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Ni siquiera sabía dónde meterse. No le había contado que había estado a punto de casarse ni que, si lo hubiese hecho, no estarían ahí los dos, sino que ella estaría disfrutando de su vida marital con Alex. Pero tampoco estaba muy segura de eso, así que se quedó callada hasta que sintió como Alfonso se movía, quedándose detrás de ella y acariciándole los brazos de arriba a abajo.

— Ya sé que estuviste a punto de casarte, pero me gustaría enterarme de toda la historia por ti, no por los demás.

Anahí abrió la boca sorprendida, pero volvió a cerrarla enfadada.

— ¿Cómo sabes tú eso?¿Me has estado espiando? Es mi vida, Alfonso. Mi pasado. Y tú no tenías derecho a inmiscuirte si yo no decía nada, no puedo creer...
— Me lo dijo Susi —la cortó—. El día que fui a buscarte, me preguntó qué te había hecho y le dije que te había dicho que tendríamos que casarnos. Me acusó de tener poco tacto y me dijo que habías estado a punto de casarte —decidió omitir el comentario tan poco acertado de su amiga diciendo que le habían plantado en el altar—. No sabía nada más, hasta que tu madre ha hablado de un tal Alex y de cómo habías estado tan triste después. Así que, simplemente he atado cabos y he supuesto que era con Alex con quién te ibas a casar, ¿qué pasó, Annie?

Oír el diminutivo de su nombre en su boca era como una droga. Tenía pequeñas dosis y siempre se quedaba con ganas de más, pero era tan placentero que siempre cerraba los ojos y se imaginaba a Alfonso besándola de pies a cabeza, murmurando su nombre.

— ¿Anahí?
— Me iba a casar con Alex, si.
— ¿Por qué no lo hicisteis? —no quería preguntar si de verdad la dejó en el altar pero algo dentro de él necesitaba desesperadamente que Anahí le contase toda la historia.
— Porque no.
— Anahí...

Se dejó caer en la cama, suspirando, y lo miró fijamente antes de echar su cabeza hacia atrás y dejarse caer por completo en el colchón.

— No intentes seducirme para no hablar del tema, An...
— Me engañaba —soltó de pronto, cortándolo. Volvió a incorporarse, pero sólo apoyándose en sus codos—. Vine a Nueva York por él, yo odio la ciudad pero le ofrecieron un buen puesto y ambos hicimos las maletas. Hace unos meses encontré un anillo precioso en uno de sus pantalones cuando estaba haciendo la colada y me emocioné tanto que no pude esperar más y corrí hacia él diciéndole que me casaría con él.
— Pero no era un anillo de compromiso, ¿verdad?

Anahí negó con la cabeza y volvió a suspirar.

— O puede que si. Pero no para mi, para su secretaria, Alice. Tenía que haberme dado cuenta de que no era para mi cuando al ponérmelo vi que no me quedaba bien, llevábamos años juntos ¿quién no sabe la talla de la mujer a la que ama?

Alfonso se dio cuenta entonces que no solo conocía cada centímetro de Anahí, sino que además sabía su talla, tanto de ropa como de anillo y ropa interior y, aunque su cuerpo estaba cambiando, sabía calcular perfectamente su talla con solo una mirada. Se dijo que era por la experiencia que tenía con las mujeres, pero no estaba tan seguro porque ninguna de ellas había estado embarazada, ni su cuerpo había cambiado centímetro a centímetro cada día como el de Anahí.

Acarició su mejilla, en silencio, al ver como una lágrima rebelde se escapaba y rodaba por su mejilla.

— Mi madre me ayudó a organizar la boda de mis sueños y, aunque el también estaba involucrado, fui yo la que puse la mayor parte del dinero y tomó la mayoría de las decisiones. Me quedé sin nada y Alex... —apretó los puños— Alex se casó con su secretaria el día de nuestra boda porque, según él, así no se perdía nada. Malgasté los mejores años de mi vida con él, hice lo que él quería, fui a donde él iba, y gasté todos mis ahorros en una boda que no fue para mi... Incluso la luna de miel... Había aprendido algo de francés para sorprenderle cuando estuviésemos en Paris —suspiró y echó de nuevo la cabeza hacia atrás, intentando contener todas las lágrimas que se agolpaban en sus ojos amenazando con salir de un momento a otro.
— ¿Por eso no quieres casarte conmigo? Anahí —acarició su mano—, yo no soy Alex.
— Pero no puedo volver a pasar por lo mismo otra vez, Alfonso. Ni siquiera nos queremos, ¿cómo vamos a formar un matrimonio feliz sin siquiera amor?
— El amor por nuestro hijo nos unirá. Además, te deseo Annie, y tú me deseas a mi.
— Pero yo quiero casarme por amor, no por deseo.
— No puedo prometerte amor eterno, pero si mi sinceridad. Puedo prometerte que seré sincero siempre. Pase lo que pase y si alguna vez dejo de desearte, te lo diré. Además, no soy infiel, cuando hago una promesa la cumplo. Y el matrimonio es una gran promesa.

Embarazo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora