Ver a los visitantes del mercado era su única distracción cuando no había clientes que atender, agradecía que su puesto fuera uno de lo más visitados, por qué si fuera lo contrario, se moriría de aburrimiento durante las doce horas que tiene que trabajar. Aunque los momentos en los que puede darse un respiro siempre son agradecidos, es ahí cuando deja a su imaginación jugar, inventando una historia para cada persona que ve pasar, desde dobles vidas hasta grandes aventuras llenas de magia y romance.
-tierra llamando a Hyeongjun hyung- una mano paso por su vista, sacándole de su imaginación, sonriendo cuando presto atención a quien tenía enfrente
-buen día Jooyeon- saludo, empezando a empacar lo que suele pedirle el azabache cada que va- ¿Cómo estuvo la academia?- pregunto
-hoy no he asistido, su majestad a dado el día, pues lo considera un día de celebración- el menor tomo la pequeña bolsa de tela que contenía la fruta, entregándole el dinero- ¡Oh! ¿Que es eso?- apunto a las espaldas del mayor, haciendo que esté volteara, sin embargo no vio nada, cuando volvió a ver a Jooyeon, un tulipán blanco se encontraba flotando frente a su rostro -para ti hyung- dijo el menor sonriendo y con las mejillas rojas
-Jooyeonie- Hyeongjun tomo la flor con delicadeza, haciendo que el campo de fuerza que la mantenía levitando desapareciera- has mejorado mucho- halago, el mencionado solo jugaba con su mechón blanco, avergonzado
Jooyeon era alumno de la Academia Mágica, una institución que entrenaba a magos de todo el mundo para que fueran poderosos, capaces de proteger a cualquiera que lo necesitará. Eran pocos los que podían entrar en ella, pues solo podían hacerlo aquellos que habían nacido con el don de la magia, Jooyeon era uno de esos casos, pues desde su nacimiento se descubrió que poseía tan magnífico don y a pesar de ser un reino legando, fue inscrito en tan prestigiosa escuela.
Todo aquel que se gradúa de la Academia Mágica, tiene dos oportunidades para tomar, ser un medico y apoyar al pueblo, o ser miembro de la legión mágica, un inquebrantable ejercicio conformado por hombres y mujeres, todos con algo en común, pueden controlar la magia que corre en sus venas
-bueno, debo volver, mis padres están a punto de llegar y quiero estar presente- Jooyeon se despidió sonriendo, dejando a Hyeongjun solo otra vez.
Algo estaba pasando, de eso no había duda, desde hace media hora un grupo de, los que parecían, guardias estaba deambulando por el mercado, más de una vez los había visto pasar enfrente de su sitio, incluso, uno de ellos le había sonreído cuando sus miradas se cruzaron por accidente. Decidió ignorar todo, era hora de volver a casa con su abuela, quien de seguro ya lo esperaba con la cena lista.
Luego de cerrar todo, empezó su camino rumbo a su hogar, estaba un poco alegado, pero disfrutaba el trayecto, pues llegaban a el los distintos olores de los puestos que seguían abiertos o de las tiendas que aún estaban funcionando, uno de esas era la panadería, lugar al que entro para comprar aquel pastelillo que tanto ama su preciosa abuelita. Cuando estuvo fuera de esta, la noche ya había caído por completo, los faroles de las calles ya estaban encendidos y, por raro que parezca, todo estaba vacío, como si hubiera desaparecido toda la gente que antes estaba. Sabia que estaba paranoico, pero sentía que alguien estaba detrás de él, pero cada que volteaba a inspeccionar, no había nada ni nadie.
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|El Príncipe Perdido|®
FanfictionHyeongjun creció solo con su madre y su abuela, no le importaba donde o quien era su padre, pues nunca vio necesario preguntar. Pero, un día cualquiera, despierta en un lugar desconocido, rodeado de varios chicos que le aseguran el ser el hijo menor...