Trece

234 27 4
                                    

El impacto contra el agua es doloroso, realmente atónito por qué no se lanzó por cuenta propia, hasta para eso necesita ayuda externa. Patético.

Su instinto de supervivencia le grita que mueva las extremidades para evitar hundirse, pero su decaída mente les ordena mantenerse quietas, la luz apagándose a medida se sigue hundiendo.

Se pregunta si alguien encontraría su cuerpo, si su madre aparecería después de tanto tiempo, si Jaeno logrará perdonarlo.

Su mente está en blanco mientras su corazón está en todos lados. Le parece tan miserable la forma en la que decide irse, pero le entristece más decepcionar a las únicas personas enfermas que de verdad se preocuparon por él, se da lástima.

Pero no hay vuelta atrás, es lo mejor, ya no molestará a nadie, ya no tendrá que ser cuidado por nadie, su mente por fin lo dejaría en paz.

Cierra los ojos, agradeciéndole a quien le haya dado el empuje a la tranquilidad.

No pudiste detenerme ésta vez, eh Ren.

Te lo dije, Jeno, sin ti no tengo por qué seguir.

Perdóname, Jaeno. Tu único mal fui yo.

Se relaja completamente esperando paciente el final.

Al menos ese es su pensamiento antes de sentir algo rodeándolo por la cintura. Asustado abre los ojos de golpe, pero antes de averiguar si eran las garras de la muerte es jalado hacía arriba con muchísima fuerza.

Cuando sus reflejos de supervivencia se reactivaron cubriéndolo de miedo ordenándole separarse de inmediato, su cabeza es sacada del agua. Instintivamente abre la boca en busca de aire.

Tomándole unos segundos para recomponerse, sin darse cuenta es arrastrado hasta la orilla, aún fuera de sí choca en tierra firme. Tose bruscamente, temblando de frío, parpadeando vacías veces para adaptar su visión.

—¡Cuánto lo siento!

Ese grito le asusta. Gira su cuello de un tirón a la derecha pensando que los demonios vienen por su alma, pero contrario a eso capta a un muchacho sentado con las piernas extendidas apoyándose en sus manos, tan empapado como él, que lo ve horrorizado.

—¿Que de-

—¡Realmente no sé que pasó! Mi perro es muy tranquilo pero sin explicación salió corriendo y lo empujó y usted cayó y casi me un infarto, no sabía que hacer entonces me lancé tras usted. Pensé que los dos íbamos a morir...

El chico habló tan rápido que Jaemin se aturde un poco costando seguirle el ritmo.

—Espera, espera. Detente.— pide haciéndole señas, el muchacho cerrando la boca de golpe. —Explícame bien que pasó.

El chico, de cabello castaño claro, vestido informal, toma aire para calmarse. —Usted estaba en la barandilla, yo venía pasando, mi perro lo vio y salió corriendo, se alzó en dos patas y lo empujó. Usted cayó, yo me asuste y me lancé para rescatarlo.— relata, ansioso del susto que debió pasar. —Fui víctima del pánico, no supe que hacer...

Jaemin a duras penas nota al terriblemente enorme canino a unos metros del muchacho, ¡Gigante! Y él tan flaco no le sorprende que tenga la fuerza para moverlo tan fácil.

—Le pido mil disculpas de rodillas, señor, lo reprenderé cómo es debido. Si desea algo dígamelo y lo conseguiré.— el chico está al borde del colapso, uniendo las piernas en una postura de arrepentimiento, bajando la cabeza.

—¿Señor? Já, ¿Tan viejo me veo? Solo niños llegaron a decirme así.— ríe recuperando la compostura. Se sienta pegando las piernas al pecho y abrazándolas, recostando la mejilla en las rodillas para ver mejor al chico. Sí, visiblemente es más joven.

Nuestra historia... no fue cómo lo planeamos. «Nomin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora