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Alfonso no podía creer que Anahí estuviese embarazada, ¿cómo había pasado? Mucho después de que la despampanante rubia con la que había pasado una de las mejores noches de su vida se fuese, se sirvió un whisky doble y rememoró la noche que habían compartido juntos. Aunque esta vez no había hecho hincapié en todo lo que ambos habían disfrutado y en cómo los movimientos sutiles de ella lo llevaban a un extremo que jamás había imaginado sentir.

Recordaba una y otra vez como la había excitado, lenta y sensualmente, haciéndola casi suplicar por él. Había recordado su sonrisa jadeante mientras lo observaba ponerse el preservativo, había sentido como se hinchaba más por como ella lo miraba fijamente a los ojos y después bajaba lentamente la mirada hasta llegar a su miembro... Había rememorado cada segundo junto a ella, incluso como entraba y salía de ella, como Anahí suspiraba en su oido... Y había caído en la cuenta que las primeras veces había comprobado el preservativo pero que después, había estado tan cegado por la pasión, que lo había olvidado por completo. ¡Imbécil! Si se hubiese fijado... Tal vez el resultado hubiese sido el mismo pero habría estado más pendiente del tema, incluso podían haber comprado la pastilla del día después y todo habría quedado en un pequeño susto, una anécdota más...

— Mierda —maldijo, vaciando el vaso de nuevo y pasándose una mano por la cara y el pelo.

Nunca había pensado en tener hijos, aunque sí que había pensado mucho en Anahí. En Anahí desnuda debajo de su cuerpo, jadeando y arañándolo. Sintió como su cuerpo reaccionaba ante el simple pensamiento de volver a estar así con ella. Pero se había ido, muchas horas atrás, enfadada. Seguramente porque había sido tan gilipollas de seguir dudando de ella.

— Me da igual si me crees o no, Alfonso —había dicho, suspirando cansada después de hablar sobre lo mismo durante una larga hora—. Lo único que quería era decírtelo. Ahora ya lo sabes, me puedo ir tranquila.
— ¿Te puedes ir tranquila? —había reído él, hipócrita—. Vienes aquí, sueltas que estás embarazada ¡de mí!¿Y dices que ahora te puedes ir tranquila?¿Qué esperabas que hiciese exactamente?
— Nada, ya te lo he dicho. No quiero nada de ti. Simplemente siento que lo correcto es avisarte de las consecuencias de nuestras acciones. No espero que cambies tu vida de playboy por mí, ni por nuestro hijo. Tampoco quiero que nos mantengas, ni nada por el estilo. Me da igual si vuelvo a verte o no, Alfonso, espero que te quede claro.

Y había cerrado la puerta sin dejarle responder. No le había dado su número de teléfono, ni una dirección en la que pudiese encontrarla así que Alfonso sacó dos conclusiones. La primera, su plan había fallado y se había hecho la digna antes de derrumbarse frente a él o, la segunda, estaba diciendo la verdad y solo quería informarle de que iba a ser padre, quisiese él o no. No sabía cuál era la mejor opción, aunque deseaba que fuese la segunda.

Anahí llegó a su casa hecha un manojo de nervios. Discutir con Alfonso había provocado un efecto totalmente contrario al que imaginaba. Había pensado que se sentiría furiosa y a la defensiva pero en el fondo se sentía inquieta y excitada. Se quitó la ropa enfada consigo misma al no poder estarlo con él y se metió en la ducha, dejando que el agua caliente le calmase los nervios... Pero cada vez que cerraba los ojos sentía sus caricias, sus besos y su... Salió del baño tapada con una simple toalla, malhumorada y más tensa que antes.

— ¿Cómo fue? —preguntó Susi sentada en su cama— Pareces... ¿Tensa?
— Lo estoy. Ese hombre es un completo imbécil, no sé como pude fijarme en él.
— ¿Qué te ha dicho? —abrió mucho los ojos— ¿No quiere hacerse cargo?
— ¡Cómo si me importase eso! Le he dejado bien claro que no me importa si no quiere saber nada, yo simplemente he ido a avisarle. El muy cerdo ha dudado de mí, como si yo me fuese acostando con cada hombre que conozco —se sentó en la cama, al lado de su amiga—. Será...
— Tranquila —la abrazó contra su cuerpo—. Annie, es normal que desconfíe. No os conocéis, habéis pasado unas horas juntos y de la nada vuelves a aparecer diciendo que vas a tener un hijo suyo... Yo también dudaría, y más teniendo en cuenta la cantidad de mujeres que habrán intentado engañarlo con algo así, ¿tú sabes el dinero que tiene?
— Pero a mí eso me da igual —susurró, haciendo un puchero—. Yo solo quería informarle porque es lo correcto —se tapó la cara con las manos y empezó a sollozar.
— Oh, Annie... Está bien, está bien.
— ¡Ni siquiera sé porqué lloro! Las hormonas me están volviendo loca...

Embarazo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora