—Documento, por favor —le pidió la mujer sentada en la oficina de administración, sin siquiera mirarlo a los ojos. Mauro sacó la billetera del bolsillo y le entregó el carnet en la mano. La chica lo revisó durante unos segundos y anotó algo en la computadora. El silencio dentro de esa carcel era atroz; y era quebrantado solo gracias al llanto ahogado de mujeres y niños que iban de visita, tal como él—. ¿Sos hijo de Emilio Monzón? —Mauro asintió y la chica volvió a escribir en el teclado—. Tu papá se encuentra en la celda número 203 del pabellón 7. El tiempo de visita es de 40 minutos en la sala de encuentro. Después de las 8, un guardia se va a encargar de llevar a tu papá hasta la celda. No te quedes fuera de horario, ¿sí? —le pidió y Mauro asintió con la cabeza.
Guardó el carnet del documento en el bolsillo delantero de la campera y caminó lenta y pesadamente hacia el pabellón 8. Atravesar los fríos pasillos de esa cárcel lo hicieron replantearse la vida caótica y desastrosa que había llevado su padre. Emilio era todo menos un ejemplo a seguir y Mauro no estaba seguro de lo que hacía ahí.
Cuando llegó al cuarto de visita, antes de entrar, vio a través del vidrio. Su padre estaba sentado frente a una pequeña mesa de madera. Mauro tragó espeso, casi arrepentido por lo que estaba a punto de hacer. Decidió no dudar un seguno más o acabaría echándose atrás.
—Hola, hijo mío —lo saludó su papá ni bien lo vio ingresando en el cuarto.
Cuando Mauro se acercó a él, su padre se incorporó, le sujetó la cara entre las manos y se estiró sobre la mesa para abrazarlo. Al principio, Mauro sintió incomodidad, pero acabó abrazándolo de todas formas.
—Hola, pa —saludó bajito y sin mirarlo a los ojos. Era dificil explicar sus sentimientos en ese momento: parecía que en su pecho se debatía una mezcla abrupta y poco clara entre la alegría y la verguenza.
—¡Al fin decidiste venir a verme! ¡Te extrañé tanto! —dijo con lágrimas en los ojos.
Mauro lo miró con bronca. Odiaba cuando le decía ese tipo de cosas porque, si Emilio habría querido verlo todo ese tiempo, lo hubiera hecho en vez de estar metiéndose en problemas con la policía. Mauro desvió la mirada y bufó por lo bajo.
—¿Cómo están las cosas con tu mamá? —Quiso saber. Tenía una sonrisa en el rostro, como si estuviese muy feliz de verlo ahí sentado—. Contame —le suplicó y aguardó expectante.
Mauro continuaba incómodo. Se metió las manos en los bolsillos y desvió la mirada hacia el suelo.
—Bien, mamá está bien. —Fue lo único que se atrevió a decir.
Emilio sonrió de lado.
—Eso me pone muy contento. ¿Sigue trabajando de limpieza?
—No —respondió Mauro—. Le dieron trabajo de cuidadora en un asilo... Está con los viejitos; los baña, les da de comer... Eso es lo que me contó. Dice que le gusta el laburo —dijo, arqueando un hombro—. No está casi nunca en casa. Trabaja de ocho a ocho... Imaginate.
—¡Ufff! ¡Ni se ven! —exclamó Emilio.
—Poco y nada —dijo Mauro con una sonrisa a medias—. Entre su trabajo y la escuela...
Emilio se echó sobre el respaldo de la silla.
—Por lo que veo, todo está bien y me gusta escuchar eso... ¡Por fin encontró un trabajo que le gusta! —acabó diciendo—. Contame un poquito de vos, hijo... ¿Qué tal te va en la escuela?
Mauro lo miró directamente a los ojos, desvió la mirada y resopló con fastidio.
—En la escuela todo espectacular: solamente saco dieces y mis amigos vienen a casa todos los días —respondió sin una mínima pizca de simpatía—. Nos la pasamos de boliche en bolcihe... —Emilio sonrió alegre y, al cabo de unos minutos, Mauro estalló—: ¡¿Me estás hablando en serio, papá?! —exclamó alzando la voz. Las demás personas que estaban dentro del cuarto se voltearon, alarmados por los gritos—. ¡Soy el hijo de un asesino! No sabés el bulying que me hacen en la escuela todos los putos días... ¡Es una tortura! —La cara de Emilio pasó a una seria. Todos los ojos dentro de ese cuarto se posaron en él. Tomó algo de distancia sobre la mesa—. Mamá va a cambiarme, ya pidió el traslado —agregó Mauro más calmado—. La semana que viene empiezo en la secundaria Wantrit. Ella le contó mi situación a la directora y tuvieron una reunión las dos la semana pasada.
Emilio asintió con la cabeza.
—Te pido mil disculpas por eso, hijo, yo...
—¡No! —gritó Mauro y le dio un golpe a la mesa con la mano—. Ni se te ocurra pedirme disculpas —exigió con los ojos lagrimosos—. Ni se te ocurra...
Emilio tragó espeso y quedaron en silencio unos cuantos segundos.
—Ya pasaron los cuarenta minutos, chico —le dijo un guardia que se acercó hasta donde estaban.
Emilio se puso de pie y se acercó tímidamente hacia Mauro para abrazarlo como despedida pero, en cambio, obtuvo un abrazo frío y distante por parte de Mauro.
—Me alegro porque vayan a cambiarte de escuela, hijo. —Le fue imposible decir otra cosa más que eso. El rostro de Emilio lucía afligido—. Me alegro en verdad —dijo con la voz apagada. El guardia le colocó las gillotinas en las manos y lo llevó por el pabellón de regreso a su celda.
Una vez solo, Mauro salió del cuarto de visita y corrió por el pabellón hasta el baño. Se metió adentro de un cubículo y se sentó sobre la tapa del inodoro. Empezó a llorar desconsolado. Lloraba con el pecho roto, como si fuera a desgarrarse porque él quería creer que su padre cambiaría, por más que su madre y sus amigos le dijeran que era una basura, que merecía morir por lo que hizo... Él no podía hacerles caso, no podía escucharlos porque lo quería, y le dolía una tonelada admitirlo, pero era su papá y lo quería...
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ENTRE NOSOTROS / Tiago Pzk / Lit Killah / Nicki Nicole / María Becerra
Teen FictionEste fic está dedicado al tema "Entre nosotros" de Tiago, Lit Killah, Nicki Nicole y María Becerra. En el video vemos a Tiago haciendo terapia grupal, a María Becerra sufriendo bullying en la escuela, a Lit Killah robando y a punto de ser atrapado...