Axel
El sudor perlaba mi frente por completo.
Los músculos del cuello se tensaron hasta un punto en el que llegué a pensar que podrían quebrarse con el más mínimo movimiento. La rigidez de mi cuerpo estaba en consonancia con mi estado actual. Apenas había logrado conciliar el sueño y dormir un par de horas sin que las pesadillas volvieran a hacer acto de presencia.
Las agujas del viejo reloj que había sobre la mesita de noche, parecían haberse detenido en el seis, burlándose de mí, en un cruel intento porque el día no llegara.
Ni siquiera la compañía femenina, que aún dormía placidamente junto a mí, había sido capaz de sacar a esa maldita mocosa de mi cabeza.
No podía negar que era realmente hermosa. Su largo pelo de color negro azabache caía de forma suave sobre su espalda desnuda, dejando que algunos mechones rebeldes resbalaran sobre su rostro. Un rostro bello en consonancia con un escultural cuerpo, que sería la delicia de cualquier hombre.
En otro momento lo habría sido incluso para mí, pero no ahora.
No cuando la pelirroja se había metido en mi cabeza y colado en mi sistema desde el primer momento en el que abrió su insolente boca para desafiarme de una forma abierta y descarada.
Su rebeldía y osadía me habían resultado por demás refrescantes, devolviéndole a mi anodina vida la chispa que perdió hace ya tantos años. Todo en Scarlett resultaba excitante. Desde el color ardiente como el fuego más intenso de su larga cabellera, hasta sus hermosos y vibrantes ojos verde esmeralda. Eran sus labios, gruesos y carnosos, los que en más de una ocasión me habían tentado.
Eso tan solo era la guinda que adornaba el delicioso pastel, en que Scarlett Sinclair se había convertido. Con un cuerpo que había sido concebido milímetro a milímetro para pecar en el de mil formas diferentes. Las líneas curvas de su pequeño y torneado cuerpo eran una tentación constante. De pechos turgentes y no demasiado voluptuosos, los cuales me hacían perder la razón y más aún desde nuestro encuentro en aquel cuarto de contadores. Un perfecto reloj de arena que parecía encajar magistralmente con el mío y eso era algo que me venía atormentando desde aquel día.
La cercanía de sus deliciosas curvas y el calor que su pálida piel emanaba se habían convertido en una auténtica tortura. Mi cuerpo la reclamaba, necesitado de su contacto y cercanía, pero la voz de la razón que me atormentaba, gritaba a pleno pulmón que todo estaba mal, que no debía aprovecharme de una joven como ella. La frescura y valentía propias de su edad era lo que más me atraía y a la vez lo que me hacía mantener las distancias.
Nada podía pasar entre nosotros, jamás. No la arrastraría a mi oscuridad por nada del mundo. No le jodería la vida como he venido haciendo con todas y cada una de las personas que se han acercado a mí.
Me levanté de la cama mientras mi acompañante se estiraba en busca de un contacto, que en esos momentos no era capaz de ofrecer. Agarré el pantalón gris del suelo y me incorporé apartando por el camino la ropa que la noche anterior desperdigamos por toda la estancia. Cerré la puerta con cuidado para no despertar a Shannon o quizá se llamaba Sarah, no recordaba bien el nombre en ese momento. Me preparé una taza de café solo, sin azúcar, mientras observaba por el ventanal del comedor como las luces del amanecer comenzaban a bañar la ciudad de Boston.
En mi reunión improvisada con Scarlett en el viejo almacén del club reuní cierta información valiosa sobre los hombres de Wolf, pero había uno en particular que me llamó la atención sobre los demás. Un nombre que me resultaba demasiado familiar. Uno, que de confirmar su apellido, sería un serio problema y una traba considerable en nuestra investigación.
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EN ROJO
RandomUna historia de odio y venganza, donde nadie es lo que parece. Una historia en la que caperucita luce una chupa de cuero rojo, el lobo viste lo último de Armani y el cazador pelea cada noche a vida o muerte. Quizá no sea el cuento que nos contaron...