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No hubo nada resaltable los días siguientes. Elizabeth asistía mucho a Rosings. por lo indispuesta que se encontraba Jane, podía llegar muy temprano y partir hasta que el sol comenzara a descender solo se topaba con las otras damas de Rosings en la mesa y no se hablaba más que de temas intrascendentes, Lady Catherine y su hija nunca se quedaban en el salón después y eso fue otro alivio para las damas.
Cuando Jane se sintió mejor, deseó pasar más tiempo dando paseos con su hermana y sus amigas o simplemente hablando en Hunsford.
Elizabeth veía que cada día Collins actuaba con Jane más parecido a como actuaba con su patrona. Le divirtió aquel hecho pues sabia que significaba que Jane era alguien importante. Tuvo ocasión de dejar de centrar gran parte de sus pensamientos en Mr. Darcy, pero sola durante el día, cuando se encontraba solo en su habitación siempre lo recordaba, intentando descifrar cada palabra que le había dicho no hacía mucho en Rosings, al recordarlo pronunciar las frases entendía que lo que el caballero le había manifestado se trataba de amor sincero, pero pronto entendió que el haberlo rechazado fue lo que la hizo quererlo en verdad al conocerlo como era. En esas noches siempre terminaba exhausta, saber  que un hombre, después de ser rechazado, pronto olvida aquella que fue el origen de esas atenciones y corteja a otra, podía verlo en primera persona al ver al caballero tan junto con Lady Anne de Bourgh.
Una tarde, aproximadamente, siete días después de la repentina partida de los caballeros, estos regresaron. El carruaje fue visto por Collins antes que cualquier otro de Rosings, pero no deseo presentarse. Para no ser otra vez sancionado por su patrona.
— ¡Oh querido! ya has vuelto, ¡Que sorpresa tan maravillosa!
Jane se disculpó con Darcy y le expresó también su alegría de verle de nuevo, pero centro su atención en su marido.
La llegada de los caballeros había coincidido con que Elizabeth estuviera en Rosings, sin otra compañía que la de su hermana. Hizo las habituales reverencias he intento escusarse.
— Deben tener que hablar tanto de su viaje a Londres que mi presencia solo les estorbaría.
— Su presencia no podría molestar a nadie — comentó Darcy — me refiero a en este caso, por supuesto.
— ¡Vamos, Lizzy! creo que Mr. Darcy estaría encantado de que te quedaras a cenar con nosotros, ¿No es así Mr. Darcy?
— Sería una dicha que usted, señorita Elizabeth, se quedara — replicó Darcy y rápidamente añadió — por supuesto si es lo que usted desea.
Elizabeth aun que tentada a retirarse no pudo menos que quedarse por el profundo sentimiento que tenía para con Mr. Darcy y con las suplicas de los demás acepto la propuesta. Con aquella confirmación, Darcy, aunque no lo deseaba envió una nota a Hunsford para pedirle que asistieran, la respuesta no se hizo esperar. Antes de lo que Elizabeth hubiese creído posible la cena estaba lista y dispuesta.
Lizzy tuvo ocasión de observar a todos los invitados mientras cenaban y se daban las pláticas habituales; Jane y Bingley estaban más interesados en hablar entre ellos que con las demás personas, así que intervenían en la conversación más bien poco. Mary Lucas se encontraba, como siempre, demasiado aterrada para atreverse hablar del tema que en verdad le interesaba, Elizabeth sabía que esta deseaba la pronta confirmación del baile de Rosings. Los Collins actuaban como siempre especialmente Mr. Collins quien le lanzaba admiraciones a todos, la mayoría parecía incomodos con estos a excepción de Lady Catherine y su hija esta ultimas mantuvo una conversación con Darcy. Elizabeth observó que el caballero constantemente se encontraba viéndola a ella, algo que le sorprendió.
Una vez la cena terminó los caballeros se retiraron, a hablar de cosas que no eran objeto de interés de las damas, Elizabeth habló poco en la conversación que tuvieron estas últimas.
Cuando los caballeros se les volvieron a unir, las mesas de juego fueron dispuestas. Lady Anne se acercó a la mesa de su madre y se dispuso a jugar un poco. Elizabeth creyó que aquella mesa estaría conformada por Lady Catherine, su hija, Mr. Collins y Darcy, pero se llevo una sorpresa al ver que este último se alejaba argumentando que no podía permitir que Mrs. Collins dejara a su marido. Lady Catherine no pareció complacida con aquellas palabras, sin embargo deseosa de seguir el juego no lo manifestó. Maria le ofreció su lugar al caballero y aunque en un principio lo rechazo, animando a la joven a jugar, cuando quedo claro que ella no deseaba hacerlo esté aceptó.
— Londres debió resultar bastante agobiante en esta época del año, caballeros — comentó Elizabeth.
— Es horrible en cualquier época cuando tu interés es solo estar con tu querida esposa —comentó Bingley.
— He de confesar que para mí Londres es un lugar bastante temible — replicó Jane.
— Puede que en un principio resulte así, pero después de tantos viajes que uno hace a la ciudad pronto ya no es objeto de esos prejuicios — contestó Darcy.
— Estoy de acuerdo contigo Darcy — comentó Bingley.
Después de algunas jugadas, y una vez que todos compartieron su deseo de dejar el juego, las mesas fueron quitadas y diferentes grupos se armaron para hablar sobre variados asuntos.
— Mrs. Bingley recuerdo que nunca he tenido la ocasión de escucharla tocar ¿Podría complacernos con una pieza?
Elizabeth observó a su hermana y se encontró que esta estaba tan sorprendida como ella, por aquella petición, aunque intento negarse, Lady Catherine no se rindió hasta que ella aceptó. Al poco de comenzar a tocar Elizabeth escucho horribles comentarios hacía ella.
— La gracia de tocar de Mrs. Bingley es, sin duda. mejor que la de la señorita Bennet, aunque claro que puede mejorar enormemente, ahora que dispondrá de un mejor piano ¿Supongo Mr. Bingley que dispone de un buen piano en Netherfield?
— Si, así es, Lady Catherine. Aunque no considero que Elizabeth pueda ser objeto de tales acusaciones — contestó Bingley.
— ¡Me parece que usted se equivoca! Cuando escuché a la señorita no encontré en ella más que unos toquidos ¡Sin clase!
Darcy pareció apenado por los modales de su tía aunque no lo comentó.
— Yo le advertí, Lady Catherine, que jamás me podría considerar una asidua del tema, sin embargo por su insistencia acepté, contra mi voluntad — contestó Elizabeth, molesta por las palabras de la señora que lo decía con toda la intención de dejarla en ridículo.
— Yo por otro lado, y sin demeritar el talento de Mrs. Bingley, encontré en el tocar de la señorita Elizabeth un mejor talento  — comentó Darcy y esto puso fin a las objeciones de cualquiera.
El tema ya no fue tocado más Lady Catherine manifestó su molestia ante la declaración de su sobrino pero aun así lo dejo pasar.
No hubo otra cosa que se resaltara durante la noche, Maria nunca escuchó el tema que le interesaba y manifestó su desagrado mientras volvían a Hunsford.

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