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La mañana siguiente Jane apareció andando con Bingley y Darcy, aunque invitaron a todos a dar un paseo solo Elizabeth se encontraba lo suficientemente dispuesta, para aceptar.
— Darcy, lamento ser yo quien tenga que decirte que nuestra estancia en Rosings, no puede alargarse más que otro día, tanto mi esposa como mi cuñada desean volver a su hogar lo antes posible y no deseo ser yo quien se los impida — comentó Bingley.
— Supongo que esperaba que pronto se cansaran de Rosings — replicó Darcy.
— ¡Rosings es en verdad un encanto, Mr. Darcy! Pero he de confesarle que extraño mucho Hertfordshire. Viví ahí toda mi vida y estar fuera me hace anhelar mi hogar, además no quisiéramos ser considerados molestias — comentó Jane.
— ¡Molestias! de ninguna manera ninguno de ustedes sería considerado así, pero si en verdad desean partir yo no puedo retenerlos aquí.
Elizabeth, que se había mantenido al margen de la conversación, fue la única testigo de la tristeza que Darcy mostró.
— Pero, por supuesto que usted siempre será bienvenido en Netherfield, ¿No es así querido?
— Por su puesto, Darcy. Siempre será bien recibido.
Darcy pareció mostrase complacido con aquella afirmación, no hubo más objeciones y el tema fue cambiado. Pronto Elizabeth se encontró sola con Darcy. Los Bingley se atrasaron en la caminata.
— Creo que usted no estuvo sorprendida por la pronta partida — comentó Darcy.
— No, en verdad deseo ver a mi querido padre y a toda mi familia.
— He de confesarle, que la presencia de ustedes aquí la he encontrado de lo más encantadora y el que se vayan me asombra bastante. Creo que pronto aceptare la invitación de los Bingley.
— Espero verle pronto en Netherfield, entonces.
Darcy le aseguró que así lo haría 
Los Collins se mostraron deseosos de que la joven no abandonara Rosings. Elizabeth le expuso las razones por las que consideraba una mejor idea el partir hacia Longbourn, no convenció del todo a sus anfitriones pero al final tuvieron que ceder.
Jane le pidió ayuda a su hermana, para empacar, por lo que ambas jóvenes dedicaron la tarde en la tarea.
En el salón de Rosings, Darcy se quedó, una vez más, solo con la señorita Bingley y dio origen a una conversación muy particular.
— ¡Oh, Mr. Darcy! Quisiera saber ¿Cómo pudo soportar lo bailes de Hertfordshire, con gente tan insípida e insignificante? Cuando usted conoce el placer de los elegantes bailes de Rosings.
El caballero se sorprendió por la pregunta pero no tuvo ni que pensar para la respuesta.
— Mi respuesta a esa pregunta sería, un par de ojos bonitos en el rostro de una hermosa mujer.
Aunque la señorita Bingley no estuvo satisfecha con aquella respuesta y deseaba que el caballero añadiera algo más, no lo consiguió.
Darcy rechazó cualquier intento de ella de conversar, estuvo por completo complacido cuando anunció que deseaba retirarse, para alistarse para el viaje. No podía estar feliz con la partida de la señorita Bingley porque esta estaba estrechamente relacionada con la ausencia de su Elizabeth.
El día de la partida llegó. Por suerte para todos no hubo ninguna razón para cambiar la fecha establecida.
Elizabeth estaba ansiosa de abandonar Rosings, para tener un reencuentro con su padre, ya no le molestaba la presencia de Darcy.
Se le había ofrecido a la señorita Lucas que los acompañaran de regreso a Hertfordshire, pero la joven rechazó la oferta, bastante decidida a pasar mucho más tiempo en Kent.
Maria se había topado con un caballero en el baile de Rosings, el cual se mostró en cantador con ella y le pidió todos los bailes, la joven concedió. El joven tenía sin duda mejor aspecto que Mr. Collins y mejor manera de tratar a las damas pero había algo que parecía ocultar.
Elizabeth no creyó que las insinuaciones hacia su amiga llegaran a algo serio. No se lo advirtió porque Jane se lo impidió, esta última creía que pronto sería anunciado el compromiso y no deseaba romper las ilusiones de Maria antes del ofrecimiento.
Cuando el carruaje se detuvo frente Hunsford, Darcy fue el primero en bajar de esté.  
—deseaba despedirme de usted personalmente, señorita Elizabeth.
Elizabeth se sobresaltó, con aquella afirmación, pero se estaba acostumbrando a las divagaciones de Mr. Darcy.
Mr. Y Mrs. Bingley agradecieron la hospitalidad de Darcy, en numerosas ocasiones, le reiteraron que deseaban su visita en Netherfield e incluso ofrecieron una invitación a los Collins.
La señorita Bingley se mostró fría como siempre. Fue casi obligada por su hermano para que se despidiera de los Collins, algo que no le agrado. Con Darcy su forma de actuar fue de lo más agradable, se despidió en más de una ocasión e incluso le manifestó el deseo de querer ver pronto a su hermana. 
Cuando el equipaje estuvo preparado y las despedidas se terminaron. Los viajeros, decididos a abandonar Rosings, comenzaron a abordar el carruaje. Elizabeth espero hasta el último momento, agradeció en múltiples ocasiones a los Collins su hospitalidad. Dejó la despedida que más le dolía dar hasta el final. Le agradeció al caballero por la hospitalidad que mostró, no le agradeció a Lady Catherine nada, y le sugirió que aceptase pronto la invitación a Netherfield.
Darcy deseaba ver algo antes de que Elizabeth partiera, tenía que ver como actuaba con él comprobó, con lo que creía imparcialidad, que la joven se mostraba muy diferente en su trato comparado con la primera ocasión que coincidieron en Rosings.
Cuando Elizabeth comenzó a subir al faetón, Darcy sintió un deseoso impulso de ayudarla, para sentirla por última vez. Las manos de ambos no portaban guantes, así que Darcy sintió el frio de las manos de Elizabeth fue testigo del escalofrió que le recorrió, sintió lo delicadas de las manos de su amaba y la suave piel que tenía. Ante los ojos del mundo fueron fracciones de segundo ante él una eternidad, eternidad que se rompió cuando Elizabeth aparto su mano rápidamente y reflejo en su rostro una expresión de desagrado. Esa mirada le partió el corazón, no hizo nada más, vio como el carruaje se alejaba solamente.
Elizabeth se sorprendió en un primer instante del acto de Darcy, no le desagrado, sin embargo apartó la mano cuando vio que la señorita Bingley  advirtió este suceso. Pasó el resto del viaje dividiendo su tiempo entre recordar lo que sintió al tocar esa mano tan firme de Darcy y tener que lamentarse por haber terminado tan abruptamente aquel suceso. La señorita Bingley no mencionó el suceso ni tampoco habló mucho, se notaba molesta y el poco trato que le dio a Elizabeth así lo manifestó. La feliz pareja no advirtió este hecho pues estaban demasiado ocupados viendo el paisaje.

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