Capítulo 25: El rescate

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La horda golpeaba con todavía más fuerza que antes, ni siquiera las cortinas de acero era capaces de mantener a raya a las amenazas y mantener a salvo a los científicos, muchos perdieron la esperanza y se resignaron, pero otros siguieron esforzándose para no dejarles pasar mientras la supervisora pensaba en un plan, pero por lo agresivos que se ponían los ataques, sumado al ruido de los golpes en las cortinas, los gritos y el llanto de los más cobardes le impedían pensar con claridad.

Cientifico: ¡Señorita Beatriz! ¿Qué hacemos? Todos esperan sus ordenes

Supervisora Beatriz: No hay otra opción el laboratorio está perdido ¡Que los que no están haciendo nada que se dejen de berrar, empaquen las cosas importantes y borren los datos de las computadoras! ¡¡¡Nos vamos!!!

Cientifico: ¡Si señora! ¡Ya oyeron levántense y hagan lo que se les pide! ¡¡¡Y tu deja de llorar!!!

Aun cuando los valientes que seguían reforzando las entradas con barricadas improvisadas no lograron evitar que la furiosa horda entrara antes de que tuviesen tiempo de empacar y llevarse todo lo necesario, revolucionando todavía más el laboratorio.

Cientifico cobarde: ¡N-No no no quiero que me atrapen! ¿Y el pasadizo? ¡¿Dónde está el pasadizo?!

Y así muchos le siguieron en un acto de histeria colectiva que no ayudó a la supervivencia de los científicos por el contrario esto cavó la tumba de muchos, no literalmente, pero era como morir convertirse en una de esas cosas poseídas por la sustancia negra con la que Malva los contagiaba.

Beatriz: ¡Mierda cálmense o todos...!

Cientifico aterrado: ¡No hay esperanza prefiero irme que convertirme en una de esas cosas!

Beatriz: ¡Oye un momento baja esa pistola!

Pero no hubo caso el científico se pegó un tiro y terminó con su vida lo que atrajo la atención de todas esas cosas donde estaba ella. El shock la congeló durante unos segundos, pero la trajo devuelta un gran estruendo que se produjo en la entrada del laboratorio ¡Alguien había entrado y se abrió paso entre toda la multitud eran...!

Beatriz: ¡¿Eso es un Gogoat?! ¿Y tiene a unos niños encima?

Trovato: ¡Súbase señora la sacaremos de aquí!

Beatriz: ¿Quién demo...?

Xana: ¡No hay tiempo vamos!

Algo a regañadientes la científica acepta y con ayuda de los chicos se sube al lomo del robusto pokemón.

Beatriz: Escuchen vayan por allá

Trovato: Pero por ahí no está la salida es un callejón sin salida

Beatriz: ¡Hazme caso!

El chico asintió y con sus talones dio unos golpecitos al pokemón para que corriese en la dirección que se les indicó. Dentro de nada llegaron a un pasillo que tenía un librero pequeño y ninguna otra forma de salir sin volver por sus pasos, los humanos controlados por Malva les estaban alcanzando por lo que no podían darse el lujo de retroceder, el gogoat seguía su carga hacia adelante lo que puso nervioso al pelirrojo y estuvo a punto de hacer detener al pokemón pero cuando estuvo a punto de hacer la maniobra para frenarlo notó que cuando estaban por estamparse con la pared su compañero agachó la cabeza y puso sus cuernos adelante.

Trovato: ¿Podría ser que...?

Beatriz: La sensibilidad de los pokemón tipo planta ante el viento es mayor a la de los otros, en cuanto entramos en este pasillo notó esa corriente que circula entre el librero y la pared

Los archivos de LyssonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora