Epílogo

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Tres meses después, Daniel Herrera llegó a la familia rodeado de las personas que más lo querían, sus padres. Anahí había acabado exhausta porque, como buen Herrera, había sido un niño grande y Alfonso estaba embobado con la cara de su hijo y la fuerza de su esposa.

Lo estaba sosteniendo entre sus brazos mientras Anahí descansaba. Había sido un parto largo y al final se había quedado dormida dándole de comer. Alfonso se lo había quitado de encima cuando había visto que ambos estaban dormidos y había tapado el pecho de su mujer con una sonrisa en los labios. Estaba celoso porque ahora tendría que compartirlo con su hijo, pero le encantaba verla darle de comer y se excitaba cada vez que lo veía.

— ¡Enhorabuena hermano! —Ron entró en la habitación con globos y bombones, gritando y despertando a todos.
— ¡Ron! —lo retó su hermano— Están durmiendo.
— Estábamos —corrigió Anahí con la voz ronca—. Me alegro de verte, Ron.
— ¿Cómo estás? —se acercó a darle un beso y los bombones a su cuñada— Tienes un hijo precioso.
— Ni siquiera te has acercado a verlo —se carcajeó ella.
— No, pero he visto las veinte fotos que Alfonso me ha enviado y es precioso.

Susi llegó segundos después, con un gran osito de peluche de color marfil y una sonrisa de oreja a oreja que Anahí intuía no era por el nacimiento de Dani, sino más bien por el tío del niño. Sonrió para dentro y esperó a que se acercase a ella.

— Enhorabuena, cariño —la saludó al entrar.

Durante los siguientes días, tuvieron visitas en casa a diario. Todos querían conocer al pequeño Herrera y dar la enhorabuena a la pareja. El que más fascinado estaba era Max, como Anahí ya había predicho meses atrás. Se pasaba los días observándolo, le contaba lo que hacía en el colegio y las cosas tan divertidas que aprendería cada día, además, le llevaba algunos de sus juguetes favoritos y se los enseñaba con orgullo.

Silvina muchas veces se disculpaba por lo pesado que estaba su hijo con Daniel, pero Anahí sonreía y negaba con la cabeza.

— Van a ser como hermanos, Silvina. Déjalo, me encanta que lo quiera tanto desde tan pequeño.

Por las noches Anahí se quedaba dormida antes de que Alfonso llegase a subir. La miraba dormir mientras daba de comer a su hijo y cuando esté terminaba lo ponía en la cuna que Anahí tenía a su lado. Después se tumbaba al lado de su esposa y le colocaba la ropa con cuidado de no despertarla. Estaba a punto de cubrir su pecho de nuevo, como hacía desde el primer día, cuando lo rozó sin querer y Anahí abrió los ojos, fijándolos en los suyos.

— Hola —susurró.
— Me quedé dormida —se estiró, dejando más cerca su pecho—. Otra vez.

Alfonso tragó con dificultad, la echaba de menos. Cada vez faltaba menos para que la cuarentena pasase, pero cada día le resultaba más difícil resistirse a Anahí.

— ¿Estás bien, cariño?
— Cuanto falta —respondió, mirando fijamente su pecho desnudo.

Anahí bajo la mirada y rió, mordiéndose el labio.

— Ya falta menos.
— Se me está haciendo eterno —se quejó él, como un niño pequeño.
— Vaya, creía que el tiburón sin escrúpulos tenía más fuerza de voluntad.

Alfonso acercó su mano al pezon de Anahí y lo acarició, haciéndola gemir.

— Tengo fuerza de voluntad de sobra, pero no contigo. No puedo resistirme a ti... —acercó su boca al pecho y lo mordió levemente.
— Alfonso no podemos...
— Lo sé, lo sé —suspiró, resignado y volviéndose a colocar sobre el colchón.
— No podemos acostarnos —se acercó a él y acarició su torso—, pero yo sí que puedo hacer algo por ti...

La mano de Anahí bajó lentamente hasta su miembro y lo estrechó, haciéndolo gemir. Anahí sonrió de lado, pegándose más a su cuerpo y mordiendo el lóbulo de su oreja.

— ¿Qué me dices? —ronroneó en su oído— ¿Te ayudo?
— Si —volvió a gemir.

Anahí siguió masajeando a su marido mientras lo veía retorcerse por su toque. Lo besó en los labios con pasión y sin dejar de masajearlo, fue bajando poco a poco hasta que su lengua tocó la punta de su miembro.

— Annie... Mi amor, par...

Alfonso no pudo continuar cuando sintió como la boca de Anahí lo envolvía. La ayudó con sus movimientos agarrándola de la cabeza hasta que no pudo aguantar más.

Anahí apareció segundos después a su lado de nuevo, sonriente y relajada. Se abrazó a él y besó su cuello con ternura.

— Te amo, Annie.
— Yo también te amo —rió, aún escondida en su cuello—. Llámame siempre que me necesites.

Alfonso soltó una carcajada que hizo que todo el cuerpo de Anahí temblase y ella lo abrazó más fuerte, deseando quedarse así para siempre. Feliz y completa.

Fin.

Bueno, por fin volví. Siento mucho estos meses ausente pero de verdad que la vida no me daba para más.

¡Espero que os haya gustado!

Gracias por leer y por seguir ahí a pesar del tiempo, ¡nos vemos muy, muy pronto!
🥳😉

Embarazo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora