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-Querida Lizzy, ¿por dónde habéis estado paseando? —preguntó Jane en cuanto se sentaron a la mesa del comedor con todos los demás. Como respuesta, sólo pudo decir que habían andado hasta donde acababa el terreno que ella conocía.
La velada pasó con tranquilidad. Los novios charlaron y rieron. Elizabeth, agitada y confusa, se sentía fuera de lugar, aun cuando observaba satisfecha la escena entre Jane y Bingley, sonriendo de todo. Se sentía desgraciada y culpable de no compartir la alegría de su hermana, Darcy hablaba poco y ya no parecía darle a ella mayor importancia.
Por la noche deseo sincerarse con Jane, contarle como ahora las propuestas de Darcy no solo serian bien recibidas sino también que las deseaba con anhelo, pero no pudo arruinarle la felicidad que ella manifestaba por lo que no hablaron más que de intransigencias.
Los días siguientes no fueron a mejor, los encuentros con Darcy eran silenciosos y también se habían vuelto cada vez menos frecuentes, este ya no asistía a Longbourn con su amigo, como lo había hecho días antes, Bingley siempre escusaba a su amigo alegando que estaba demasiado ocupado pero Elizabeth creía que se debía a su presencia. Su comportamiento era más parecido al que había notado en sus primeros días en  Netherfield, pronto sintió que esa era la clara manifestación del caballero expresando que no quería saber nada más sobre ella. Poco sabia Elizabeth que esa era la respuesta de Darcy a un corazón roto.
Los días para la boda de Jane con Bingley pasaron sorprendentemente rápidos, Elizabeth tenía sentimientos encontrados. Todo el ambiente de la casa cambió, los Bennet esperaban con satisfacción el tan esperado día en que la joven su uniría a Bingley, aunque cada uno lo manifestaba de diferente manera. Mr. Bennet le expresaba a su hija, mayor, la buena decisión que había tomado, se alegraba de saber que Jane no fue tan tonta como Lydia, a Elizabeth le expresaba sus buenos deseos para con la pareja e incluso le insinuó que ella podría ser la próxima en tal situación. Kitty expresaba el deseo de encontrarse pronto con un buen marido, gracias a lo bien posicionada que estaba su hermana. Mary era la que menos parecía feliz por la noticia aunque si manifestaba el estar contenta. Mrs. Bennet se pasaba todo el tiempo diciéndole a todos que Jane siempre había sido su hija favorita, además de que sabía que la unión con Bingley era inevitable desde el primer día que lo vio en Netherfield.
— ¡Siempre lo supe! al final Jane estaría instalada en Netherfield. 
Cuando no estaba cerca de su hija se pasaba horas en la residencia de los Lucas, constantemente, hablando de lo maravilloso que era el que Jane se casara con Bingley, siempre concluía deseando que su hija les encontrase marido a sus hermanas. Incluía a Maria Lucas, aunque esto no lo decía de corazón. Lady Lucas se mostraba bastante tolerante pero poco podía intervenir en las conversaciones con Mrs. Bennet.
Elizabeth era sin duda la que más se alegraba por tan buena fortuna, en el amor, que su hermana había tenido, pero aun así se sentía triste y abrumada. Darcy no parecía haber cambiado su forma de ser se mostraba amable con ella, en las pocas ocasiones que pudieron hablar, pero solo comentaban  cosas intransigentes. Nunca vio que Darcy manifestara mantener los sentimientos hacia ella y no se tocó el tema de Lady Catherine. 
Elizabeth deseaba no haber ido a Pemberley con sus tíos en el verano, sabía que desde ese momento sus sentimientos por Darcy habían sufrido un cambio. Su único consuelo era ver la alegría de su hermana. Jane se pasaba largas horas hablando con Bingley. Por lo que su única ocasión de hacer confidencias, con su hermana, era durante la noche. Una noche, poco antes de la boda, Jane le reveló, que junto a Bingley, habían acordado hacer un viaje por Inglaterra, después de la boda. Pero le aseguró que lo pospondría si, Elizabeth, así lo quisiera. Lizzy no le había contado nada sobre sus malestares pero Jane podía notar que algo estaba afectando a su hermana. Elizabeth la animó, a que hiciera aquel viaje, asegurándole que ella estaba perfecta, aunque cansada.
— ¡Oh Lizzy! deseo en verdad que encuentres a un hombre y seas tan feliz como yo.
— Mientras tu seas feliz yo lo soy, Jane.
— Te ruego que aceptes la invitación de Charlotte y vayas a Kent. Talvez lo que necesitas sea un cambio de aires.
La joven recordó entonces la carta que había recibido de Charlotte, pocos días antes, en la que redacto lo feliz que estaba con la boda de Jane. Pero también manifestó el deseo de que Elizabeth la acompañara de regreso y se instalara por un tiempo en Rosings. Le aseguró a Jane que lo haría. Deseaba  también cambiar de aires para olvidar el recuerdo de Darcy. El caballero  ahora pasaba los días en compañía de Mrs. Hurts y la señorita Bingley, está última envío una carta de felicitación tanto a su hermano como a Jane pero a Elizabeth no le pareció sincera, por eso la antipatía hacia esta era doblemente mayor. Por el mal trato que le daba a su hermana y por el hecho de que ahora ella era el objeto de la atención de Mr. Darcy. Aunque ningún comportamiento del caballero lo sugirió, Elizabeth creyó que pronto la señorita Bingley conseguiría su objetivo, de estar casada con él. Esto la ponía especialmente mal pero sabía, que sí el caballero se casaba, todos lo sentimientos que albergaba hacia él se terminarían extinguiendo, tarde o temprano.
Una tarde, antes de la boda, Elizabeth encontró tiempo para hablar con Darcy.
— Debe estar usted muy contento por el próximo suceso.
— Supongo que tanto como cualquiera — respondió él cortante.
Después de un silencio y con intención de que su compañera notara que ya no le representaba un dolor separarse de ella, aun que no fuesen más que mentiras, añadió:
— Me complace más el saber que me encontraré antes de lo planeado con mi hermana.
— ¡Oh! Creí que usted se quedaría en Netherfield un par de meses, junto a la señorita Bingley y los Hurts.
— No, todos partiremos a Londres la mañana siguiente y de ahí partiré a Pemberley.
Elizabeth se conmocionó por la noticia, tanto que no tuvo ocasión de responder e interrumpió la conversación. Recordó que Jane le mencionó el hecho de que Netherfield quedaría a cargo de las hermanas de Bingley durante su ausencia, pero este cambio le afecto bastante aunque no sabía la razón.
Lizzy que aun mantenía una esperanza de que Darcy volviese a declararle sus sentimientos, entendió que lo que esté pretendía era dejarle claro que ya no era de su interés. El resto de la noche la paso entre conocidos y aunque le insistieron bastante para que los deleitara con un concierto Elizabeth lo rechazo, tuvo ocasión de hablar con diferentes personas pero ninguna fue de su especial interés. 
El día tan esperado llego, en la iglesia Elizabeth, pudo observar el actuar de los presentes; las hermanas de Bingley parecían disgustadas, aunque se mostraban bastante amables con las pocas personas que se atrevieron a hablarles. Darcy era otro caso, se veía completamente alegre y satisfecho. Elizabeth supo que los sentimientos de felicidad que lanzaba  a la pareja eran sinceros, le quedo claro que el caballero sabía que su amigo había hecho una buena elección.
En el baile que se celebró en Netherfield los recién casados eran el centro de atención. Para Elizabeth fue un digno baile, agradeció que, a diferencia del primer baile en el que coincidió con Mr. Darcy, había tantos caballeros que si lo deseaba pudo haber bailado toda la noche. Si lo deseaba pero quiso hablar con Charlotte, está se mostró bastante alegre y en un momento llamó a Jane, Mrs. Bingley. Elizabeth se estremeció pero pronto recordó que ahora así debía ser conocida su hermana. Hablaron de otros temas, hasta que Elizabeth manifestó lo que desde un principio buscaba.
— Me complacerá aceptar tu invitación a Kent, si es que aún sigue en pie.
— ¡Oh! ¡Por supuesto Lizzy! siempre serás bienvenida a nuestra casa, partiremos mañana por la tarde, ¡que alegría me da que aceptarás!
La respuesta le encantó. Kent no se encontraba lo suficientemente lejos de Darcy, como desearía, pero esperaba poder hacer que los sentimientos hacían el caballero fuesen olvidados.
Las damas continuaron hablando durante un rato, sobre los invitados, hasta que Charlotte fue a hablar con su marido. Elizabeth no deseó hablar con su primo, al saber que ir a Kent le representaría el escuchar constantemente sus discursos, por lo que no siguió a su amiga.
Estaba dispuesta a reanudar su baile cuando Darcy se le acercó a pedirle el siguiente. Ella, aunque muy sorprendida, aceptó.
Cuando el baile comenzó Darcy se acercó para tomarla de la mano y ocupar su lugar en la pista. Intentó comprender porque su compañero había tomado la decisión de pedirle un baile, sin embargo se complació de bailar, al menos una vez, con él.
Darcy, se recriminó haber tomado tal iniciativa. Pero no podía mantenerse solo observando, mientras el amor de su vida pasaba toda la noche entre los brazos de otros hombres.
— He de suponer que ya no me considera como una desconocida, con la cual le causé desagrado el bailar, Mr. Darcy —comentó Elizabeth.
Darcy se sorprendió al escucharla hablar, pero después de meditarlo supo que contestar. 
— Encuentro en usted una muy buena amiga, después de tanto por lo que hemos pasado.
Elizabeth comprendió que el caballero se refería, muy probablemente, a la fallida propuesta de matrimonio, así que se quedo tan aturdida que no supo que más decir.
Después de un silencio, recordando los comentarios que su compañera le dio en su primer baile juntos, añadió:
— Los novios parecen estar pasándola de maravilla.
— ¡Sin duda alguna! Puedo ver que serán una gran pareja, ¡Su amor está muy claro! El corazón de Jane volvió a la vida desde que Bingley regresó —Elizabeth, advirtió lo acusadoras que sonaban aquellas palabras y rápidamente añadió—, se lo he de volver a agradecer, Mr. Darcy. Si no fuese por su ayuda esto jamás hubiera ocurrido. ¿Me permite preguntarle si le sorprendió?
—Por supuesto que no. Al abandonar Netherfield comprendí que esto pasaría.
—Entonces, usted le dio su autorización. Lo suponía.
Y aunque él protestó contra semejante frase, ella comprendió que de algún modo había sido así.
—La tarde antes de mi salida a Londres —dijo él—  le hice a Bingley una confesión que debí haberle hecho hacía tiempo. Le expuse cuanto había ocurrido para cambiar en mi anterior punto de vista en sus asuntos. Su sorpresa  fue grande, jamás había abrigado la menor sospecha. Le dije, además, que me creía equivocado al suponer que le era indiferente a su hermana y de inmediato me di cuenta de que su afecto hacia ella no había disminuido, de modo que no abrigué duda sobre su mutua felicidad.
Lizzy no pudo evitar sonreír ante el modo en que Darcy guiaba a su amigo.
—Cuando le habló usted de que mi hermana lo quería, ¿hablaba en base a su propia observación o sólo por lo que yo le informé la primavera pasada?
—Por lo primero. La estudié durante las dos últimas visitas que hice aquí y quedé convencido de su afecto.
—Y supongo que su afirmación lo convenció de inmediato.
—Así fue. Bingley es muy modesto. Su timidez ha impedido que se fiase de su propio juicio, pero su sumisión al mío lo facilitó todo. Tuve que confiarle una cosa que durante un tiempo, y con toda razón, le molestó. No pude permitirme ocultarle que su hermana había estado tres meses en la capital durante el invierno pasado, que yo lo sabía y que se lo oculté con intención. Eso le irritó. Pero estoy seguro de que su ira no duró sino el tiempo que permaneció en duda sobre los sentimientos de su hermana. Ahora me ha perdonado de corazón.
Lizzy habría deseado declarar que Bingley debía de ser un amigo encantador por la facilidad con que se dejaba guiar, pero se contuvo. Recordó que esto sería demasiado inapropiado para alguien como Darcy. Hablaron, pues, de la felicidad de los Bingley. Elizabeth, quien deseaba creer que Darcy a un la amaba, se entristeció enormemente cuando supuso que el caballero solo deseaba dar le buenos deseos a la pareja, las hermanas de Bingley no eran las damas indicadas para ello.
Cuando el baile termino, Darcy no estaba listo para apartarse de Elizabeth. Si bien creía que podía estar lejos de sus encantos toda la noche, ahora sabía que eso no podía ser. Le era triste el comprender, que después de aquella noche tal vez las únicas veces que tuviera ocasión de verla fuera cuando sus visitas coincidieran en la morada de los Bingley, no podía esperar que los últimos se quedaran siempre en Netherfield o que la primera se mantuviera  en Longbourn. Con aquella premisa decidió pasar todo el poco tiempo que le quedase con Elizabeth. Le pidió el siguiente baile, su conversación sin embargo solo trataba intransigencias o algún comentario sobre los asistentes, pero para el caballero era suficiente. Lo que deseaba era contemplar las facciones de su rostro para no olvidar tan perfecta simetría. Su voz le llegó de sorpresa nuevamente.
—¿Qué pensó al verme en Pemberley?
— Me sorprendió y  complació, al igual que a mi hermana, se lamentó que no se hubieran tratado más y me dijo que encontró en usted una mujer de porte refinado y con modales más exquisitos  — contestó Darcy.
— Parece que no tuvo el suficiente tiempo para conocerme bien.
— Yo coincido con ella.
El baile termino con esas palabras, que podían ser las ultimas en decirle en mucho tiempo. Con una cortés despedida ambos se alejaron.
Elizabeth no alcanzó a entender el significado de aquella última conversación con Darcy, ¿acaso aquel caballero aun mantenía sus sentimientos por ella? pero si era así ¿porque no lo había manifestado aún? ambos sabían que esta podía ser la última velada que pasarían en largo tiempo, por lo cual decidió optar el creer que aquellas palabras más bien hacían mella de lo escrito en su carta, sobre su familia, en donde le aseguró que tanto ella como Jane se encontraban exentas del mal comportamiento que mostraba su familia. Pensar en la carta que Darcy le dio, en la cual este no había hecho referencia a sus sentimientos mas que apenas en una oración, le hizo desear que en la carta el caballero expresara todos sus sentimientos para tener una prueba real de aquellos sentimientos que ahora parecían tan lejanos.
Lizzy no deseo bailar más durante la noche. Pasó mucho tiempo junto a Charlotte y a veces se les unía la feliz pareja. Darcy ya no se le acercó aunque estaba acompañado de sus conocidos este no  despego los labios más que para responder a alguna de las preguntas que las damas le hacían, aun así no parecía a gustó teniendo que hacerlo.

Cuando se alejaba el carruaje, por el camino de Netherfield, Elizabeth creyó ver a Darcy, en la lejanía, sin embargo consideró que; bien estaba despidiéndose de ella y su familia por cortesía o estaba dando un paseo.

El día siguiente fue muy singular en Longbourn. Mrs. Bennet le lanzaba  reproches a Elizabeth acerca de buscar marido y al mismo tiempo se lamentaba por que perdería a Jane, su hija favorita, durante el viaje que haría.
Mr. Bennet, se mostró bastante afligido con la noticia de que no solo Jane había optado por hacer un viaje, le rogó que le enviara constantes cartas. Elizabeth por supuesto aceptó, para ella también le era difícil separarse de su padre.  
Kitty continuaba solamente hablando de toda la suerte que tenía, porque sabía que Jane se encargaría de buscarle un marido y Mary era la única que su rutina no parecía haber cambiado.
Poco antes del medio día el carruaje de los Bingley llegó a Longbourn.
La pareja había ido a despedirse.
Elizabeth creía que podría ver a Darcy, pero pronto fue avisada de su error, Jane le comunicó que todos los demás habitantes de Netherfield habían partido a Londres muy temprano.
— Me sorprendió en verdad lo complacido que estaba, Mr. Darcy, por irse a Londres. Me pareció que le desagradaba la idea de estar más tiempo en Hertfordshire —comentó Jane a su hermana, aprovechando los pocos minutos que estuvieron a solas — creó que algo lo llamaba a la ciudad.
Estas últimas palabras le llegaron de sorpresa a Elizabeth, pero logró  mantener una expresión imperturbable para que su hermana no lo notara. Pero no era posible que Darcy ya no mostrase interés en ella porque había encontrado a otra mujer que le resultara de su agrado, y le correspondiese además, tal vez diferente a la hija de Lady Catherine o la hermana de Bingley. Alguien que cautivase su corazón.
— Supongo que este condado ya no le es suficiente — replicó ella.
Para el medio día la pareja ya había partido en su viaje. Poco después otro carruaje había llegado. Los Collins llegaron, para llevar con ellos a Elizabeth, está se alegro bastante al ver que los acompañaría Maria Lucas, quien aunque no le parecía especialmente lista o buena acompañante si le serviría para que la atención de Mr. Collins no se centrara del todo en ella.

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