Dos

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Jaemin finalmente aceptó el nuevo reto que se les impuso, luego de mucho tiempo de divagar e inseguridad. Jeno no paraba de repetirle que no tenían otra opción, que lo  lograrían, que todo estaría bien.

No es que Jeno fuera lo suficientemente maduro. Sí lo era en ciertos momentos que lo ameritaban o que solo le salían, pero después de todo seguía siendo un adolescente.

Todo estaba en su contra, ambos seguían en plena secundaria, ninguno con notas muy sobresalientes como para obtener una beca o algo así.  No tenían nada de dinero ni alguna vez habían trabajado, nada propio, ni siquiera sabían si obtendrían el apoyo de sus progenitores.

La vida adulta era totalmente desconocida.

Pero debían apresurar las cosas para empezar a tomar decisiones, Jaemin ya llevaba algo más de cinco meses y se empezaba a notar su estado.

Lo primero que hicieron fue informarle a la madre de Jeno, que primero se mostró asombrada, luego enfadada, hasta finalmente dejarse ver decepcionada y triste, y aunque Jeno sintió su corazón romperse la entendía, él era su único hijo y seguramente ella esperaba verlo surgir, avanzar y tener un gran futuro del que ambos estuvieran orgullosos, a diferencia de ella, ya que ambos cometieron el mismo error, su madre para darle una vida abandonó la suya, teniendo que forzarse a crecer sola, porque su padre dijo adiós y nunca volvió.

Ahora solo era una señora de mantenimiento en una empresa donde llevaba más de quince años haciendo lo mismo, con un sueldo que no era el mejor. Abandonó sus sueños y aspiraciones para una vida limitada, y el hijo que amó con todo su corazón quizás iba por el mismo camino.

Jaemin se mostró vulnerable, llorando desconsolado en las piernas de la mujer pidiendo perdón por ser tan estúpido, luego le siguió Jeno sintiéndose como la misma mierda, su madre podía darles a ambos una vida decente, pero un nuevo integrante a la familia era un duro golpe.

Ella los consoló, diciendo que no había más remedio que enfrentar la realidad, y que tenían su completo apoyo.

El verdadero problema vino al enfrentar a los padres de Jaemin.

Ambos querían morir de los nervios y del miedo, pero no había vuelta atrás, ya no podían ocultarlo más tiempo.

El señor Na abrió mucho los ojos en claro asombro, pero la expresión de decepción y molestia pura de la madre Na fue de otro nivel.

La mujer al instante no dijo nada, solo se levantó del pequeño sofá de la sala de su casa y caminó lentamente hasta su hijo y al tenerlo frente a frente su verdadera reacción salió a la luz.

No le importó que su hijo fuera más alto que ella, la rabia le cegó y tomó un jarrón de vidrio  de un estante que estaba cerca y lo impactó en la cabeza de su primogénito.

Jaemin cayó al suelo sin poder evitarlo. Su padre y Jeno soltaron jadeos asustados corriendo a su lado.

—Nunca esperé nada de ti, pero cada día que pasa logras arruinarme más la vida.— escupió la madre de Jaemin viéndolo con desprecio.

—¡¿Está loca?! ¡¿Acaso quiere hacerle daño?!—  rumió Jeno, queriendo ahorcarla arrodillado junto a Jaemin que intentaba incorporarse, incapaz de creer lo que acababa de ver.

—¡Esta vez te pasaste mujer!— gritó también el señor Na verificando el estado de su hijo.

Su esposa lo ignoró por completo, acercándose nuevamente a Jaemin y apartando sin problema a ambos. Se colocó sobre su hijo, sentándose en su pecho importándole poco si dañaba a la ya notoria barriga dónde venía en camino su nieto.

Nuestra historia... no fue cómo lo planeamos. «Nomin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora