasando mi ascenso al trono. Estaba seguro de que era el peor heredero al trono que jamás haya existido. Podía no ser la única opción, sin embargo seguía siendo la mejor opción.

  El principal objetivo de mi caminata era alejarme tanto como pudiera de aquel insoportable lugar, tal vez yendo directamente a un sitio donde pudiera despejarme y pensar en una solución sensata, una manera de convencer al Consejo de continuar retrasando mi coronación. Vaya que estaba fracasando en eso.

  Suspiré profundamente mientras jugueteaba con el anillo que llevaba el escudo de la familia real. Lo dicho en estas reuniones era estrictamente confidencial, nadie aparte de los presentes podía enterarse de nada que se dijera en aquel salón, absolutamente nadie tiene permitido compartir esa información. Sería sencillo evitar a todo aquel que pudiera preguntar mientras meditaba una respuesta.

—Hey, ¿cómo te fue? —la voz del pelinegro se escuchó notablemente más alta en mitad del sepulcral silencio. Cerró el libro que sostenía y lo dejó reposar sobre sus piernas— Parece que nada bien... —murmuró por lo bajo, seguramente notando la tensión y el agotamiento reflejados en mi rostro.

  Ignoré el comentario y continué de largo mi camino hacia un gran ventanal situado a la derecha del pelinegro. El incesante dolor de cabeza me estaba sacando de quicio, y aún así no aceptaría tomar nada para calmarlo, si llegaba a hacerlo sería un indicativo de que todo esto me estaba afectando. Nadie debe saber lo hasta qué punto. Y pensar que cada vez era más difícil ocultarlo.

  Parpadeé escapando momentáneamente de entre mis tortuosos pensamientos para oír la voz de mi primo mencionar lo obvio.

—Así que te fue peor de lo que pensé —con el rabillo del ojo pude notarlo negar lentamente—. Estás más callado que de costumbre, ¿qué tan mal estuvo? —indagó él, sentía el peso de su mirada en mi espalda. Me limité a encogerme de hombros. Era un tema que prefería olvidar, aunque fueran sólo unos cuantos segundos. —Juraba que preguntarías por qué sostengo un libro —contuvo una carcajada y alzó el mismo frente a sí—. Historia de las Naciones... —leyó en voz alta.

  Y de nuevo el mismo tema. Comenzaba a hartarme. Parecía como si nadie se hubiera dado cuenta de que yo conocía esa historia en particular mejor que cualquiera. Justo lo mencionaron poco antes de acabar con la estresante reunión de la que acababa de salir. Era sencillo, tal vez demasiado: si yo me rehusaba a aceptar la corona, Logan sería inmediatamente el siguiente en la línea del trono. Él sería rey.

  Conocer la información contenida en el libro que él sostenía era de vital importancia tanto para Logan como para mí, uno de nosotros ascendería al trono y debía estar a la altura.

  El pelinegro continuaba hablando, a decir verdad apenas le prestaba atención, hasta que la puerta se abrió, obligándolo a interrumpirse a sí mismo.

—Carlos —dijo a modo de saludo.

  El moreno lo ignoró automáticamente. Me extrañaría que no lo hiciera. —James, tenemos que hablar.

—Ya parecen un matrimonio —se burló—. Yo mejor me voy —dicho, escuché un veloz pisotear por sobre el piso de madera, desapareciendo finalmente por las puertas que dejaron entrar al más bajo. Siempre que tenía la oportunidad de escapar de Carlos, Logan lo hacía sin pensarlo. El moreno sacaba de quicio a mi primo.

—James, ya tomaste la decisión, ¿cierto?

  ¿Cómo olvidarlo? Él formaba parte de ese pequeño grupo de personas con autorización a estar presentes en reuniones del Consejo. Todavía no entendía cómo Logan podía evitar asistir a ellas y que nadie le dijera nada.

—No —respondí secamente, conteniendo la impotencia que me provocaba tal situación.

—¿Qué? Pero...

—No —repetí deteniéndolo—. No diré nada, y tampoco tienes derecho a preguntar sobre algo así.

  Me giré lentamente hasta encontrarme de frente al moreno. La estupefacción reflejada en su rostro, su ceño ligeramente fruncido. —¿Ahora qué pasa contigo?

—Basta, no quiero escuchar más del tema —mi voz escapó de entre mis labios con tono áspero. Era la primera vez que me comportaba tan duramente con cualquier persona, siempre me consideré alguien paciente.

—Oh vamos, no puedes estar hablando en serio. James —rogó—, por favor. Estamos hablando del futuro de tu país. Logan no debe...

  Todos en el Consejo se veían esperanzados, confiados del perfecto heredero al trono, que es como me habían llamado. Nadie jamás se detuvo a pensar en lo apresurado de la situación, en lo joven que yo era para gobernar un país.

—Te dije que no quiero escucharte.

  A grandes zancadas me acerqué hasta la puerta. Él, por su parte avanzó dudoso unos cuantos pasos en mi dirección, su voz me detuvo. No lo escuché. No quería seguir escuchándolo.

—No, es en serio Carlos. Por lo que más quieras, no me sigas. Tampoco quiero volver a escucharte mencionar nada sobre ese tema —le dirigí una glacial mirada— es una orden.

  Me giré nuevamente hacia las puertas, de refilón, pude notarlo asintiendo velozmente. Salí finalmente, suspirando agobiado en cuanto las puertas se cerraron a mis espaldas. Había sido un día largo, ¿podría empeorar?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 12, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝗕𝘂𝘁𝘁𝗲𝗿𝗳𝗹𝗶𝗲𝘀 𝗶𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗰𝗮𝘀𝘁𝗹𝗲 / ʲᵃᵐᵉˢ ᵐᵃˢˡᵒʷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora