-¡Axel! -escuché que gritaban a mis espaldas. El sonido ya me resultaba lo bastante familiar como para saber que era Evan quien alzaba la voz.
Haciendo señas con ambos brazos, captó rápidamente la atención del luchador, que de inmediato comenzó a caminar hacia nuestra posición. Por el camino, alguien le lanzó una toalla con la que comenzó a retirar los restos fisiológicos que habían quedado adheridos a su rostro y torso.
Sentí que, a mi alrededor, toda la escena discurría a cámara lenta. Su paso era pesado y decidido, del que se sabe vencedor de cualquier combate, ya sea dentro o fuera del ring. Pisaba con suma determinación mientras los músculos de sus brazos se tensaban con cada movimiento que llevaba a cabo. La toalla acariciaba cada centímetro de su rostro, con calma, deslizándose cruelmente hasta llegar a sus delineados pectorales.
-Scarlett, ¿te encuentras bien? -preguntó Nadia mientras me zarandeaba violentamente. -¡Parece que estuvieses en estado de shock!. -exclamó antes de abofetearme la mejilla.
-¡Por dios Nadia!, -me separé unos centímetros, mirándola fijamente, mientras calmaba el picor que su bofetón me había producido -¿te has vuelto loca o que?
-¿Yo?
-Si tú, ¿quién va a ser si no?
-Para tu información no era yo la que parecía estar en estado catatónico. Pensé que tantas emociones juntas, te habían provocado algún tipo de colapso emocional.
Odiaba con todas mis fuerzas cuando Nadia sacaba la "drama Queen" que llevaba dentro. Hacía una montaña del más insignificante grano de arena a una velocidad de vértigo.
Era el Ferrari de los dramas, de cero a cien en un segundo.
-Señoritas... -una voz grave y algo ronca se alzó por encima del bullicio. No fue necesario que nadie guardase silencio, la intensidad y rotundidad en su tono de voz no dejaba lugar a duda de quien mandaba allí.
-Axel, por fin -se apresuró a decir Evan mientras rodeaba los hombros de su amigo.
Ni la gran estatura de este último podía eclipsar la magnificencia de aquel hombre, al cual sacaba varios centímetros de altura. Yo, a su lado, me sentía como Frodo Bolson cuando salió de la comarca.
-Las señoritas te buscaban. Al parecer necesitan de tus "habilidades" -dijo enfatizando desmedidamente la última palabra mientras le guiñaba un ojo.
Se limpió con detenimiento ambas manos mientras nos observaba de una forma un tanto inquietante.
-Acompañadme -se limitó a decir antes de iniciar la marcha, atravesando de nuevo la multitud.
Poco a poco nos fuimos alejando del bullicio, adentrándonos en la oscura trastienda del local. El pánico logró apoderarse de mí y tras echar un vistazo rápido a mi amiga, pude observar que no se sentía mucho más cómoda que yo.
Nos encontrábamos solas, con dos extraños de los que no sabíamos nada en absoluto y los cuales parecían ser delincuentes peligrosos, dicho sea de paso. Esa sensación se instaló aún más profundamente, cuando me percaté de que nadie conocía nuestro paradero.
Al pasar por lo que parecía un estrecho pasillo, Axel pulsó un interruptor haciendo que varios fluorescentes se encendieran simultáneamente. Uno de ellos titilaba emitiendo pequeños destellos de luz blanquecina a nuestro paso. Seguimos hacia delante hasta alcanzar las escaleras.
-En el piso superior está el despacho -dijo Evan al ver nuestra cara de pánico. - Tiene un acceso directo desde la calle -comentó con una sonrisa en la boca -no es lo habitual que los clientes vengan a estas horas de la noche.
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EN ROJO
CasualeUna historia de odio y venganza, donde nadie es lo que parece. Una historia en la que caperucita luce una chupa de cuero rojo, el lobo viste lo último de Armani y el cazador pelea cada noche a vida o muerte. Quizá no sea el cuento que nos contaron...