13

3K 200 4
                                    

Una hora después, John había dejado a Anahí y a su hijo en un centro comercial en el que había un cine enorme. Anahí le había pedido que les fuese a buscar en ese mismo lugar unas horas después, cuando le avisase que habían terminado todo lo que tenían que hacer. No había salido de casa sin Alfonso antes, y mucho menos a un centro comercial. Aunque John al principio se había visto reacio a dejarles solos, ella había insistido en que todo estaría bien y que no saldrían del lugar.

— ¿Qué película vamos a ver, Annie?
— Veamos cuál tienen en cartelera, cielo —revolvió el pelo del niño, haciéndole reír—. Además, no sé a ti, pero a mí me apetecen mucho unas palomitas enormes y una bebida bien fría.

Max estaba entusiasmado con todos los planes que Anahí estaba haciendo con él. Quería a Alfonso como si fuese su hermano mayor, pero Anahí era como una princesa que le concedía todos los deseos que pedía y pasaba con él las mejores tardes de su vida. Cuando entraron en la sala, vieron a un par de familias más y se sentaron en la parte del medio con una caja enorme de palomitas y dos bebidas grandes frías.

Anahí miró la sonrisa del niño con una ternura indescriptible. Tenía muchas ganas de salir así con su bebé, hacer cosas juntos y divertirse por las tardes. Quizás Max le ayudase cambiándole pañales o jugando con él. Agarró su pequeña mano y la apretó con dulzura, Max se giró hacia ella y sonrió tanto como pudo.

— Me encanta esta película, Annie. Gracias por traerme.
— El placer es mío, bichillo —besó su cabeza, abrazándolo—. Quizá después me quieras acompañar a hacer unas compras.
— ¡Yo te llevaré las bolsas!

Anahí no pudo contener una carcajada sincera, que gracias a Dios se acopló perfectamente a la escena que estaban viendo, sino se habría sentido muy mal por interrumpir de esa manera la película en el cine. Cuando salieron de allí, Max estaba encantado y repetía frases y movimientos del protagonista como si fuese él. Anahí no podía dejar de sonreír y dio gracias internamente a a Silvina y John por tener un hijo tan fantástico.

Pasaron la siguiente hora de tienda en tienda comprando cosas para el bebé. Aun no el habían dicho el sexo, se lo dirían en la próxima visita al médico, pero ella estaba segura de que sería un niño. Max estaba ilusionado por poder elegir cosas para el bebé y Anahí lo premió comprándole algo de ropa nueva y juguetes.

— Los compartiré con tu hijo cuando nazca, Annie. Te lo prometo —sonrió feliz.
— Gracias tesoro, eres un buen niño.

Cuando terminaron todo y las tiendas habían empezado a cerrar, John apareció con cara asustada entre la gente que empezaba a salir de allí. Anahí levantó la mano como pudo, saludándole, y John corrió hacía ellos. Su hijo se abalanzo sobre él, abrazándolo y John habló con Anahí mientras lo abrazaba de vuelta.

— Anahí, ¿no ha visto su teléfono?
— La verdad es que lo apagué al entrar en el cine y con las comprar se me olvidó encenderlo de vuelta, ¿pasa algo?
— El señor Herrera... —miró a su hijo— La estaba buscando desesperadamente.
— Bueno, el señor Herrera tiene que entender que puedo salir de casa cuando quiera. Lleva ignorándome semanas, ¿por qué me quiere ver ahora? Creo que podrá esperar un poco más.
— No lo entiendes, Annie... —miró hacia ambos lados y después agarró la mano de su hijo— Max, ayuda a Annie con las bolsas, vamos al coche.
— Sí, papá. Vamos, Annie.

El camino fue en silencio, algo tan raro en John que un escalofrío recorrió su espalda. Se giró hacia él y le preguntó en un susurró, intentando que Max no escuchase.

— ¿Qué pasa John? Estás muy raro.
— Alfonso... Alfonso... —suspiró, apretó las manos en el volantes y volvió a suspirar— Alfonso ha tenido un accidente, Annie.
— ¿Cómo que ha tenido un accidente?

Embarazo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora